MARXISMO O FEMINISMO

(Segunda parte)

Marisol Fernández

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II.- El Marxismo y la Mujer

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“ Dejando en manos de los burgueses absortos en sí mismos en la discusión de la cuestión de la superioridad de un sexo sobre el otro o en el peso del cerebro y la comparación de la estructura psicológica de los hombres y las mujeres, los seguidores del materialismo histórico aceptan plenamente las especifidades naturales de cada sexo y la demanda única de que cada persona, ya sea hombre o mujer, tiene una oportunidad real para la mayor y más libre autodeterminación y el alcance más amplio para el desarrollo y aplicación de todas las capacidades naturales. Los seguidores del materialismo histórico rechazan la existencia de un problema de la mujer especial independiente de la cuestión social general de nuestros días. Factores económicos específicos están detrás de la subordinación de la mujer; las cualidades naturales han sido un factor secundario en este proceso. Sólo la completa desaparición de estos factores, solo la evolución de las fuerzas que en algún momento del pasado dieron lugar a la sujeción de las mujeres, es capaz de una manera fundamental  de influir y cambiar su posición social. En otras palabras, las mujeres pueden llegar a ser verdaderamente libres e iguales sólo en un mundo organizado a lo largo de nuevas líneas productivas y sociales.

Sin embargo, esto no significa que la mejora parcial de la vida de la mujer dentro del marco del sistema actual no sea posible. La solución radical de la cuestión de los trabajadores sólo es posible con la completa reconstrucción de las relaciones productivas modernas; pero, ¿debe esto impedirnos trabajar por reformas que sirvan para satisfacer los intereses más urgentes del proletariado? Por el contrario, cada nuevo objetivo alcanzado de la clase trabajadora representa un paso que conduce a la humanidad hacia el reino de la libertad y la igualdad social: cada derecho que gana la mujer le acerca a la meta definida de plena emancipación.”[1]

Los marxistas no niegan la desigualdad social entre hombre y mujer ni el predominio de él sobre ella. Estudian sus causas, las contraponen y sacan conclusiones. Si la dialéctica es el motor de la historia, la historia es el desarrollo de la materia.

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La situación del individuo mujer, una cuestión marxista.

Habiendo concluido que las clases sociales son grupos de personas que tienen en común la misma existencia y como consecuencia de una similar forma de vida desarrollan unas ideas y unos pensamientos comunes, las mujeres, como miembros de esos grupos de personas, son un colectivo de individuos que perteneciendo a distintas clases sociales tienen en común que son mujer. Y, como el hombre, forma parte del motor de la historia y se ha desarrollado siendo, como él, protagonista de ella.

La preocupación por la situación de la mujer en la familia y en la sociedad, la defensa de la lucha de la mujer no partió de aquellos que hablaban de las lindezas de la mujer ni tampoco de las mujeres que con ellos compartían vida. Los socialistas marxistas por mucho que moleste al movimiento feminista, han sido siempre los grandes defensores de la cuestión femenina, de la cuestión de la mujer.

Fue Augusto Bebel, socialista alemán (1840-1913) quien, adelantándose a los argumentos de los grupos feministas de hoy decía:

“La mujer y el trabajador tienen esto en común: los dos están oprimidos. […] Bajo esta doble relación la mujer es inferior al trabajador, tanto por los usos y la educación como por la libertad que le es dada. Por otra parte, las condiciones mantenidas durante una larga serie de generaciones acaban por convertirse en costumbres: la herencia y la educación las hacen aparecer como “naturales” a las dos partes interesadas. Es así como la mujer acepta todavía hoy su situación de inferioridad como una cosa evidente por sí misma. Nos cuesta mucho demostrarle que su situación es indigna de ella, y que ella debe buscar por convertirse en un miembro de la sociedad que posea los mismos derechos que el hombre, y sea igual bajo toda relación.

