En torno al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, este documento pretende defender, desde el marxismo y el leninismo, la lucha de la mujer por sus derechos y su emancipación, frente al feminismo en cualquiera de sus vertientes.
Es un documento al que seguro habrá que hacer nuevas aportaciones que ayuden a la lucha de la mujer obrera, a separarla de aquellas teorías que impiden elevar su conciencia de clase como obrera y trabajadora, como individuo social. Es un documento al que le falta la experiencia actual vivida por las mujeres a raíz de las nuevas leyes y propuestas feministas, que, en muchos casos, constituyendo avances importantes, careciendo de la visión de clase en ascenso que es la clase obrera, limitan la lucha de las mujeres por sus derechos y por sus deberes.
Este documento busca fortalecer la teoría del marxismo-leninismo en la lucha por la organización de las mujeres obreras y trabajadoras en el Partido que por derecho les pertenece, el Partido Comunista.
Sólo a través de las comunistas, la mujer ha podido avanzar hacia su emancipación social y ante la vida. Dirigiendo el Estado Socialista la mujer empujó a que, en el mundo, sus funciones no se limitaran a la de simple productora y observadora, sino tomar posición de clase, a defender sus derechos como individuo social. Su actitud ante la sociedad no puede limitarse solo a crear leyes que, bajo la democracia capitalista, en la práctica, sólo sirven a quienes tienen poder económico.
Marisol Fernández
———
Marxismo o feminismo
Marisol Fernández
.
“La historia del pasado y del presente nos enseña que la propiedad privada es la última y más profunda causa de la situación de privilegio del hombre frente a la mujer”
Clara Zetkin. Directrices para el Movimiento Comunista femenino. 1920
.
Es tanto el daño que causa el capitalismo sobre la humanidad y la naturaleza y lo hace con tal descaro, que se pierde entre la marisma de atentados que comete contra la humanidad. Sólo el socialismo ha podido frenar ese ataque.
Pero en la lucha hacia una sociedad superior no se pudieron aún, resolver todas las contradicciones en el proceso de eliminación de las clases, requiriendo un mayor fortalecimiento de las fuerzas productivas y de su conciencia social. Las fuerzas del capital vencieron en una batalla en la que las mujeres del mundo también perdieron. La clase obrera debe de nuevo tomar fuerzas y siempre prepararse para el nuevo salto cualitativo al que empuja la constante crisis económica del imperialismo capitalista.
La clase obrera necesita retomar el camino marcado por Lenin, usando como guía la ciencia del marxismo; necesita organizarse en su Partido porque las masas de los más humildes y necesitados así se lo están exigiendo, a pesar de que los ataques contra la ideología de la clase obrera, no cesen y sean cada vez más brutales. Han comprobado de qué es capaz la clase obrera. No en vano son cada vez mayor el número de pueblos en el mundo que luchan por esa nueva sociedad en diferentes procesos, en los cuales la clase obrera aprende y se fortalece.
La Dictadura del Proletariado se muestra cada vez más necesaria y su fortaleza bajo el Socialismo residirá no solo en el Estado proletario, también en las fuerzas productivas organizadas con su Partido dirigiendo y desarrollando su función social. El socialismo se desarrollará en la eliminación de las clases sociales, alcanzando, con ella, la emancipación de la mujer y de toda la humanidad.
Con la ciencia del marxismo se puede comprender mejor el mundo y el papel de la mujer en él. Pero las fuerzas contrarias a su emancipación y a la emancipación de la clase obrera no cesan en el empeño de destruir su conciencia, de frenar su organización. Han comprendido que la historia avala el significado real de la aplicación revolucionaria comunista, del marxismo.
Sólo con la aplicación de la economía socialista se consiguió eliminar el desempleo, liberar a la mujer de la carga de cuidar ella sola a los hijos y resto de la familia, empujándola a participar en la dirección del Estado sin tener que esclavizar a ninguna otra mujer, desarrollar la ciencia y lograr que la clase obrera, aplicando el internacionalismo proletario, en defensa de la paz mundial, contra la esclavitud y por el derecho de los pueblos a decidir su futuro, triunfara sobre el fascismo. Sólo podía lograrse con el Estado soviético, el único en el mundo que defendió los derechos de toda la humanidad sin importarle la raza, el sexo o la religión.
El capitalismo pretende frenar el desarrollo inevitable hacia una sociedad más justa, sin explotación de un ser humano por otro ser humano. Pero la dialéctica se impone.
Por todo ello, a cada nueva idea distorsionadora que surge del campo burgués nos preguntamos: ¿cuál será el objetivo ahora? Y observamos que atacar la lucha de la mujer obrera por su emancipación y la de su clase no es ajena a dicho objetivo.
Qué significado tiene el feminismo de hoy y cuál es su papel entre las mujeres obreras y trabajadoras que componen el colectivo mayoritario de mujeres en la sociedad.
Desde las posiciones marxistas siempre se animó a todas las mujeres a luchar por sus derechos, fundamentalmente a obreras y trabajadoras como miembros de la clase obrera que tiene la misión histórica de eliminar la esclavitud, la explotación del ser humano por el ser humano, “del hombre por el hombre”.
Comprobemos si efectivamente las feministas que utilizan el marxismo para defender sus tesis aplican el marxismo como ciencia; en qué medida su práctica ayuda a la liberación de la mujer más oprimida y explotada; y cómo la mujer, ha avanzado en esa lucha por su liberación y que logros ha alcanzado.
.
I.- Materialismo dialéctico. Materialismo histórico
.
Para un marxista la materia es lo primero y existe independientemente de la conciencia.
El materialismo marxista considera que el hombre, a través de sus acciones, transforma la realidad y cada individuo participa en esa trasformación que comienza, desde el momento mismo en que el humano interviene sobre la naturaleza, para buscar su medio de vida. Observando lo que nos rodea podemos conocer el mundo. Con la ayuda de la ciencia podemos determinar lo que ya conocemos y descubrir lo que ignoramos. En esto radica la importancia de la teoría materialista que desarrollaron Marx y Engels, en la aplicación de la ciencia al materialismo, en dar una concepción científica del mundo. Para ello aplican la dialéctica marxista.
“Y así hemos vuelto a la concepción del mundo que tenían los grandes fundadores de la filosofía griega, a la concepción de que toda la naturaleza, desde sus partículas más ínfimas hasta sus cuerpos más gigantescos, desde los granos de arena hasta los soles, desde los protistas hasta el hombre, se halla en un estado perenne de nacimiento y muerte, en flujo constante, sujeto a incesantes cambios y movimientos. Con la sola diferencia esencial de que lo que fuera para los griegos una intuición genial es en nuestro caso el resultado de una estricta investigación científica basada en la experiencia y, por ello, tiene una forma más terminada y más clara. Es cierto que la prueba empírica de este movimiento cíclico no está exenta de lagunas, pero éstas, insignificantes en comparación con lo que se ha logrado ya establecer firmemente, son menos cada año. Además, ¿cómo puede estar dicha prueba exenta de lagunas en algunos detalles si tomamos en consideración que las ramas más importantes del saber —la astronomía transplanetaria, la química, la geología— apenas si cuentan un siglo, que la fisiología comparada apenas si tiene cincuenta años y que la forma básica de casi todo desarrollo vital, la célula, fue descubierta hace menos de cuarenta?[…] Cuando después de una lucha de milenios la mano se diferenció por fin de los pies y se llegó a la actitud erecta, el hombre se hizo distinto del mono y quedó sentada la base para el desarrollo del lenguaje articulado y para el poderoso desarrollo del cerebro, que desde entonces ha abierto un abismo infranqueable entre el hombre y el mono. La especialización de la mano implica la aparición de la herramienta, y ésta implica la actividad específicamente humana, la acción recíproca transformadora del hombre sobre la naturaleza, la producción. También los animales tienen herramientas en el sentido más estrecho de la palabra, pero sólo como miembros de su cuerpo: la hormiga, la abeja, el castor; los animales también producen, pero el efecto de su producción sobre la naturaleza que les rodea es en relación a esta última igual a cero. Únicamente el hombre ha logrado imprimir su sello a la naturaleza, y no sólo llevando plantas y animales de un lugar a otro, sino modificando también el aspecto y el clima de su lugar de habitabilidad y hasta las propias plantas y los animales hasta tal punto, que los resultados de su actividad sólo pueden desaparecer con la extinción general del globo terrestre.”[1]
Según las leyes de la dialéctica toda materia evoluciona (ley del cambio) en una serie de procesos que no son independientes, sino que relacionados se desarrollan en el tiempo de forma progresiva dando forma al desarrollo histórico (ley de la reciprocidad). También que todo desarrollo lleva a la transformación que se produce como resultado de una lucha de fuerzas opuestas, del antagonismo entre ellas (la contradicción o lucha de contrarios), lucha que se desarrolla de forma cada vez más violenta desembocando en un salto cualitativo (ley de la transformación de cantidad en calidad). Por ello, la dialéctica está en constante pugna con el idealismo y con ese materialismo metafísico o mecanicista que estudia las ciencias evitando la relación que se establece entre ellas.
