Ucrania y la clase obrera

Gavroche

.

Trabajadoras y trabajadores, sabemos que las agresiones de nuestros empleadores y gobiernos nunca merecen la denuncia pública de los grandes medios de comunicación. Y que, cuando nos unimos, nos declaramos en huelga y salimos a manifestarnos, esos medios siguen ignorándonos, hasta que perseveramos en nuestra lucha y, entonces, nos tachan de irresponsables, insolidarios y violentos. Siempre están de parte del patrón y del Estado; nunca, de parte nuestra. Por esta razón, cualquier obrero que tenga memoria e intuición de clase no puede por menos que desconfiar del relato que nos están sirviendo a todas horas a favor del régimen ucraniano y en contra de Rusia. Así que, desde esta desconfianza crítica, contrastemos la información, analicemos los hechos y tomemos posición en función de nuestros intereses como clase que lucha por poner final a la explotación de los seres humanos.

El 24 de febrero, el gobierno de la Federación Rusa ordenó a su ejército entrar en territorio de Ucrania, declarando como objetivos la desmilitarización y desnazificación de este país, las cuales son necesidades que sentimos como propias los proletarios conscientes del mundo entero. Al mismo tiempo, se trata ciertamente de una violación de las fronteras ucranianas, a la cual los Estados occidentales están respondiendo con suministro de ayuda y armas al gobierno de Kiev, sanciones a Rusia sin precedentes, impedimento a la población occidental de recibir la información procedente de Moscú, etc. Son graves las consecuencias en víctimas mortales, en heridos, en destrucción material, en refugiados, en militarización de Europa y en el deterioro de la economía no sólo rusa, sino internacional. En contraste, cuando fueron los Estados Unidos y sus aliados quienes violaron la integridad territorial de Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Siria y otros países, causando millones de muertos, no se les aplicaron sanciones ni se censuraron sus medios de información. Al revés, sus crímenes fueron glorificados como “intervenciones humanitarias”, con involuntarios “daños colaterales”.

… fueron los Estados Unidos y sus aliados quienes violaron la integridad territorial de Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Siria y otros países, causando millones de muertos, no se les aplicaron sanciones ni se censuraron sus medios de información.

La abrumadora mayoría de los medios de comunicación occidentales –tanto públicos como privados- no explican los hechos que han conducido a esta decisión del gobierno ruso. Lo que hacen es condenarla y demonizar a su presidente, Vladímir Putin, y a Rusia, extremando la rusofobia que alimentaron durante los setenta años en que este país fue socialista.

Callan que el actual régimen ucraniano es el resultado del violento golpe anticonstitucional de 2014, preparado y financiado desde muchos años antes mediante actividades injerencistas yanquis y de la Unión Europea, por medios pacíficos primero y armados después, entrenando y armando a bandas de ultranacionalistas fascistas como Sector Derecho, el Batallón Azov y otros. Callan también que el régimen de Kiev persiguió el idioma y la cultura rusa, promovió la xenofobia contra los rusos y otras etnias, prohibió el partido comunista (entre otros) y envió a su ejército con aquellas huestes nazis a masacrar a miles de ucranianos del Donbass, en el este del país, provocando el éxodo a Rusia de cientos de miles de refugiados[1].

Tampoco cuentan que Rusia llevaba advirtiendo 30 años de su oposición a que una alianza militar como la OTAN, explícitamente hostil a ella, se siguiera expandiendo hasta sus fronteras, en contra de lo que le había prometido cuando se disolvieron el Pacto de Varsovia y la Unión Soviética. Pasan por alto que el ingreso de Ucrania pondría a Moscú y otros centros decisivos de Rusia a tiro de piedra de los misiles nucleares de la OTAN y que aumentaría la frontera entre ambos antagonistas de 500 a casi 3000 kilómetros. Ocultan que una extensión similar de su frontera con los territorios controlados por la Alemania hitleriana fue una de las causas de los sufrimientos que le causó la invasión nazi, con más de 20 millones de muertos y dos años de ceder terreno. Y no quieren que tengamos conocimiento de la enorme infraestructura que se estaba construyendo en Ucrania para albergar las necesidades militares de la Alianza Atlántica.