Si hay muchos puntos parecidos entre la situación de la mujer y la del obrero, también hay una diferencia esencial: la mujer es el primer ser humano que tuvo que sufrir la servidumbre. Ella ha sido esclava antes de que lo fuera el esclavo”[2]

También Marx y Engels ya antes se habían delatado como destacados defensores de los derechos de la mujer. Y tras ellos otros como Lenin, Stalin, Mao, Sankara, Fidel, y en general los grandes defensores del socialismo, incluidas las mujeres socialistas.  En 1842 Marx publica dos artículos en La Gaceta Renana. En ellos habla de la monogamia en respuesta al fundador de la Escuela histórica del Derecho, Hugo; y la libertad del divorcio criticando el proyecto de ley de Prusia mostrando interés por la situación de la mujer en el matrimonio y el papel del hombre. Un par de años después, en 1844, en sus Manuscritos económicos y filosóficos, Marx habla, por un lado, de lo que pone manifiesto el grado de desarrollo social: según él, las relaciones hombre y mujer

“La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y tan limitados que un objeto no es nuestro hasta que lo poseemos, es decir hasta que exista para nosotros como capital (tenga valor de uso y valor de cambio), hasta que lo tengamos en posesión inmediata, lo comamos, lo bebamos, lo llevemos sobre nuestro cuerpo, vivamos en él, etc., desde que, en una palabra, lo consumamos…

Es por ello que el lugar de todos los sentimientos físicos y morales fue ocupado por la simple alienación de todos estos sentimientos, por el sentimiento de la posesión. La esencia humana debía caer en esta pobreza absoluta para poder hacer de sí misma su riqueza interior.”[3]

Y, por otro lado, sobre la doble relación entre la propiedad privada y el comunismo. Su objetivo es diferenciar el comunismo que define “desprovisto de pensamiento” (primitivo) del comunismo científico. Pone sobre la mesa de forma crítica que se quiera sustituir el matrimonio burgués por la comunidad de las mujeres porque ello no elimina el concepto de propiedad sobre la mujer.

“La posesión física inmediata representa para él la finalidad única de la vida y de la existencia; el destino del obrero no es superado, sino extendido a todos los hombres; la relación de la propiedad privada continúa siendo la relación de la comunidad con el mundo de las cosas; finalmente se expresa este movimiento de oponer a la propiedad privada la propiedad general en la forma animal que quiere oponer el matrimonio (que por lo demás es una forma de propiedad privada exclusiva) la comunidad de las mujeres en que la mujer se convierte en propiedad comunal y común. Todavía totalmente grosero e irreflexivo. Así como la mujer sale del matrimonio para entrar en la prostitución general, así también el mundo todo de la riqueza, es decir, la esencia objetiva del hombre sale de la relación del matrimonio exclusivo con el propietario privado para entrar en la relación de la prostitución universal con la comunidad. Este comunismo al negar por completo la personalidad del hombre, es justamente la expresión lógica de la propiedad privada, que es esta  negación”[4]

La mujer se convierte en propiedad del hombre que al considerarla suya trata como una mercancía, como un objeto. Con la comunidad de mujeres, critica Marx, la mujer pasa de ser propiedad privada a ser propiedad común. Es decir, se niega el matrimonio por hacer de la mujer una propiedad privada y con ello que el hombre  se aparee con una sola mujer y, por tanto, su personalidad macho que procrea para la especie pierde su primacía. Frente a ello esta negación de la propiedad privada no es más que una apariencia porque la mujer continúa siendo propiedad.

Lo que ocurre es que el instinto sexual del hombre se satisface sometiendo a otro ser humano y la pregunta es ¿se debe convertir a un ser humano en cuerpo de capricho y satisfacción de otro que lo humilla y esclaviza?

Con El Manifiesto Comunista (1848) Marx y Engels denuncian la hipocresía de la clase burguesa, de la sociedad capitalista que integrando a las mujeres como fuerza de trabajo en las fábricas donde formaban el colectivo de obreras a su servicio, aún osaban argumentar que los comunistas querían colectivizar a las mujeres:

“¡Pero es que vosotros, los comunistas, queréis establecer la comunidad de las mujeres!- nos grita a coro toda la burguesía. Para el burgués, su mujer no es otra cosa que un instrumento de producción. Oye decir que los instrumentos de producción[5] deben ser de utilización común, y naturalmente, no puede por menos de pensar que las mujeres correrán la misma suerte de la socialización.

No sospecha que se trata precisamente de acabar con esa situación de la mujer como simple instrumento de producción.