“[II] El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico […]
[VIII] La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica.
[IX] A lo que más llega el materialismo contemplativo, es decir, el materialismo que no concibe la sensoriedad como actividad práctica, es a contemplar a los distintos individuos dentro de la «sociedad civil».
[X] El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad «civil”; el del nuevo materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada.
[XI] Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.”[2]
El marxista desprecia la sociedad de la explotación de un humano por otro, de un ser vivo por otro. Defiende la naturaleza y se maravilla de cómo esta se desarrolla. Denuncia la sociedad que por el placer de obtener mayor beneficio la desprecia como desprecia a su semejante. Una sociedad que embrutece a la persona, manipula la educación empujando a la ignorancia y desdeña a la mujer mientras le hace creer que, teniendo los mismos comportamientos que el hombre (incluso los más viles), se acerca a la igualdad y la obtiene.
El idealismo considera la materia con un carácter estático, inamovible y, apreciando la ignorancia de los pueblos, desató la creencia de que la naturaleza y con ella el humano, existe para cumplir un papel concreto del cual no debe escapar. Y estos defensores de la burguesía les invitan a creer que la misma naturaleza creó a la mujer inferior al hombre y sus obligaciones limitadas a la familia, pero también a la iglesia. La mujer se ata al burgués en la creencia de que su papel ante todo es dar continuidad al capital del hombre del que ella, ahora, no solo disfruta, sino que también puede apropiarse e incluso organizar y por el cual merece la pena soportar cualquier sacrificio. A la mujer obrera le ata el instinto de supervivencia y se refugia en esa fe para sacrificarse por sus hijos y no perder la esperanza en una vida mejor, aunque sea después de la muerte. El hombre por su parte ha de procurar la procreación y la sostenibilidad de lo divino y humano.
La lucha entre el materialismo dialéctico y el materialismo metafísico e idealismo no es sólo de ideas. Es también una lucha social y política.
Ya hemos señalado que una de las leyes de la dialéctica se refiere a cómo la materia evoluciona en una serie de procesos encadenados y, que, de forma progresiva, se desarrolla en el tiempo dando forma a su desarrollo histórico. Así es como el materialismo dialéctico se prolonga como ciencia en el terreno de la historia humana.
El humano es el protagonista de su historia.
“A. Conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la historia. Se puede enfocar la historia desde dos ángulos, se puede dividir en historia de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, las dos son inseparables: mientras existan los hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan mutuamente. La historia de la naturaleza, las llamadas ciencias naturales, no nos interesa aquí, en cambio tenemos que examinar la historia de los hombres, puesto que casi toda la ideología se reduce ya bien a la interpretación tergiversada de esta historia, ya bien a la abstracción completa de la misma. La propia ideología no es más que uno de tantos aspectos de esta historia».”[3]
Y mientras que para los idealistas las acciones que resultan de la voluntad de los hombres son las que hacen la historia, para los marxistas el desarrollo de la historia humana está determinado por las relaciones económicas que surgen de los modos de producción o de cómo el humano obtiene sus medios de vida.
Es el materialismo histórico.
Las relaciones económicas en la producción se establecen entre los que poseen los medios de producción y los que producen en un proceso determinado de creación. En la sociedad capitalista estas relaciones económicas se dan entre los que poseen las fábricas y los que trabajan en ellas; entre los que poseen los medios de transporte y los que hacen posible el acto de transportar; los que poseen centros comerciales y los que en ellos trabajan de cajeros, de vendedores, de almaceneros de administrativos, de reponedores; entre los propietarios de monopolios y los que generan riquezas para ellos; los que organizan y administran a través del Estado el capital y su reparto y los empleados que trabajan para él. Son relaciones basadas en la existencia de clases.
El carácter económico de una sociedad cambia al cambiar la forma de producir medios de vida. Cuando los instrumentos de producción[4] y lo que se producía se usaba y se repartía en común no había clases. Esta economía colectiva corresponde a la primera forma de propiedad[5]. La división del trabajo se llevaba a cabo entre mujeres y hombres, entre ancianos y niños.[6] Mientras el hombre iba a buscar la caza y la pesca la mujer se encargaba de conservarlos y distribuirlos entre la comunidad de la tribu, recolectaba hierbas curativas, sacaba adelante a las crías que eran tan importantes para la supervivencia de la tribu como para aumentar el número de cazadores y guerreros. Cuidaba de los ancianos quienes habían sido los maestros. Todo ello le daba autoridad: en sus manos tenía la custodia de las riquezas de la tribu y su economía. Esta división del trabajo se dio según las condiciones de uno y otro individuo en ese modo de producir. Y si las mujeres de hoy, en que la ciencia la ayuda a controlar su salud y su reproductividad, padecen las complicaciones del embarazo y el parto y con los años sufren de enfermedades en huesos y otras relacionadas con su propia biología, debilitándose sus fuerzas y sus energías, entendemos que para aquellas mujeres primitivas que nada tenían para que las aliviara, no sería fácil la cría de bebés y su exposición a las amenazas que suponían las inclemencias del clima, las fieras y otras tribus. La mujer en esta época no conocía la opresión. El hombre no tenía entonces por qué ser opresor. Las relaciones hombre mujer se daban de forma natural, eran las leyes de la naturaleza humana.
Pero he aquí que un nuevo modo de producir, una nueva forma de economía aparece con la primera división social del trabajo. Aquella división del trabajo entre hombres y mujeres, ancianos y niños llevó a la especialización y con ella el desarrollo del pastoreo y la domesticación de los animales de un lado y el desarrollo de la agricultura por otro. La economía comenzó a basarse en la producción de ganado y su domesticación y en su intercambio, así como en las cosechas obtenidas. Los pastores se hacen nómadas y los que optaban por la agricultura se asentaron en las tierras de los valles. El papel de la mujer comienza a cambiar. También el del hombre. De un lado la mujer campesina que mantiene cierta autoridad. Aun controla parte de la economía ocupándose de cosechar y recolectar, de su mantenimiento. Observaba la relación que el clima tenía con la productividad agrícola (si requerían más humedad o menos entre otras), los efectos de las diferentes hierbas, uso de alfarería para crear utensilios para su conservación, cocinado, etc. e instrumentos que le facilitaran el trabajo agrícola. Eso la convertía en una persona sabia. El hombre mayoritariamente estaba alejado de aquellas tareas al tener que desplazarse para la caza de animales a los que domesticar -tarea que le ayudaba también a explorar nuevos territorios descubriendo otras tribus con las que intercambiar-, a la pesca y creando sus propios instrumentos para la realización de tales tareas.[7] Frente a eso, las mujeres pastoriles, ganaderas perdían su autoridad. No tenían que buscar el alimento o cómo conseguirlo. Tenían el alimento a su disposición entre cualquiera de los animales del ganado. Ayudaban en el pastoreo y a distribuir el alimento, pero no tenían autoridad sobre él, tampoco se encargaban del intercambio puesto que el cuidado y protección del ganado –la riqueza más valiosa- estaba a cargo del hombre sobre el que recaía la autoridad económica. Podía dedicarse a la agricultura, pero no como una necesidad para su alimento sino más bien para el del ganado cuando se establecían en algún territorio. El medio de vida, la carne del ganado estaba a su alcance y aunque ayudaban en la caza, lo intercambiaban los hombres. La autoridad económica se alejaba de ella y no presentaba ante el resto de individuos ninguna característica importante que no fuera la cría de nuevos miembros de la tribu y el cuidado de los ancianos y la choza en que se refugiaban.