Sólo saben argüir que Ucrania es Europa, ¡como si Rusia no lo fuera también!; que Rusia tiene un régimen oligárquico, ¡como si Ucrania no lo tuviera también!; que tiene el abstracto derecho a elegir a sus aliados político-militares, sin tener el deber de respetar la seguridad de su vecino ruso y la paz mundial. “No más deberes sin derechos, ningún derecho sin deber”, dice la Internacional, el himno de los trabajadores del mundo.

.

Lo que está en juego

La guerra iniciada en el año 2014 en el este ucraniano se agudizaba con las peticiones de adhesión a la OTAN por parte del gobierno fascista instalado en Ucrania. Compras y entregas aceleradas de material de guerra, por parte de EEUU y la OTAN a principios de este año, indicaron que la situación del Donbass se había hecho insostenible. O se ayudaba y reconocía a las Repúblicas Populares Ucranianas, o en estas dos regiones el régimen de Zelenski realizaba una masacre de habitantes rusoparlantes, como ocurrió al principio de la guerra en Odesa y Járkov. De nuevo el imperialismo quería cercar a Rusia por medio de títeres terroristas, como había ocurrido en Siria.

Definitivamente, Estados Unidos y la UE han obligado a Rusia a intervenir militarmente en Ucrania para no ser atacada por la OTAN desde Ucrania. El motivo de esta provocación puede ser el de presentarla como un peligro que justifique un mayor gasto militar y una mayor obediencia de las naciones occidentales al gobierno estadounidense. No cabe duda de que la industria militar y petrolera, sobre todo yanqui, saldrá beneficiada. Pero quizás no sea ésta una causa suficiente como para lanzar una batería de sanciones que suponen una práctica ruptura de relaciones comerciales, la cual Rusia podría sortear a través de otros países, pero que dañarán seriamente la economía mundial y también la de los oligarcas occidentales, sobre todo europeos.

La hipótesis más probable es que el ingreso de Ucrania en la OTAN se hubiera convertido en una necesidad vital de los Estados occidentales para obtener la rendición de Rusia, ya sea pacífica o por medio de una guerra.

Por una parte, Rusia es un territorio muy apetecible por sus riquezas naturales explotables, hoy o en un futuro (gracias al calentamiento climático); por su extensión geográfica y su escasa densidad poblacional; y porque permitiría a Occidente completar por el norte y el oeste el cerco a su potencia económica rival que es la República Popular China. Así pues, necesita una Rusia desmembrada, colonizada, avasallada o, al menos, debilitada. El reto es arduo porque este país gigantesco ha ido recuperándose de la implosión de la URSS, también en el terreno militar, con un arsenal nuclear y unos misiles portadores hipersónicos capaces de destruir a todos sus enemigos juntos. Pero, si el apetito occidental por Rusia choca con el evidente riesgo de perecer en la aventura, ¿por qué deciden jugársela con tanta temeridad?

La respuesta está en que, no sólo les vendría muy bien engullir a Rusia, sino que, por la otra parte, conseguirlo es quizás la única posibilidad que tienen de seguir dominando el mundo y valorizando su capital. Todo el sistema capitalista occidental –con sus fortunas obscenas y su “estado de bienestar”- descansa en la imposición del subdesarrollo, de la dependencia, del saqueo, de la sobreexplotación y de la miseria más atroz de África, Asia y América Latina, donde habita la gran mayoría de la humanidad. Sin embargo, gracias a la revolución socialista, Rusia y China se han convertido en potencias económicas, políticas y militares soberanas que ofrecen a esas naciones oprimidas unas relaciones económicas mucho más equitativas, sin inmiscuirse en los regímenes políticos de éstas. El acoso del sistema imperialista occidental sobre Cuba, Venezuela, Irán, la República Popular Democrática de Corea, Nicaragua, etc., pierde eficacia en la medida en que tienen la alternativa de comerciar con Rusia y China. El amo occidental no puede tolerar este desafío a su dominación y a esto se refieren Biden, Borrell, von der Leyen, Pedro Sánchez, etc., cuando condenan a Putin por no respetar las reglas y valores de este moderno sistema internacional de esclavización.