Nada más grotesco, por otra parte, que el horror ultramoral que inspira a nuestros burgueses, la pretendida comunidad oficial de las mujeres por los comunistas. Los comunistas no tienen necesidad de introducir la comunidad de las mujeres: casi siempre ha existido. Nuestros burgueses, no satisfechos con tener a su disposición las mujeres y a las hijas de sus obreros, sin hablar de la prostitución oficial, encuentran un placer singular en seducirse mutuamente las esposas.”[6]

En El Capital, Marx crítica el beneficio que obtiene el capitalista de la explotación de mujeres y niños, con el análisis dialéctico de las relaciones descubre el carácter progresista en el hecho de que las mujeres trabajen en las fábricas pues las libera de la esclavitud en el hogar a la vez que disgrega la familia. Bajo las actuales condiciones del imperialismo capitalista, la sociedad ha aumentado la división existente de diferentes formas de familia, no solo por la constitución de parejas del mismo sexo.  La familia tradicional, la burguesa, tiende a desaparecer empujada por la forma en que el capital obliga a las fuerzas productivas a producir más beneficios y mantener el sistema de explotación.

La mujer que trabaja en la fábrica o en cualquier empresa pública o privada vendiendo su fuerza de trabajo, aprende de la disciplina laboral, de la lucha contra su explotación y lo hace junto al hombre que comparte el trabajo de la fábrica o empresa con ella. Es una mujer que se forma y hace más fuerte, adquiere seguridad para librarse de la autoridad del hombre ya sea en la empresa o la fábrica como en la unidad familiar al adquirir la independencia económica. Y mientras se libera de las tareas del hogar le surge otra contradicción: convertirse en esclava asalariada. Esta contradicción la impregna de la lucha de las fuerzas productivas contra la propiedad privada en manos de la mujer burguesa. Como obrera es miembro de la clase obrera. Sin su participación el triunfo sobre la clase burguesa no puede alcanzarse. No debe y no puede limitar su lucha por los derechos de las mujeres, porque las mujeres pertenecen a distintas clases sociales: opresora y oprimida.

Encontramos pues dos aspectos en el desarrollo de la mujer obrera: la necesidad de participar en la producción si quieren liberarse de la esclavitud del hombre como individuo y liberarse de la explotación capitalista una vez se han convertido en fuerzas productivas. Al eliminar las clases, la mujer como individuo se emancipará económicamente del hombre y del capital y, como individuo social, podrá decidir sobre sus propios intereses.

Marx se oponía a las ideas expresadas por Proudhon, uno de los padres del pensamiento anarquista que manifestaba que “el hombre y la mujer no quieren compañía. La diferencia de sexo levanta entre ellos una separación de la misma naturaleza que la de la diferencia que imponen las razas entre los animales. También, lejos de aplaudir a esto que se llama hoy día emancipación de la mujer, yo me declararía más bien, si es que habría de llegar a estos extremos, por poner en reclusión a la mujer.[7] De similar forma se opone “la cuestión de la mujer” a “la cuestión feminista”.

En 1871 surge la primera revolución obrera, la comuna de París. Por fin los obreros tienen la ocasión de tomar el poder y las mujeres la ocasión de participar activamente como merecidas protagonistas de la historia. Mujeres del pueblo obrero y trabajador que estuvieron dispuestas a construir y participar en las barricadas, reclamar armas para formar batallones, aliarse a los obreros que se enfrentaban a la autoridad opresora. Destacó, entre otras, la Unión de Mujeres para la Defensa de París y cuidado del herido fundado por Elizabeth Dimitriev (intermediaria entre Consejo General de la Internacional en Londres y sus correspondientes en París) y por una militante obrera, Nathalie Lemel, manteniendo una constante propaganda activa de las ideas revolucionarias.

También antes, como nos recuerda Kollontai, mujeres de una posición moderada, como las intelectuales, participaron activamente en la Revolución defendiendo la República. Con la Revolución burguesa (1789-1794) habían destacado, aparte de Olimpia de Gouges, Theroigne de Mericourt que “se halló presente en la toma de la bastilla y recibió el sable de honor de la Asamblea Nacional como distinción a su valor”.[8] Fue fundadora de “los amigos de la Ley” en  defensa de la República. “También Rose Lacombe exigió que el rey saliera de Versalles y fue la verdadera capitana de los arrabales de París.” Fue fundadora junto a la lavandera Leonie del Club de las ciudadanas revolucionarias donde discutían sobre qué podían hacer las mujeres por la revolución. ”En una de esas discusiones ocupó, con la legión de parisinas hambrientas y sin trabajo, la galería de la Asamblea nacional y preguntó qué pensaban hacer el Gobierno y la república para aliviar la acuciante necesidad de las mujeres trabajadoras.”