“[…] Pero con el advenimiento de la barbarie llegamos a un estadio en que empieza a hacerse sentir la diferencia de condiciones naturales entre los dos grandes continentes. El rasgo característico del período de la barbarie es la domesticación y cría de animales y el cultivo de las plantas. Pues bien; el continente oriental, el llamado mundo antiguo, poseía casi todos los animales domesticables y todos los cereales propios para el cultivo, menos uno; el continente occidental, América, no tenía más mamíferos domesticables que la llama -y aun así, nada más que en la parte del Sur-, y uno sólo de los cereales cultivables, pero el mejor, el maíz.[…] En el Este, el estado medio de la barbarie comenzó con la domesticación de animales para el suministro de leche y carne, mientras que, al parecer, el cultivo de las plantas permaneció desconocido allí hasta muy avanzado este período.[…].
La formación de rebaños llevó, en los lugares adecuados, a la vida pastoril; los semitas, en las praderas del Éufrates y del Tigris; los arios, en las de la India, del Oxus y el Jaxartes [1]; del Don y el Dniépér. Fue por lo visto en estas tierras ricas en pastizales donde primero se consiguió domesticar animales. […]Y, a la inversa, en cuanto esos bárbaros del estadio medio se habituaron a la vida pastoril, nunca se les hubiera podido ocurrir la idea de abandonar voluntariamente las praderas situadas en los valles de los ríos para volver a los territorios selváticos donde habitaran sus antepasados. Y ni aun cuando fueron empujados hacia el Norte y el Oeste les fue posible a los semitas y a los arios retirarse a las regiones forestales del Oeste de Asia y de Europa antes de que el cultivo de los cereales les permitiera en este suelo menos favorable alimentar sus ganados, sobre todo en invierno. Es más que probable que el cultivo de los cereales naciese aquí, en primer término, de la necesidad de proporcionar forrajes a las bestias, y que hasta más tarde no cobrase importancia para la alimentación del hombre.”[8]
Observamos que al cambiar la división del trabajo hay una transformación de las fuerzas productivas (del trabajo del hombre y de la mujer) y aparecen diferentes contradicciones en la relación entre ellos y entre los individuos en la sociedad. Depende del lugar que ocupan en la organización social.
* * * * * * * * *
Pero hagamos un inciso para situarnos en la actualidad. Y es que no podemos dejar pasar la oportunidad de mencionar algunas aportaciones sobre el estudio de algunas tribus que podemos encontrar actualmente y que en gran medida ratifican lo expuesto.
“En las laderas del Himalaya yace el lago Lugu, hogar del pueblo mosuo y entrada a una tierra misteriosa conocida como «el Reino de las Mujeres».
[…]Después de una ceremonia de llegada a la madurez, las mujeres mosuo pueden elegir a sus amantes, teniendo tantos o tan pocos como deseen en su vida.
Durante estos «matrimonios», los hombres visitan la casa de la mujer con una invitación y pasan la noche en un «cuarto de flores».
Al amanecer salen y regresan a su propia casa. Las parejas no viven juntas y los bebés se crían exclusivamente en la familia de las madres. Son los hermanos y tíos quienes desempeñan el papel paternal.
Pero los hombres también ejercen un papel importante en la sociedad mosuo.
Antiguamente, solían viajar en caravanas vendiendo los productos locales.
También se dedicaban a la construcción de viviendas, a la pesca y a la cría y matanza de ganado.
Hoy en día tienen, si cabe, un rol más relevante. Pese a no ocuparse de sus propios hijos, sí son responsables económicamente de los sobrinos y sobrinas que viven con ellos en sus casas.
Aunque con frecuencia se dice que los mosuo son una de las últimas sociedades matriarcales que existen en el planeta, es más correcto decir que la comunidad sigue una tradición matrilineal.
Esto es, los hombres siguen ejerciendo un poder político importante en la vida pública, pero las mujeres son las dueñas y jefas del hogar. Son ellas quienes toman las decisiones en el ámbito familiar.
Las riquezas, los bienes y propiedades pasan de madre a madre al morir y esto otorga a las mujeres mosu una gran autoridad y libertad.”[9]
Se está introduciendo la valoración personal desde un punto de vista no marxista al basarse sólo en la cuestión de la herencia y no en el papel social de la mujer como garante del poblado.
Desde el punto de vista marxista claro está que no se puede hablar de matriarcado en los mismos términos de patriarcado. Éste último nace bajo las condiciones de unas relaciones económicas que están determinadas por la existencia de la propiedad privada. Es cierto que existe antes del capitalismo, lo hace cuando surge el interés individual de propiedad. El matriarcado no puede sustentar el gobierno de la sociedad pues las decisiones son tomadas por la comunidad. El gobierno de la sociedad se sustenta por el colectivo. El Estado como tal, el gobierno de la sociedad, surge con el desarrollo de la misma propiedad privada.
Con el matriarcado, el poder de la mujer está determinado porque ella gestiona y organiza la economía: trabaja en el cultivo, pone a buen recaudo las cosechas, elabora y reparte. Su autoridad no radica en gobernar, reside en organizar el sostenimiento e intereses del colectivo y de la familia, manteniendo a salvo las riquezas (cuidar de los medios de vida, las crías, la seguridad y las buenas relaciones entre miembros del poblado). En ese momento, la autoridad del hombre residía en cómo cazar, cómo sustraer riquezas, cómo mantener el ganado, cómo defenderse de otras tribus, en todo lo que requería de su individualidad para ponerlo al servicio del colectivo.
Otro ejemplo actual es el de la isla de Sumatra (Indonesia) donde destacan a los minangkabaus:
“[…] Así, al oeste de la isla de Sumatra vive hoy una etnia con más de cuatro millones de personas que recibe una atención especial por sus atípicas prácticas tradicionales. Se trata del matriarcado de los minangkabaus, una etnia musulmana que presume de ser el casamiento entre lo patriarcal —el islam— y lo matriarcal —el adat o credo ancestral—. […][10]
Perseguidos durante décadas por apostasía por los sectores más ortodoxos del islam, los minangkabaus insisten en un discurso integrador de las prácticas ancestrales con la Sunna —tradición de la ortodoxia islámica—, en el entendimiento de que la mujer representa el nexo histórico entre el pasado y la modernidad. La importancia de la mujer en ese vínculo con la tradición —concebida como periodo preislámico— se evidencia en la herencia de la propiedad, que es matrilineal —de madres a hijas—. [… ]. El adat o tradición espiritual que se mantiene hoy, si no de forma íntegra, sí en su esencia tiene más de 2.000 años y guarda relación con los pueblos austronesios, que vinculaban la fertilidad de la mujer con la de la tierra, interpretación similar a lo que manejaban algunas comunidades neolíticas. […] [11]
Casi todos los antropólogos que estudian esta sociedad coinciden en la importancia del consenso para esta comunidad. Para los temas relativos a la convivencia, las mujeres se reúnen en una suerte de consejo en el que debaten los conflictos y buscan soluciones consensuadas. La figura de la Bundo Kanduang, que suele ser una mujer de edad respetada por la comunidad, dirige estas reuniones y los temas que tratar en la agenda. Las mujeres expresan sus puntos de vista y deciden conjuntamente cómo resolver las controversias. No falta la simbología: durante la puesta en común de argumentos se cocina un dulce de coco que representa el consenso.
Existe una diferenciación entre tierra heredada por línea materna, que es comunal en tanto que pertenece a un clan, y tierra adquirida por compraventa individual, que se considera espiritualmente inferior, aunque tras varias generaciones en nombre de un clan pasará a un nivel superior. Muchos hombres emigran para ganar dinero y conseguir comprar estas tierras inferiores.”[12]
Si en el patriarcado prevalece el derecho paterno y la descendencia se cuenta por apellido del hombre (patrilinealidad), en el matriarcado prevalecía el derecho de la madre (matrilinealidad), la descendencia contaba por línea femenina pasando las herencias materiales de un propietario no a sus hijos sino a sus hermanos y hermanas y a los hijos de estos. Es decir, se regulaba la posesión, se impedía que la posesión material se convirtiera en exclusividad. Con el patriarcado las herencias recaen sobre los hijos del padre. Se ha privatizado la propiedad, ya no se comparte sino que se perpetúa en unas solas manos y de forma principal, sobre el hombre, aquel que ha tomado la autoridad económica de la familia y la organización social.