Todo el sistema capitalista occidental –con sus fortunas obscenas y su “estado de bienestar”- descansa en la imposición del subdesarrollo, de la dependencia, del saqueo, de la sobreexplotación y de la miseria más atroz de África, Asia y América Latina

Pero les anima algo más imperativo que un afán enfermizo o inmoral de dominación externa: la supervivencia del capitalismo encabezado por los países occidentales. El imperialismo contemporáneo es el resultado del desarrollo del régimen de producción mercantil capitalista y sólo puede existir sobre esta base. Este régimen se desenvuelve en ciclos de prosperidad y crisis, con una tendencia a disminuir la tasa de ganancia de los capitales, a escala general. Desde hace un siglo, todas las ramas de la economía están dominadas por monopolios tan gigantescos que las crisis comerciales periódicas no son suficientes para purgar el grueso de la sobreproducción y esto sólo se consigue por medio de guerras de conquista y saqueo cada vez más monstruosas que permiten a las potencias vencedoras recuperar la rentabilidad de sus capitales. La última fue la Segunda Guerra Mundial que dio nacimiento al imperialismo tal como lo conocemos, férreamente controlado por EE.UU. Éste inició su crisis estructural en los pasados años 70, y las recesiones habidas desde entonces sólo han aliviado la presión fugazmente para luego volverla más amenazante. Ni las hipotecas basura, ni el coronavirus, ni ahora Putin son sus causantes, por más que nos lo repitan. El alza de los precios[2] y el desabastecimiento comenzaron mucho antes del ataque preventivo de Rusia. Se deben más bien a la política de “estímulos” que ceba artificialmente a los monopolios con fondos europeos y demás créditos, los cuales inundan los mercados con dinero ficticio que no se corresponde con la producción y circulación real de mercancías. Y las sanciones contra Rusia no hacen más que agravar este problema, que van a pagar y ya están pagando los trabajadores.

En definitiva, estamos viviendo el momento más tenso y peligroso, a escala internacional, de los últimos 40-60 años. Podría ser el preludio de la tercera guerra mundial. Por tanto, no podemos dejar de prestarle la mayor atención. Pero, como advertía Lenin a Piatakov, no hay que “permitir que la guerra oprima el pensamiento de uno, dejar de razonar y analizar bajo el peso de espantosas impresiones y torturantes consecuencias o particularidades de la guerra”[3]. Es lo que les ocurre a ciertos partidarios del socialismo y demócratas antiimperialistas que se obcecan con un solo lado de la situación o con el contrario, porque piensan a la manera del idealismo y de la metafísica, en vez de esforzarse por hacerlo a la manera del materialismo dialéctico.

La peor de las equivocaciones es equiparar al agredido con el verdadero agresor: a Rusia con la OTAN. Porque ese neotrotskismo[4] favorece la intoxicación reaccionaria de la población, sobre todo cuando se propaga desde la “izquierda” de los países occidentales. Pero, tampoco es prudente que dejemos todos nuestros retos en manos de la actual dirección política de Rusia, debido a su carácter de clase que no es proletario sino burgués.

La síntesis práctica de la contradicción real que aquí subyace es la misma que Unión Proletaria defendió en relación con la democracia pequeñoburguesa de Unidas Podemos y otros semejantes: apoyemos a nuestro aliado, mientras éste luche realmente contra nuestro enemigo común y principal; en esta particular situación, mientras Rusia cumpla con su compromiso de desmilitarizar y desnazificar Ucrania.

… apoyemos a nuestro aliado, mientras éste luche realmente contra nuestro enemigo común y principal; en esta particular situación, mientras Rusia cumpla con su compromiso de desmilitarizar y desnazificar Ucrania.

Fijémonos en cómo Marx, al frente de la Asociación Internacional de Trabajadores, enfocó el colapso del Segundo Imperio francés tras la derrota ante los prusianos y la consiguiente proclamación de la república, en septiembre de 1870: “celebramos el advenimiento de la República en Francia, pero al mismo tiempo, nos atormentan dudas que esperamos sean infundadas”. Lo primero es el apoyo, porque es lo que sienten las masas obreras cuyos intereses representamos los comunistas, pero ellas todavía no lo comprenden y debemos mostrar empatía con ellas para ayudarlas a hacerlo. Sólo después, y dicho con mucha prudencia e incluso de manera hipotética, exponemos nuestras dudas y objeciones: “Esta República no ha derribado el trono, sino que ha venido simplemente a ocupar su vacante. Ha sido proclamada, no como una conquista social, sino como una medida de defensa nacional. Se halla en manos de un gobierno provisional compuesto en parte por notorios orleanistas y en parte por republicanos burgueses, en algunos de los cuales dejó su estigma indeleble la Insurrección [obrera por ellos aplastada] de Junio de 1848”[5]. Análogamente, debemos saludar la orientación antifascista, antiimperialista y filo-soviética de la operación militar rusa, sin dejar de advertir que es una medida de defensa nacional, no socialista y acordada por los sucesores de la contrarrevolución (desde Jruschov hasta Yeltsin).

.

La solidaridad antiimperialista

En nuestra declaración del 16 de febrero, hemos refutado los excesos que cometen algunos comunistas en la crítica hacia Rusia. Una de las causas que debilita la solidaridad proletaria con Rusia es el prejuicio dogmático de que su régimen capitalista la convierte en igualmente imperialista que el bloque atlantista; y, por tanto, que el conflicto entre ambos es inter-imperialista, como lo fueron la Primera Guerra Mundial y, sólo en parte, la Segunda. Contra este error, se hace necesario comprender y explicar qué es el imperialismo hoy en día. Los recientes artículos de Iniciativa Comunista y de Stansfield Smith[6] ayudan a sacudirse la pereza dogmática y a penetrar en la esencia y el desarrollo concreto de esta etapa superior del capitalismo.

El retroceso del movimiento obrero y comunista internacional entre 1956 y 1991 dio paso a una momentánea dominación absoluta de EE.UU., hasta que Rusia y China se fortalecieron suficientemente para resistir a la misma. Éstas alcanzaron el status de potencias mundiales, no sobre la base de un desarrollo capitalista, sino gracias a la revolución socialista. A día de hoy, su base capitalista es demasiado precaria para que se las pueda equiparar con las viejas potencias imperialistas. No sólo es una anticipación especulativa caracterizarlas como imperialistas, aunque cumplan algunas o muchas de las características particulares del imperialismo que desgrana Lenin, sino que es perder de vista lo que ha devenido el proceso de monopolización después de dos guerras mundiales[7] y una guerra fría que liquidó el campo socialista. Hoy el imperialismo es mucho más que una colección de países que reúnen determinadas características: es el sistema de relaciones internacionales impuesto al mundo por la superpotencia vencedora: los Estados Unidos de América. En tales condiciones y mientras éstas no se modifiquen sustancialmente, la existencia soberana de Rusia, China y los Estados del “tercer mundo” los obliga a librar luchas de liberación nacional contra el imperialismo (cada uno con más o menos fuerza y capacidad de resistencia). Son por tanto aliadas objetivas de la revolución proletaria mundial.

Hoy el imperialismo es mucho más que una colección de países que reúnen determinadas características: es el sistema de relaciones internacionales impuesto al mundo por la superpotencia vencedora: los Estados Unidos de América. En tales condiciones y mientras éstas no se modifiquen sustancialmente, la existencia soberana de Rusia, China y los Estados del “tercer mundo” los obliga a librar luchas de liberación nacional contra el imperialismo (cada uno con más o menos fuerza y capacidad de resistencia). Son por tanto aliadas objetivas de la revolución proletaria mundial.