Está también el caso del Poblado de Juchitán:
“Cruzando el Pacífico y cambiando al hemisferio norte, se llega a otro ejemplo de sociedad matriarcal. La ciudad de Juchitán, en el estado de Oaxaca, es conocida por muchos como la Ciudad de las Mujeres. La tradición para estas indias zapotecas[13] es muy diferente de aquella compartida por la mayoría de mexicanas: sus madres, abuelas y bisabuelas se encargaban en la familia de los negocios, ámbito juzgado más apropiado para las mujeres por considerarse más aptas en la gestión de recursos y el comercio. El campo, el arte y la política son en cambio el terreno de los hombres dentro de esta tradición. […]
A pesar de que los roles de género en estos casos suponen una variación en cuanto a las responsabilidades y al poder de la mujer en el entorno social, utilizar la fórmula matriarcado resulta dudoso, especialmente si se quiere entender matriarcal como concepto diametralmente opuesto a patriarcal. La herencia matrilineal convierte a la mujer en una figura clave dentro de estas comunidades, pero ello no se ha traducido en una relación de dominación, sino en una asignación de responsabilidades diferente y más igualitaria.”[14]
Sí, en aquel entonces el matriarcado consistía en que las mujeres aseguraban el bienestar de toda la tribu. Engels nos dice que:
“El descubrimiento de la primitiva gens de derecho materno, como etapa anterior a la gens de derecho paterno de los pueblos civilizados, tiene para la historia primitiva la misma importancia que la teoría de la evolución de Darwin para la biología, y que la teoría de la plusvalía, enunciada por Marx, para la Economía política. Este descubrimiento permitió a Morgan bosquejar por vez primera una historia de la familia, donde, por lo menos en líneas generales, quedaron asentados previamente, en cuanto lo permiten los datos actuales, los estadios clásicos de la evolución. Para todo el mundo está claro que con ello se inicia una nueva época en el estudio de la prehistoria. La gens de derecho materno es hoy el eje alrededor del cual gira toda esta ciencia; desde su descubrimiento, se sabe en qué dirección encaminar las investigaciones y qué estudiar, así como de qué manera se deben agrupar los resultados obtenidos. Por eso hoy se hacen en este terreno progresos mucho más rápidos que antes de aparecer el libro de Morgan. […]
En adición a los antropólogos, viajeros e investigadores profesionales de la prehistoria, han salido al palenque los representantes de la jurisprudencia comparada, que han aportado nuevos datos y nuevos puntos de vista. Algunas hipótesis de Morgan han llegado a bambolearse y hasta a caducar. Pero los nuevos datos no han sustituido en parte alguna por otras sus muy importantes ideas principales. El orden introducido por él en la historia primitiva subsiste aún en lo fundamental. Incluso puede afirmarse que este orden va siendo reconocido generalmente en la misma medida en que se intenta ocultar quién es el autor de este gran avance.”[15]
Valorar si era matriarcado o si era solo matrilinealidad tiene más que ver con el tipo de análisis que utilicemos, el marxista o el que se rige por los principios que desde el campo burgués se ponen sobre la mesa.
Para Engels el matriarcado es el derecho materno. Y el derecho paterno con la propiedad privada pasó a ser la autoridad paterna, el poder del hombre. El patriarcado, ya firmemente ligado al modo de producción, se fortalece con la segunda división social del trabajo.
.
La mujer, la propiedad privada y el antagonismo de clases
Si bien las desigualdades entre hombres y mujeres no fueron igual en todas las civilizaciones[16], con la segunda división social del trabajo surgen la formación de las primeras ciudades y la creación del Estado que será el instrumento de dominación de una clase sobre otra. Se desarrolla la industria y surgen diferentes oficios. Se produce la agrupación de individuos en determinados trabajos: la socialización del trabajo. El comercio se desarrolla y también el antagonismo entre el campo y la ciudad. La agricultura pierde peso frente a la comercialización de lo que se produce en la ciudad, por tanto, frente a la industria. La propiedad de la casa, de la tierra… la propiedad individual privada prevalece sobre la propiedad comunal. La mujer ha perdido toda autoridad familiar y social. Por el contrario, se incorpora únicamente como medio de producción. Aumenta el desarrollo del comercio de esclavos y la familia pasa a ser la unidad económica de la sociedad.[17] La mujer se ha convertido en el complemento del hombre y más allá, en su sierva.
“Como hemos visto, hay tres formas principales de matrimonio, que corresponden aproximadamente a los tres estadios fundamentales de la evolución humana. Al salvajismo corresponde el matrimonio por grupos; a la barbarie, el matrimonio sindiásmico; a la civilización, la monogamia con sus complementos, el adulterio y la prostitución. Entre el matrimonio sindiásmico y la monogamia se intercalan, en el sentido superior de la barbarie, la sujeción de las mujeres esclavas a los hombres y la poligamia.”[18]
Coincide el antagonismo de clases con el desarrollo del antagonismo entre hombre y mujer en el matrimonio individual; y la opresión de una clase por otra coincide con la opresión del sexo femenino por parte del hombre. E insistimos, coincide porque se produce al darse un nuevo orden social y papel que en él ocupan los individuos.
“[…] El orden social en que viven los hombres en una época en un país dado está condicionado por esos dos tipos de producción: por el grado de desarrollo del trabajo y de la familia. Cuanto menos desarrollado está el trabajo y más restringida es la cantidad de productos, – y, por consiguiente, la riqueza de la sociedad-, con tanta mayor fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social. […]La sociedad antigua basada en las uniones gentilicias, salta por los aires a consecuencia del choque de las clases sociales recién formadas. Su lugar lo ocupa una sociedad organizada en Estado y cuyas unidades inferiores ya no son gentilicias, sino territoriales. Se trata de una sociedad en que el régimen familiar está completamente sometido a las relaciones de propiedad y en la que se desarrollan libremente las contradicciones de clase y la lucha de clases, que constituyen el contenido de toda la historia escrita hasta nuestros días”[19]
El continuo desarrollo del comercio lleva al mercantilismo y con él la tercera división social del trabajo. Aumenta el antagonismo entre trabajo industrial de la ciudad y trabajo en el campo; aparece el mercader que siendo al principio un simple intermediario que pone en contacto a los comerciantes a cambio de un dinero, acabará por convertirse en aquel que vive de las rentas sin producir nada, en un burgués. Los productores son los proletarios, la clase obrera, los trabajadores. La mujer tiende a convertirse en fuerza productiva: para parir herederos de riqueza, unas, y de mano de obra, otras que además tienden a vender su fuerza de trabajo (obligadas para ayudar a la economía familiar) entrando a formar parte de la esclavitud asalariada, de la clase obrera. Así logran conseguir la independencia económica pero no todavía la libertad de decidir sobre su persona. “Es asunto de la burguesía promover los fideicomisos, reunir a mujeres y niños en las fábricas, torturarlos allí, corromperlos, condenarlos a la pobreza extrema.”[20]
En el hogar, la mujer continúa siendo la sierva de la familia y del hombre lo que socialmente la convierte en una fuerza productiva que, en el mercado de trabajo, no vale mucho. El valor de la fuerza de trabajo está determinado por el mínimo necesario para mantener con vida al trabajador y su familia. Es decir, cuantas más mujeres emplee el capitalista más a la baja tiende el salario del trabajador hombre. Claro que está unido a otras circunstancias económicas y sociales que empujan al interés capitalista a incorporar más a la mujer o no. De ahí la importancia de mantener una lucha constante por parte del conjunto de la clase obrera a favor de la subida salarial y la reducción de jornada de trabajo.
Cada cual se paga sus medios de supervivencia. La mujer con su salario y el hombre con el suyo. Entre ambos pueden mantener a los hijos, pero al capitalista sólo le importa que la vivienda, la educación, la salud que necesitan los individuos trabajadores y la futura mano de obra sea la necesaria como para mantener el valor de la fuerza de trabajo lo más barata posible. Los bancos se encargan de hacer préstamos al trabajador, siempre a cambio de que devuelva con intereses lo prestado. Además, a través del Estado el productor, los obreros y trabajadores, son saqueados nuevamente para -justifica el burgués- mantener la sanidad y la educación. Sin embargo, la gran parte de esos impuestos vuelve a manos del capitalista a través de las empresas que realizan las obras, producen las maquinas, las medicinas, los edificios, los materiales e instrumentos necesarios para la sanidad y la educación social. El resultado es que bajo el sistema de producción del capital la fuerza de trabajo[21] se ve esclavizada de por vida. ¿Cómo negar que esa forma de existencia no influye en las relaciones entre los individuos de la misma clase y entre los de las diferentes clases?