Como recalcaba Stalin, recapitulando las enseñanzas leninistas: “El carácter revolucionario del movimiento nacional, en las condiciones de la opresión imperialista, no presupone forzosamente, ni mucho menos, la existencia de elementos proletarios en el movimiento, la existencia de un programa revolucionario o republicano del movimiento, la existencia en éste de una base democrática. La lucha del emir de Afganistán por la independencia de su país es una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar de las ideas monárquicas del emir y de sus partidarios, porque esa lucha debilita al imperialismo, lo descompone, lo socava. En cambio, la lucha de demócratas y ‘socialistas’, de ‘revolucionarios’ y republicanos tan ‘radicales’ como Kerenski y Tsereteli, Renaudel y Scheidemann, Chernov y Dan, Henderson y Clynes durante la guerra imperialista era una lucha reaccionaria, porque el resultado que se obtuvo con ello fue pintar de color de rosa, fortalecer y dar la victoria al imperialismo”[8].

Esto es lo que es necesario explicar a algunos comunistas descarriados y a las masas proletarias que sufren la explotación capitalista en las metrópolis imperialistas: que el régimen encabezado por V.V. Putin sea burgués, clerical y parcialmente reaccionario no es lo principal a tener en cuenta a la hora de organizar la lucha por la emancipación de la clase obrera. No es una cuestión evidente para la mayoría de los obreros, porque su experiencia inmediata es insuficiente para que puedan comprender las relaciones internacionales de las que depende su fuerza relativa frente a los patronos. Además, porque la “izquierda” imperialista les oculta esta realidad y sólo se pelea con la derecha abiertamente burguesa por cómo repartir las migajas de las inmensas riquezas que sus capitalistas roban en el extranjero. De este modo sibilino, es decir, por omisión, refuerzan la corrupción que ejerce todo el régimen burgués sobre la conciencia de los asalariados con el veneno del egoísmo nacionalista y chovinista. Pero los trabajadores no queremos mejorar a costa de nuestros semejantes de otros países, porque los causantes de nuestras desgracias son nuestros propios explotadores. Esta división nos debilita a todos y prolonga nuestra esclavitud.

… los trabajadores no queremos mejorar a costa de nuestros semejantes de otros países, porque los causantes de nuestras desgracias son nuestros propios explotadores.

“El periodo del imperialismo –explica Lenin en muchos de sus trabajos- es el periodo del reparto del mundo entre las ‘grandes’ naciones, entre las naciones privilegiadas que oprimen a todas las demás. Las migajas del botín proporcionado por estos privilegios y por esta opresión van a parar, indudablemente, a manos de ciertas capas de la pequeña burguesía y de la aristocracia –así como también de la burocracia- de la clase obrera… El oportunismo se ha ido incubando durante decenios por la especificidad de una época de desarrollo del capitalismo en que las condiciones de existencia relativamente civilizadas y pacíficas de una capa de obreros privilegiados los ‘aburguesaba’, les proporcionaba unas migajas de los beneficios conseguidos por sus capitales nacionales y los mantenía alejados de las privaciones, de los sufrimientos y del estado de ánimo revolucionario de las masas que eran lanzadas a la ruina y que vivían en la miseria… La fuerza de la costumbre, la rutina de una evolución relativamente ‘pacífica’, los prejuicios nacionales, el temor a virajes rápidos y la falta de fe en estos virajes, todo esto, como es de suponer, han sido circunstancias complementarias que han vigorizado el oportunismo…”[9]

Los comunistas tenemos que convocar a las masas proletarias a luchar por sus justas demandas, aunque se opongan a ello quienes son reconocidos como sus dirigentes políticos y sindicales por la mayoría de las mismas. Y si, con fines oportunistas, éstos deciden movilizarlas por algunas de estas demandas, estamos obligados a participar con ellas en su movimiento y en sus organizaciones para mantener la unidad obrera –que es condición de la fuerza de nuestra clase social-; para ilustrarlas en la teoría y en la práctica sobre la naturaleza traicionera de estos socialimperialistas (socialistas de palabra e imperialistas en los hechos); y para promover su solidaridad con los obreros y demócratas antiimperialistas de los demás países, ahora mismo con Rusia en primer lugar. Esta táctica es necesaria en general, pero todavía más en este preciso momento cuando Moscú ha dado un golpe en la mesa y ha parado los pies al imperialismo (ayudado por la firmeza de China), haciéndolo tambalear y reanimando la esperanza de los oprimidos en todo el planeta frente a la aparente omnipotencia de los opresores.

No sólo el curso de la operación militar va a dejar más y más al desnudo las mentiras mediáticas de Occidente[10], sino que, para empezar, el gobierno ruso está tomando medidas para fortalecer la independencia económica del país, sus relaciones con Beijing y el resto del mundo, y la cohesión interna con mejoras sociales y contundencia frente a las injerencias de todo tipo; todo ello, por encima del interés particular de sus capitalistas. En definitiva, va regresando hacia el socialismo en todo lo que se lo permite su carácter de clase, tal como propugnan los comunistas rusos, en línea con lo que sostenía Lenin en su artículo La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla: “El curso objetivo del desarrollo es tal que no hay posibilidad de dar un paso de avance, partiendo de los monopolios (…), sin caminar hacia el socialismo”[11]. Y el carácter burgués del actual gobierno ruso no es un límite infranqueable, sino que puede verse desbordado y superado por la necesidad de unas masas populares con una profunda tradición patriótica y revolucionaria. Máxime cuando se está viendo obligado a implementar con retraso la política que le prescriben los comunistas desde hace años, elevando así el prestigio y la autoridad política de éstos. Putin, como cualquier otra personalidad política mientras lo siga siendo, es más una criatura que un creador del movimiento social (determinado por la lucha entre las clases).

.

La clase obrera y su partido

Esto es muy positivo para la causa del proletariado y de la libertad, pero aboca a los imperialistas a acelerar sus preparativos para pasar a la guerra abierta contra Rusia y China, lo que significaría una tercera guerra mundial con el empleo de armas de destrucción masiva, incluidas las nucleares, poniendo en riesgo la supervivencia de la humanidad. Tenemos el sagrado deber de hacer lo posible por evitarla. Pero cómo, cuando es la única salida que les va a quedar a las oligarquías financieras occidentales tras fracasar sus presiones sobre sus dos rivales. Están intentando fanatizar a las poblaciones occidentales, fomentando el auge de la rusofobia, de la sinofobia y del fascismo. Hay que salir al paso de esto defendiendo la democracia y la libertad, pero no será suficiente si no atendemos simultáneamente las necesidades inmediatas y fundamentales de las masas trabajadoras, cada vez más golpeadas por la crisis económica y el militarismo.

Limitarse o, al menos, centrarse en la solidaridad antiimperialista es la equivocación de signo contrario que nos vemos tentados a cometer los comunistas y demócratas consecuentes. Esta miopía es menos grave a corto plazo, pero fatal a la larga. Ni Rusia ni China van a poder evitar que los Estados imperialistas se lancen a la guerra y, menos aún, hacer la revolución mundial en sustitución del proletariado (aunque la parte más revolucionaria de éste estuviera al frente de ambos Estados). Hay que oponerse al imperialismo y apoyar a Rusia y China como una más del conjunto indispensable de tareas enfilado a elevar la conciencia y organizar a los obreros como clase revolucionaria. De otro modo, la crítica y la propaganda veraz caen prácticamente en saco roto. Como decía Marx, no se trata de interpretar el mundo, sino de transformarlo. Impedir la guerra imperialista exige avanzar hacia la reconstitución del Partido Comunista que dirija la lucha proletaria por la revolución socialista.