La mujer ha pasado sin darse cuenta a sufrir una triple[22] opresión frente a la igualdad social que va adquiriendo con el hombre y que se rompe de un lado cuando entra en el hogar; y, de otro lado, frente a la desigualdad con miembros de su propio colectivo de mujeres, aquellas que conviven con el mercader y como él acaban convirtiéndose en burguesas.
Así pues, el patriarcado, la prevalencia de la autoridad del hombre frente a la autoridad de la mujer, ha aparecido con el surgimiento de la propiedad privada, está unido a su existencia y, por tanto, unido intrínsecamente al modo de producción capitalista. Supone no tanto la supremacía del hombre sino la esclavitud de la mujer que, habiendo perdido la autoridad económica, sacrifica también sus propios intereses como individuo. No es tanto que la autoridad económica recaiga en el hombre, que lo es, sino sostener la existencia de la propiedad privada. [23] Al imperialismo le importa más mantener el beneficio del capital que someter a la mujer. Ésta será sometida y explotada en tanto que pertenezca a la clase obrera y trabajadora. Como burguesa y capitalista la mujer cumplirá las normas de la moral burguesa, defenderá sus reglas y se comportará como capitalista imperialista
La tercera ley de la Dialéctica, la de la contradicción o lucha de contrarios, hace que el desarrollo del sistema capitalista de producción empuje a la mujer hacia su propia emancipación, incorporándola como representante del capital de un lado y como fuerza productiva del otro. Y ello es posible porque la individualidad da paso a la socialización y, con ella, a la autoridad económica y social de ambos sexos.
* * * * * * * * *
Podemos pues afirmar que el materialista no dialéctico estudiará el patriarcado o supremacía del hombre, aislado del proceso social a pesar de reconocer su relación con la propiedad privada. El patriarcado aparecerá para él como un anexo independiente. Aíslan los individuos y las relaciones que se establecen entre ellos por el modo en que producen y cómo se reparten sus medios de vida. Admitiendo que existe el patriarcado antes del capitalismo (lo cual lo marxistas no niegan), luchan por eliminarlo aunque el sistema capitalista no caiga. Y cuando los hechos se imponen y les obligan a reconocer la necesidad del cambio de sistema social (que los marxistas afirman se producirá) no admiten que unas nuevas relaciones económicas tiendan hacia la emancipación de la mujer como tal. Y, mientras admiten la existencia de clases, no tienden a enfrentar el sistema de propiedad privada lo cual es lo mismo que sostener que las mujeres tienen derecho a un trozo del pastel capitalista. Lo que no aclaran es que esto deja fuera a las mujeres obreras, obligadas a vender su fuerza de trabajo si quieren lograr un mínimo de independencia. Y también las deja apartadas de la liberación con respecto a la desigualdad hombre-mujer.
Así pues, estudiando la historia humana nos encontramos con el antagonismo entre dos grupos fundamentales (opresores y oprimidos): una constante lucha de clases. Amos y esclavos, señores y siervos y burgueses y proletarios. Bajo este último, el proletariado hombre y mujer lucha por mantener su puesto de trabajo, salir de la miseria y cuanto más lucha contra el capital para conseguirlo más aumenta la competencia por un puesto de trabajo, más baja su salario al aumentar la oferta de trabajadores, y más miserias recaen sobre él como proletariado. El empeoramiento de su calidad de vida y condiciones de trabajo va a más.
Si la vida del hombre trabajador empeora no empeora menos la de la mujer. De un lado se ve de nuevo empujada a refugiarse en el hogar debido a la competitividad y las políticas reaccionarias que dificultan el cumplimiento de derechos como jornadas reducidas que se aplican casi exclusivamente a trabajadoras del sector público. Además, si quiere mantener un mínimo de independencia ha de someterse a muchas horas de trabajo (fábrica y hogar). Es usada como medio que se lanza socialmente para elevar la obtención de beneficios lo que la enfrenta al hombre y a la competencia entre ellas mismas. De otro lado, se ensalzan sus cualidades y se le habla en pro de la igualdad con el hombre, -nunca en pro de la igualdad entre las mujeres como colectivo social- mientras se la ofrece a los lobos desesperados y depredadores que ya han perdido su dignidad humana.
El capitalista lucha por perpetuarse como clase y se enfrenta al proletariado concediéndole pequeñas migajas. Consiente que los trabajadores puedan tener propiedades. Si las ganancias le parecen satisfactorias, aunque no excelentes, le alienta a sentirse poderoso permitiendo que pueda tener no uno sino dos coches, no una vivienda sino dos, pero eso sí, a cambio de que aumente la productividad sin aumentar un ápice el valor de su fuerza de trabajo; es decir, que trabaje más horas por el mismo salario. Pero la crisis del capital acecha continuamente, los medios de vida del proletario -hombre o mujer- empeoran y cada vez resultan más inalcanzables, empeora la calidad de su salud que se comercializa y privatiza a cambio de que el nivel de vida del banquero, el vago usurero, la señorona beata, el capitalista se supere hasta la desfachatez de hacer caridad sobre los que anteriormente se ha ocupado de hundir en la miseria.
En realidad, como individuo, la mujer está inmersa en la lucha por su individualidad pero la obrera además, también lo está por mantenerse unida a sus hijos. Y, sin embargo, como fuerza productiva, se aleja de la concepción burguesa de unidad familiar, mientras que el sistema empuja al hombre obrero y trabajador -al que exprime quitándole la sensación de poder que le había concedido- a que tome a la mujer como único objeto de posesión. Pero la mujer no es un objeto, es una persona. Y cuando se rebela recordándoselo, se ve maltratada, ultrajada y asesinada.
No podemos afirmarlo con seguridad, pues deberíamos hacer un estudio, pero es llamativo que el aumento de la violencia sobre la mujer parezca agudizarse en momentos en que la crisis del capital se agudiza, explosionando sobre la clase obrera que paga con su sudor y hasta con su vida la recuperación de beneficios para el capitalista.
“El hombre tomó el mando también en el hogar; la mujer fue degradada y reducida a la servidumbre; se convirtió en la esclava de su lujuria y en un mero instrumento para la producción de hijos. Para asegurarse de la fidelidad de la esposa y, por lo tanto, de la paternidad de los hijos, es entregada incondicionalmente al poder del esposo; si él la mata, solo está ejerciendo sus derechos.”[24]
Engels escribió esas palabras en 1884. No está lejos de nuestra realidad presente: maltrato moral y físico hacia la mujer por el hombre que fue o es su pareja, violaciones y asesinatos. Y no parece que la aplicación de la justicia dé apenas resultados. Y a esta situación es donde la han situado las relaciones económicas de producción: a la condición de esclavitud y dependencia, de opresión y humillación. Justo cuando se desarrolla la lucha de clases y el antagonismo capital-trabajo.
.
La mujer en la lucha de clases
Se van desarrollando las luchas, el antagonismo de clases se resuelve con el estallido de revoluciones, se producen los cambios bruscos que empujan a la clase de los productores, hombres y mujeres, a dar un paso más hacia su emancipación. Y ocurre que, cuando los burgueses ya no pueden permanecer unidos en su afán por obtener riquezas y mantener el poder, y el proletariado es consciente de que ya nada tiene que perder más que sus cadenas – como cuando igual que el agua cambia su temperatura poco a poco y, al llegar a los 100º, se convierte en vapor de agua-, se produce la revolución del proletariado y de forma violenta una sociedad deja de ser para convertirse en otra superior. Y es que un obrero, un trabajador hombre o mujer, lo es no porque tenga más o menos dinero sino porque se ve obligado a vender su fuerza de trabajo para vivir. Su función social es trabajar para otro: es un esclavo/esclava asalariado. Y es que una mujer nace mujer y se convierte en esclava primero y después en esclava asalariada; o nace mujer y se convierte en la mujer del burgués primero y en burguesa capitalista después.
El sometimiento de la mujer se da por la existencia misma del trabajo social que se desarrolla en base a la explotación del ser humano por otro ser humano. La sumisión sexual de la mujer impuesta por el hombre, sólo puede resolverse cuando la mujer ha tomado conciencia de su sometimiento. Y ésta sólo puede liberarse cuando la contradicción principal -apropiación individual frente a producción social- quede resuelta.