Por un lado, aunque Rusia y China pueden contrarrestar su inferioridad de fuerzas[12] con el arma nuclear, su victoria en una guerra abierta con el imperialismo exige una movilización obrera y popular como la que tuvo la URSS en la II Guerra Mundial (100 a 200 mil soldados en Ucrania no son comparables con los ejércitos de millones que combatieron y perecieron frente al nazifascismo). Por esto, también tenemos que apoyar la lucha del proletariado revolucionario de Rusia y China por asegurarse el timón de ambos Estados. Allí también se libra una lucha de clases cuyo desenlace inmediato es incierto: la traición de la burguesía a la nación es posible. El gobierno ruso demoró ocho años su apoyo resuelto a la población antifascista del Donbass y, cuando no tuvo más remedio que hacer caso a los comunistas, se despachó con un discurso atacando con absurdos nacionalistas gran-rusos a Lenin, a Stalin y al bolchevismo. Desde la Comuna de París, Marx advirtió que, la “empresa más heroica que aún puede acometer la vieja sociedad es la guerra nacional… de la que se prescinde tan pronto como esta lucha estalla en forma de guerra civil. La dominación de clase ya no se puede disfrazar bajo el uniforme nacional; todos los gobiernos nacionales son uno solo contra el proletariado”[13].

… también tenemos que apoyar la lucha del proletariado revolucionario de Rusia y China por asegurarse el timón de ambos Estados.

Por otro lado, la resistencia al imperialismo de Rusia y China –que está sacudiendo el sistema internacional de la dominación burguesa- no es aprovechada, sino percibida con indiferencia u hostilidad por parte de muchos trabajadores occidentales engañados por la desinformación mediática. La hegemonía de la propaganda de guerra del imperialismo y su fortaleza económica y política se hallan en razón directa con la debilidad del movimiento obrero y comunista. Si hubiera fuertes partidos proletarios y sindicatos independientes de los capitalistas y de sus Estados –como era el caso a mediados del siglo XX-, la población trabajadora recibiría una información más plural del actual conflicto y, sobre todo, estaría menos alienada intelectual y prácticamente. Es necesario reconstruir lo que quedó destruido y, ahora mismo, hay más necesidad y mejores condiciones para ello. Para ello, como ya hemos dicho, los comunistas debemos combinar la solidaridad antiimperialista con el apoyo a la resistencia que las masas empiezan a oponer a las consecuencias de la crisis económica y de la militarización de los Estados occidentales.

… los comunistas debemos combinar la solidaridad antiimperialista con el apoyo a la resistencia que las masas empiezan a oponer a las consecuencias de la crisis económica y de la militarización de los Estados occidentales.

Éste es el eje principal de la propuesta de unidad de acción que, desde Unión Proletaria, hacemos a otras fuerzas obreras y comunistas.

Al mismo tiempo, la reconstitución del Partido Comunista, del partido revolucionario de la clase obrera, no puede venir sólo de esta unidad de acción, sino también de la lucha por imprimirle a ésta una línea política justa que evite al movimiento las desviaciones de derecha y de “izquierda” que llevan el agua al molino de la burguesía imperialista. Así, por ejemplo, en el pueblo ruso y en los demás pueblos que formaron la URSS hace 100 años, hay mucha adhesión a los valores soviéticos. Sin embargo, en éstos también anida una contradicción antagónica que llevó al país a la contrarrevolución capitalista. Hubo una primera etapa soviética en que se iba construyendo el comunismo y una segunda etapa en que éste se fue destruyendo, por obra y gracia de unos valores “soviéticos” revisionistas, contrarios a la esencia del marxismo-leninismo. Lo mismo ocurre en nuestro país cuando afrontamos la tarea de reconstituir el Partido Comunista. Lenin insistía en que, en la época del imperialismo, el partido de la clase obrera no puede cumplir su misión revolucionaria liberadora sin eliminar el oportunismo y el revisionismo “del modo más rápido y cuidadoso, aunque este proceso produzca temporalmente agudo dolor”[14].

Marx y Engels nos enseñaron cómo se volvía cada vez más difícil que la revolución proletaria triunfara mediante una casi simultánea insurrección de la mayoría trabajadora contra la minoría explotadora. Más bien tendía a convertirse en una lucha de una parte del pueblo contra la otra. Además, la parte revolucionaria del mismo -con una inferioridad creciente en lo militar- ligaba sus posibilidades de victoria a un escenario de guerra entre naciones que debilitara al Estado burgués y armara a las masas populares. Así, la Comuna de París fue el fruto de una guerra patriótica del proletariado armado contra la burguesía traidora. Y en la época del imperialismo, la importancia de la organización, de la ciencia y de la tecnología ha crecido enormemente en la guerra nacional y de clases. El leninismo se levanta sobre los logros del movimiento obrero del siglo XIX y los condensa en el partido de nuevo tipo, firmemente asentado en la ciencia del marxismo enriquecida por la experiencia precedente y certera conocedora de los fundamentos de la sociedad imperialista.

Entramos en una etapa decisiva de la lucha por la reconstitución del Partido Comunista. Aprendamos de cómo Lenin impulsó la creación del partido obrero de Rusia, combinando la crítica a las desviaciones con la labor de agitación entre las masas obreras.

Que el temor a la guerra mundial no nos haga desfallecer en la única tarea que puede evitarla o, si no, remediarla.

Gavroche

 

.

[1] Véase el documental “Ucrania en llamas”, producido por el famoso cineasta norteamericano Oliver Stone: https://www.youtube.com/watch?v=ogVr9NzpM8Q

[2] La inflación en la zona euro se disparó desde hace un año: https://www.epdata.es/inflacion-zona-euro-ralentiza-sube-16-diciembre-2018/e8ffee44-0684-47e8-b6c2-dde244b6c046

[3] Respuesta a P. Kíevski (I. Piatakov), agosto de 1916, Lenin, Obras Completas, AKAL, tomo XXIV, pág. 19: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-24.pdf

[4] La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy, Asociación de Amistad Hispano-Soviética: http://aahs-100revolucion.com/index.php/2018/10/14/la-esencia-del-trotskismo-y-sus-manifestaciones-en-el-comunismo-de-hoy-i/

[5] La guerra civil en Francia, Marx: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/index.htm

[6] https://iniciativacomunista.org/wp-content/uploads/2020/03/Linea-Roja-%C2%BA4-Iniciativa-Comunista.pdf y https://www.lahaine.org/mundo.php/ies-rusia-imperialista.

[7] Véase el Informe presentado por Andréi Zhdánov “Sobre la situación internacional” a la Primera Conferencia del Kominform de 1947: https://docs.google.com/file/d/0B6ashtYNJL6xWW9FYm00LU9wVUk/edit?resourcekey=0-if4cnWC96ulQHUIE_C9WpQ

[8] Los fundamentos del leninismo. J.V. Stalin: https://www.marxists.org/espanol/stalin/1920s/fundam/index.htm

[9] La bancarrota de la II Internacional, V.I. Lenin, tomo 26, p. 239, editorial Progreso. https://docs.google.com/file/d/0ByP565N0sPRScXRUMDhnbWRmUWc/edit?resourcekey=0-Zmj5bFFUDDcmrCvM31cZhg

[10] Muchas falsificaciones son refutadas en páginas web como: www.ucraniasincensura.com, www.youtube.com/c/TeCsTertuliasenCuarentena/videos?app=desktop y otras.

[11] https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-2-3.pdf, pág. 140.

[12] El presupuesto militar de Rusia y China juntas no llega a la mitad del de EEUU (que se acerca al 40% del mundial) ni a la cuarta parte del de la OTAN y sus aliados: https://datosmacro.expansion.com/estado/gasto/defensa y https://www.sipri.org/sites/default/files/2021-04/sipri_milex_press_release_esp.pdf. Véanse también las declaraciones del coronel estadounidense Doug Mc Gregor: https://www.youtube.com/watch?v=TBRXqVwGov4

Stalin diría al dirigente comunista polaco Gomulka: “no son las bombas atómicas sino los ejércitos los que deciden el desenlace de la guerra”. (Les guerres de Staline, G. Roberts, pág. 384, Editions Delga)

[13] La guerra civil en Francia, Marx.

[14] El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional, Lenin, tomo XXIII, pág. 194: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-23.pdf