Pero la situación de la mujer obrera se complica cuando los intereses de la burguesía empujan al productor a sacrificarse cada vez más, robándole sus valores y su dignidad. Pero, como nos enseña el materialismo histórico, el mayor nivel de fuerzas productivas mujeres aumenta la competitividad y las manda a la fila de desempleados obligándola a padecer como obrera, las mismas miserias que el hombre obrero. Ambos se convierten en miserables esclavos asalariados. A ella aún le queda luchar por tener los mismos derechos que él como ser humano pero ya sabemos que el sistema capitalista no defiende la humanidad sino para que le sirva como esclava. Solo la queda unirse a su aliado el obrero y luchar contra el sistema económico para conquistar la emancipación: la de la clase y la suya propia como individuo social ante la ley primero y ante la vida, hasta que, por fin, la moral burguesa se diluya y las ideas reflejo de la nueva vida sean ideas nuevas.
La situación de la mujer burguesa se complica cuando los intereses de clase le hacen tomar la decisión de librarse de las ataduras que el hombre impone y convertirse en fuerza productiva -en obrera – o seguir atada a él y vivir como burguesa, lo cual no le impide luchar por conseguir el mismo poder que él tiene: el poder del capital.
Que las relaciones íntimas las establezcan personas del mismo sexo y la familia no sea la tradicional burguesa, es algo que no preocupa al capitalista. A éste cada vez le importa menos dado que le libera a él mismo de su hipocresía. Por el contrario, lo usa como instrumento para desviar la lucha de los obreros, desestabilizar su unidad y mantener las santas leyes de su dios el capital.
Ya lo hemos señalado, las ideas son reflejo de cómo vivimos. El asalariado como “ser social” vivirá y pensará como tal. Lo mismo ocurrirá con el burgués.
Marx nos lo resume: “No es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.[25] Y Engels nos lo explica:
“Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El modo de producir los medios de vida de los hombres depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que hay que reproducir.
Este modo de producción no debe considerarse solamente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo de cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.
Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un trato [Verkehr] entre los individuos. La forma de esté intercambio se halla condicionada, a su vez, por la producción.”[26]
Las clases sociales son pues grupos de hombres y mujeres que tienen las mismas condiciones de existencia y están sujetos a una igual forma de ganarse el pan. En el imperialismo capitalista esas dos grandes clases antagónicas son: la obrera que produce el pan y la burguesa que se lo apropia. Las mujeres están en ambas clases, sus ideas corresponden con el modo de vida y las condiciones de ganarse el pan o de apropiárselo. Unas son miembros de la clase productora, la clase obrera y trabajadora; otras son miembros de la clase expropiadora, burguesa.
Así pues, el grupo de individuos que conforman las mujeres no puede considerarse una clase social, todo lo contrario a lo que afirma el Partido Feminista de España que, en respuesta a otras feministas más posmodernas, señala:
“[…] redactamos unas tesis complejas que explican que la mujer es una clase social y económica, tras un exhaustivo y extenuante debate con las formaciones de izquierda, y escribimos miles de páginas que luego redujimos para presentar en público el libro que condensaba nuestra ideología.”[27]
En otro momento habrá que profundizar en esas tesis tan “novedosas” que llegan a la conclusión de afirmar que las mujeres son una clase social.
Lo que entendemos del marxismo es que, si la lucha entre las clases sociales muestra cómo evolucionan las sociedades, nos está mostrando cómo su protagonista, el humano, construye la historia. De ahí que el marxismo afirme que la lucha de clases es el motor de la historia.
La emancipación del individuo será el reflejo de su emancipación social. El machismo como razón de las costumbres irá dando paso a otras nuevas basadas en las relaciones económicas de igualdad y equidad. Y aunque el triunfo total del socialismo no ha sido posible aún en la historia, las experiencias de la Dictadura Proletaria, allí donde durante un tiempo se pudo aplicar, es ejemplo que avala las conclusiones del análisis marxista sobre la emancipación de la mujer.
Está desapareciendo la familia como unidad económica que ahora recae en la sociedad:
“Para comprender completamente el significado y las posibilidades de la nueva ley, debemos recordar que la URSS es un Estado socialista. La producción es para uso y sin fines de lucro. El desempleo fue finalmente abolido en 1932. Nadie tiene que preocuparse por el futuro. La seguridad social ha sido aceptada y puesta en práctica durante mucho tiempo. Las preguntas que se discuten hoy en día no son si debería haber asignaciones familiares, sino qué forma deberían tomar; no si debería haber una licencia por embarazo, sino cuánto tiempo debería ser. No discuten si el país puede permitirse suficientes guarderías y jardines de infancia. Discuten sobre el mejor tipo de guardería y jardín de infancia. La familia, a través de sus comités de fábrica, a través de la plena igualdad política y económica, decide la forma en que se desarrolla su ciudad o municipio”.[28]
Cómo vive su nueva existencia se refleja en las nuevas ideas que va formando. Se está desarrollando como la mujer nueva que nació con el capitalismo:
“La posición de la mujer. […] No hay límites establecidos para las posibilidades de sus actividades o para el alcance de sus intereses. Casada o soltera, sea lo que sea, artista, científica, obrera o agricultora, su vida puede ser muy plena. Las mujeres que no están interesadas en alguna actividad externa comienzan a sentirse desconectadas de la vida. El contexto en el que la mujer soviética ha estado viviendo durante los últimos veinticinco años está cambiando su actitud ante la vida”.[29]
La mujer recibe la ayuda del Estado, de la sociedad para cuidar de la familia, los hijos e hijas que constituyen el futuro del mundo. Cuidar de ellos no es su tarea sino de la sociedad. La madre siempre lo será de sus hijos, pero vigilará de su bienestar a través de los ojos de la sociedad obrera:
“El niño en la URSS. […] Cuando todavía se libraba una guerra civil, cuando el hambre era generalizada y la industria estaba casi completamente paralizada, se estaban elaborando planes para el cuidado de los niños y, en la medida de lo posible, puestos en práctica. Cuando llegó la paz, y la industria y la agricultura se desarrollaron, se hicieron más y más provisiones para el niño, hasta que en 1940 el niño soviético, de quien fuera -del profesor, del director o del limpiador de la oficina-, era el mejor cuidado en cualquier lugar del mundo. Se entenderá fácilmente que la guerra trajo grandes dificultades a los niños como a los adultos.”[30]
La mujer ya no es considerada inferior intelectualmente. Participa en la producción en igualdad de condiciones. Como el hombre recibe a igual trabajo igual salario, participa en política y en la economía del Estado. Recupera su autoridad:
“[…] En la industria soviética, miles de mujeres son gerentes de fábrica, capataces y subgerentes adjuntas. Hay 250,000 mujeres en el vasto ejército de técnicos. Miles de mujeres están a cargo de granjas colectivas, y miles más son líderes de brigadas. Cientos de mujeres han sido honradas con el título de Héroe del Trabajo Socialista por su alta productividad laboral.[31]
Ha entrado en la dirección de las instituciones públicas y participa en la dirección del Estado sin que por ello se esclavice a otras mujeres:
“Nuestras mujeres aprovechan al máximo el derecho a la educación garantizado por la Constitución de Stalin. Esto se puede ver en el hecho de que de esos técnicos con educación universitaria, el 43% son mujeres. Las 277 mujeres diputadas a los Soviets Supremos de la Unión y las Repúblicas Autónomas son una prueba viviente de la plena igualdad política que disfruta la mujer soviética y su participación activa en la administración del Estado.”[32]
La mujer es capaz de unirse como colectivo mundial en la lucha contra la guerra de los saqueos y por el bien de la humanidad:
“Las mujeres de nuestra sociedad socialista están, junto con todo el pueblo soviético, librando una lucha activa y constante para consolidar el campo democrático y rechazar a los belicistas imperialistas. Luchan con ellas las mujeres de las nuevas democracias: Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumanía y Albania, donde el sistema democrático del pueblo les ha asegurado derechos económicos, políticos y civiles iguales a los hombres.”[33]
La mujer socialista se convierte en ejemplo de lucha y esperanza de conquistas para las mujeres que siguen siendo esclavizadas bajo el capitalismo. Se convierte en el baluarte en la lucha de la mujer del mundo capitalista por su emancipación como trabajadora y como mujer:
“Millones de mujeres en los países capitalistas y coloniales se han unido a la lucha por la paz y la democracia. Su posición es muy diferente a la de las mujeres en la Unión Soviética y las nuevas democracias. Hasta el día de hoy, la «democracia» burguesa de los países capitalistas todavía priva a las mujeres de la igualdad. En muchos países, las mujeres ni siquiera disfrutan del derecho al voto. Las trabajadoras en los Estados Unidos y Gran Bretaña no reciben igual salario por igual trabajo; y para la mayoría de ellos la educación es extremadamente restringida.”[34]
“La posición de la trabajadora y la madre en los países coloniales es mucho peor: de los 500 millones de niños en las colonias 480 millones no asisten a la escuela. En los países de América Latina, del 50 al 80 por ciento de los niños en edad escolar no reciben educación primaria. En los Estados Unidos, 5 millones de niños no asisten a la escuela. Las mujeres trabajadoras en los países capitalistas conocen todos los horrores de la esclavitud capitalista. Se están levantando en la lucha por su liberación, uniendo sus esfuerzos con los de todas las fuerzas democráticas.”[35]
.
La mujer como individuo social
La conciencia de la mujer como individuo social parte del papel que tiene como protagonista en la historia, papel determinado por las condiciones de existencia que la han conducido a estar sometida a los intereses del capital y, por ende, del hombre. Ella, como miembro social adquiere conciencia de su desigualdad humana respecto al hombre porque está sometida a la esclavitud social que le exige para sobrevivir producir nuevos medios de producción, someterse a los criterios de la competitividad y ser el alivio de depravados y desesperados que no encuentran valor a su dignidad humana. De todo ello saca beneficios el capitalismo.
“La competencia es la expresión más perfecta de la guerra de todos contra todos, que hace estragos en la sociedad burguesa. Esa guerra, guerra de por vida, por la existencia, por todo, y que llegado el caso puede ser una guerra a muerte, hace que anden a la greña no solamente las diferentes clases de la sociedad, sino también los diferentes miembros de esas clases; cada uno le cierra el camino al otro, y por eso es que cada uno trata de despojar a todos aquellos que se alzan en su camino para tomar su lugar. Los trabajadores se hacen la competencia lo mismo que los burgueses. El tejedor que trabaja en un telar entra en liza contra el tejedor manual, el tejedor manual, que está mal pagado y desempleado, contra aquel que tiene empleo y es mejor pagado, y trata de apartarlo de su camino. Ahora bien, esa competencia de los trabajadores entre sí es para el trabajador la peor de parte de las relaciones actuales, el arma más acerada de la burguesía en su lucha contra el proletariado. De ahí los esfuerzos de los trabajadores por suprimir esa competencia al asociarse; de ahí la rabia de la burguesía contra esa asociaciones y sus gritos de triunfo por cada derrota que les ocasiona.”[36]
“Es una cosa singular que la confección de los artículos que sirven precisamente para la limpieza de las damas de la burguesía esté unida a las consecuencias más penosas para la salud de las personas que los trabajan. Ya hemos visto eso en la fabricación de encajes, y ahora tenemos en las tiendas de moda de Londres una nueva prueba de apoyo a esta afirmación. Estos establecimientos emplean a gran número de chicas jóvenes –hay, según se dice, un total de 15000- que viven y comen en la casa, la mayor parte originarias del campo, y son así esclavas completas de la patronal […] todo eso, pero, ante todo, el trabajo prolongado y la privación del aire, producen los resultados más penosos para la salud de las chicas. El cansancio y el agotamiento, la debilidad, la pérdida de apetito, los dolores de hombros, espalda o cadera, pero sobre todo los dolores de cabeza, pronto hacen aparición; […]Allí, sentadas y curvadas con su trabajo, […]mientras que por debajo, a sus pies, corren las brillantes carrozas de la alta burguesía, y mientras puede ser que a diez pasos de allí, un miserable dandi pierde en una noche, jugando al faraón, más dinero de lo que ellas pueden ganar en todo un año”[37]
A poco que se fijen las mujeres obreras y trabajadoras en la limpieza, dependientas, cajeras, reponedoras en tiendas y centros comerciales, envasadoras, recolectoras… e incluso trabajadoras de algunos de los servicios públicos más necesarios por el uso que los obreros hacen de ellos, encontrarán muchas similitudes con las vividas por estas costureras de la Inglaterra de 1844. Afortunadamente las luchas obreras han logrado que las condiciones laborales, a pesar de todo, sean mejores y, por tanto, la calidad de vida. Aun así, la mujer obrera llega a los 50 con un cúmulo de enfermedades consecuencia del trabajo realizado durante años. Y al miserable dandi se ha unido su damisela para, entre ambos, derrochar millones, muchísimos más que el dandi de siglo pasado.
“[…] En bastantes casos, la vida familiar no es destruida completamente sino desordenada por el hecho de que la mujer trabaje. Es la mujer la que alimenta a la familia, el hombre se queda en casa, cuida de los hijos, barre las habitaciones y cocina. El caso es frecuente, muy frecuente: sólo en Manchester, se registrarían varios cientos de hombres condenados de esta forma a trabajos domésticos. Puede imaginarse la revuelta legítima que esta castración causa entre los obreros, y que alteración de todas las relaciones familiares se deriva, mientras que el resto de relaciones sociales continúa siendo las mismas.”[38]
Es lo que nos encontramos si bajamos a muchos de los barrios obreros que no son los de Inglaterra del siglo XIX, sino los de un capitalismo imperialista o, como otros llaman a modo de descubrimiento, globalizado. No es una novedad que los hombres se incorporen a las tareas del hogar como nos hacen creer las feministas y liberales progresistas. No es resultado de su larga lucha que, en realidad, lo que ha hecho es hacer visible esta situación.
Así los marxistas demuestran con la observación de la vida de los obreros que el modo de producir capitalista empuja a que, efectivamente, la incorporación de la mujer al trabajo la encamine hacia la igualdad con el hombre. Habría que preguntarse ahora si quienes defienden que se pague un salario por el trabajo que hace la mujer en casa estarían dispuestas a defender ese derecho también para el hombre.
Cada lucha laboral en la que la mujer participa por sus derechos, cada pequeña conquista y cada logro en la equiparación salarial y condiciones laborales lleva al hombre a la solidaridad y la hermandad con su compañera obrera, las cuales se rompen ante la violencia moral y física impuesta por el sistema capitalista en la sociedad.
“Junto con los excesos del hábito de beber, los excesos sexuales constituyen uno de los principales vicios de muchos de los obreros ingleses. Es además una consecuencia fatal, una necesidad ineluctable de la situación de una clase abandonada a sí misma, que carece de los medios para hacer un uso conveniente de esta libertad. La burguesía sólo le ha dejado estos dos goces, mientras que los ha colmado de desgracias y dolores: la consecuencia es que los obreros, para disfrutar aunque sea un poco de la vida, concentra toda su pasión en torno a estos dos placeres y se entregan a ellos con exceso y de la forma más desordenada. Cuando se pone a la persona en una situación que sólo puede convenir a una bestia, no le queda más que rebelarse o sucumbir a la bestialidad.”[39]
La toma de conciencia de su esclavitud y desespero debe empujar a la bestia humana a volcar toda su fuerza y toda su energía en la lucha por el socialismo. La contradicción capital de un lado frente al trabajo de otro es la base para la transformación y la lucha por la transformación social.
El capitalismo ha llegado a una fase de su desarrollo en que es tanto lo producido y tal la competencia que cada vez es más complejo que pueda regular la producción, es imposible incluso regular la producción de dinero, de repartírselo. Y es que las cosas no salen siempre como uno desea. Así es la dialéctica. Cuanto más se esfuerzan por regular la producción y su comercialización más aumenta la socialización. Los grandes monopolios se hacen más grandes y los que antes eran grandes empequeñecen o desaparecen. En realidad lo que logran es aumentar la socialización de sus medios de producción eso sí, aumentando la explotación de los obreros, tengan el puesto de trabajo en la fábrica o fuera de ella. En esto radica la contradicción. Se hace necesaria la intervención del Estado en el intento de regular, organizar y hacerse con el modo de producción. El gran monopolio de la banca se sitúa por encima del Estado regulando cómo debe mantener en orden el movimiento del dinero, de su producción y apropiación. Las funciones sociales del capitalista quedan en manos de empleados a sueldo por el Estado y los banqueros mientras él, como burgués, como capitalista, solo se dedica a la vida contemplativa y destructora. A eso se dedican las mujeres burguesas que defienden el feminismo, esposas de grandes empresario o no tan grandes, mujeres de la monarquía o de la aristocracia o aquéllas que en los medios de comunicación tienen como función difamar a las que luchan por acabar con el capitalismo, causa de su esclavitud.
El capitalismo extiende sus ansias a través de los monopolios por todos los países. Los Estados del capital se alían intentando regular el mercado mundial pero la competencia y el ansia de obtener más beneficios es infinita. El imperialismo capitalista avanza con las guerras, pero también se destruye con ellas. Con cada estallido de la crisis del capital se genera un grado más de miseria y explotación. Las guerras se reproducen cada vez con más cercanía en el tiempo. Los monopolios de la comunicación mienten, tergiversan usan y utilizan. La mujer como miembro social no escapa a ello. Unas ocupan el papel de dirigente de países como Inglaterra (Thatcher) a finales del siglo XX, o en Alemania (Merkel), y de instituciones europeas. Otras padecen las consecuencias. El hombre obrero y trabajador debe asegurar que la mujer produzca mano de obra. La obrera y trabajadora debe asegurar lo mismo. Pero cuando ello produce un excedente, los manda a las filas de desempleados, baja los salarios y aumenta la competitividad. Su objetivo, no podemos perderlo de vista, continúa siendo aumentar la plusvalía, se presenta ésta a través del obrero como mercancía o a través del movimiento del dinero en todas sus vertientes. Urge entonces para la clase trabajadora tomar conciencia de que el Estado capitalista no defiende sus intereses. Y no sirve reformarlo como tampoco sirve reformar el modo de producir y de repartir las riquezas sin que se elimine la causa de la desigualdad social e individual que no es otra que la existencia de propiedad privada sostenida por la esclavitud. Por esa misma razón la mujer no puede lograr su emancipación bajo el capitalismo.
* * * * * * * * * *
El marxismo desenmascara el materialismo mecanicista que se expresa bajo la ideología aparentemente progresista del feminismo. Este no puede ser marxista en tanto que aplica el materialismo histórico saltándose las leyes de la dialéctica; porque imagina y supone el marxismo para llegar a conclusiones que son resultado de eliminar a la mujer como protagonista de la historia humana.
———
NOTAS:
[1] F-Engels. Introducción a ”La dialéctica de la naturaleza”
[2] K. Marx. Tesis sobre Feuerbach (1845). Publicado por F. Engels en 1888 como apéndice a la edición aparte de “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”
[3] La Ideología Alemana. Primer Capitulo: La ideología en general, y la ideología alemana en particular
[4] En la época del salvajismo apenas el hombre usaba el lenguaje, sus instrumentos eran las manos. En la barbarie los instrumentos que podían ser un simple palo, una piedra o un hueso se fueron transformando hasta dominar el cobre y el estaño y finalmente el hierro. El descubrimiento del fuego fue muy importante y aunque hoy queme nuestros bosques por desaprensivos que se venden al capital fue un gran descubrimiento.
[5] Se da el asentamiento en un determinado territorio, comienza el trabajo en la agricultura y la domesticación, así como la elaboración de vasijas y otras alfarerías. Se dan las primeras disputas en las que los prisioneros se integraban en la comunidad aumentando la mano de obra. Pero aún no es una sociedad esclavista.
[6] Al no existir evidencia arqueológica sobre esta u otra división del trabajo, continuamos manteniéndola como principal y más sólida tesis, si bien entorno a la división sexual de trabajo hemos encontrado recientes aportaciones: https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/la-division-sexual-del-trabajo-ya-existia-en-europa-hace-7000-anos. https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0249130
[7] “Azuelas de piedra -un tipo de herramienta que se asemeja a las hachas- y puntas de flecha, utilizadas para actividades como el descuartizado de animales, la tala de árboles, la carpintería e, incluso, como armas, son los instrumentos que componían el ajuar funerario de los hombres. Las mujeres, sin embargo, eran enterradas con herramientas relacionadas con el procesado de pieles de animal y de otras fibras orgánicas. Estos objetos funerarios, según detalla Masclans en un comunicado, “dan una poderosa visión de las identidades sociales prehistóricas”. De este modo, los primeros grupos neolíticos reconocían y representaban diferencias en la simbología de lo masculino y lo femenino, lo cual evidencia una construcción de la identidad basada en gran medida en la diferenciación de género.” https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/la-division-sexual-del-trabajo-ya-existia-en-europa-hace-7000-anos
[8] F. Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. I Estadios Prehistóricos de Cultura
[9] https://www.bbc.com/mundo/vert-tra-46768718 «El reino de las mujeres»: así son los mosuo, una de las últimas sociedades matriarcales que existen en el mundo (publicado en Enero, 2019)
[10] https://elordenmundial.com/explorando-matriarcado-sumatra-juchitan/ Matriarcas en el islam: las minangkabaus (publicado en Enero de 2017)
[11] https://elordenmundial.com/explorando-matriarcado-sumatra-juchitan/ Lo ancestral: el nexo con la tierra. (ídem)
[12] https://elordenmundial.com/explorando-matriarcado-sumatra-juchitan/ Sobreviviendo a la modernidad (ídem)
[13] Los zapotecas son un pueblo indígena de México. Su población se concentra principalmente en el estado sureño de Oxaca donde las mujeres desempeñan una variedad de roles sociales en sus familias y comunidades y han tenido históricamente un lugar diferente en la sociedad que los hombres, desarrollando roles centrales en ámbitos como el matrimonio, la maternidad y el trabajo.
[14]https://elordenmundial.com/explorando-matriarcado-sumatra-juchitan/ las negociadoras de Juchitan (ídem)
[15] F. Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). Prefacio a la cuarta edición. Publicado en Stuttgart, 1892
[17] Producción de bienes tejiendo, envasando frutas elaboradas, la alimentación propia de la familia… para su posterior venta y/o consumo propio. El trabajo asalariado que permite la obtención de medios de vida para toda la familia y por otro el trabajo realizado para criar y cuidar la nueva mano de obra proletaria. En el caso de la burguesía la familia mantiene la propiedad del capital y la cría y cuidado de sus herederos.
[18] F. Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. II La familia
[19] F. Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. (1884). Prefacio a la primera edición
[20] VI Lenin, Obras completas, 3er Russ. ed., Vol. XIX, Págs. 316-17.
[21] La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía que su propietario, el obrero asalariado, vende al capital. ¿Para qué la vende? Para vivir.
[22] Esclava asalariada para el capitalista, esclava en el hogar para la familia y, como mujer ante el hombre, esclava obligada a aceptar la autoridad de quien sostiene la economía familiar. O bien los dos individuos aportan económicamente o uno de ellos estará en dependencia del otro, sean hombres o mujeres los dos individuos que conformen la unidad familiar. Es decir, una contradicción que hace avanzar a la mujer y al hombre hacia una posición de igualdad social.
[23] Ella puede incorporarse a la organización del sistema capitalista, puede ejercer la dirección de gobiernos, empresas y monopolios como burguesas, siendo ella misma capitalista. El burgués va perdiendo el miedo a que, por la incorporación de la mujer, su despilfarrada vida de explotador desaparezca.
[24] F. Engels. El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado
[25] Para Marx el “ser” es el humano, lo que somos; la conciencia lo que pensamos, lo que queremos.
[26] C. Marx & F. Engels. Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista. (Primer Capítulo de La Ideología Alemana)
[27] Lidia Falcón ¿Qué es un partido feminista? Público.es.
[28] Las familias soviéticas enfrentan el futuro. (Una revisión de la nueva ley soviética sobre paternidad, matrimonio y divorcio) Folleto publicado por el Comité Británico-Soviético de Mujeres. (https://revolutionarydemocracy.org/archive/1944sovfam.htm)
[29] ídem Las familias soviéticas enfrentan el futuro.
[30] Ídem Las familias soviéticas enfrentan el futuro.
[31] Mujeres del mundo luchad por la democracia contra los belicistas. N. Popova. Vicepresidenta de Federación Mundial de Mujeres Democráticas. Presidente, Comité Antifascista de Mujeres Soviéticas. Marzo de 1949 https://revolutionarydemocracy.org/archive/women.htm
[32] ídem Mujeres del mundo luchad por la democracia contra los belicistas
[33] ídem Mujeres del mundo luchad por la democracia contra los belicistas
[34] ídem Mujeres del mundo luchad por la democracia contra los belicistas
[35] ídem Mujeres del mundo luchad por la democracia contra los belicistas
[36] F. Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra. La competencia
[37] F. Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra.
[38] Ídem La situación de la clase obrera en Inglaterra
[39] ídem La situación de la clase obrera en Inglaterra