Kollontai sitúa el despertar de las mujeres en la lucha por sus derechos: las intelectuales burguesas por adquirir el poder del hombre burgués frente a las obreras que lo hacían para poder denunciar y exigir que se aliviara “la necesidad de las mujeres trabajadoras”. La lucha de las mujeres en la Revolución burguesa en Francia destaca por ser el anticipo de las luchas de las mujeres que, durante la Comuna de París, erigirán a las mujeres obreras como protagonistas.

Marx observa con orgullo como los oprimidos se revelaron frente a la nobleza, el clero y la burguesía. Como gran defensor de los intereses de los explotados, lo es también de los intereses de la mujer y enérgicamente valora su participación.

“Maravilloso en verdad fue el cambio operado por la Comuna en París… Las cocottes [damiselas] habían reencontrado el rastro de sus protectores, fugitivos hombres de la familia, de la religión y, sobre todo, de la propiedad. En su lugar, volvían a salir a la superficie las auténticas mujeres de París, heroicas, nobles y abnegadas como las mujeres de la antigüedad. París trabajaba y pensaba, luchaba y daba su sangre; radiante en el entusiasmo de su iniciativa histórica, dedicado a forjar una sociedad nueva, casi se olvidaba de los caníbales que tenía a las puertas.”[9]

Tanto él como Engels quieren, necesitan comprender la relación entre las formas de producción y la organización familiar. En 1877, Lewis H. Morgan escribe Ancient Society, pero Marx no pudo analizar sus aportaciones, pues moriría poco después. Fue Engels quien, a partir de las aportaciones de Morgan, escribe en 1884 El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. En esta obra, presenta la evolución de la familia en varias etapas y, con ella, la esclavitud de la mujer ligada a la aparición de la propiedad privada y el patriarcado que, como estructura social ya fuertemente unido al capitalismo, encadena la mujer al hombre.

Morgan había estudiado los procesos de desarrollo social desde la economía, el gobierno o el lenguaje hasta la religión y la propiedad. Observó que la economía evolucionaba  de la recolección a la agricultura, desde la caza hasta la domesticación de los animales, evolucionando también la forma de familia desde la promiscuidad entre hermanos hasta la familia monógama. La propiedad igualmente pasó de ser propiedad comunal a instaurarse la propiedad privada. Y Engels lleva a cabo estos estudios profundizando en su desarrollo mediante la dialéctica. Así, para Engels el matrimonio es una expresión de las relaciones sexuales. Poco tiene que ver con el amor, señalando que, a pesar de las transformaciones en las relaciones de familia bajo la existencia de propiedad privada, la tendencia es que la monogamia en sí no desparece. Lo que desaparece es su carácter basado en la forma de producción sustentada por la explotación del ser humano por otro humano.

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Monogamia significa relación de dos únicas personas, no intervienen otros. Pero no significa que sean ambos individuos de esa monogamia hombre y mujer. Pueden ser individuos del mismo sexo. En realidad, lo que se está produciendo son nuevas formas de familia burguesa, aunque siguen siendo una unidad económica de la sociedad. La producción de mano de obra sigue siendo función de la mujer pero ya no es imprescindible en la unidad familiar donde el hombre puede cumplir su papel como cuidador del hogar. Es el proceso que de alguna manera está adelantándose a la socialización de la tarea de cuidado familiar. Con el Estado soviético se utilizaron los edificios que antes ocuparon los aristócratas y la burguesía para dar fiestas, transformándolos en guarderías e instituciones de servicios que liberaban a la mujer de las tareas más desagradables del hogar.

Y es que la libertad sexual no es otra cosa que despojar el carácter de propiedad a las relaciones de pareja. Destruyendo el modo de producción basado en la propiedad privada, también desaparecerán las relaciones basadas en la explotación de un humano por otro humano sean uno u otro hombres o mujeres.

“La plena libertad de contraer matrimonio no podrá por tanto ser realizada de forma general más que a partir de que la supresión de la producción capitalista y las condiciones de propiedad creadas por ella hayan descartado todas las consideraciones económicas accesorias que, todavía hoy, ejercen una muy potente influencia sobre la elección de los esposos. Entonces no quedará más motivo que la inclinación reciproca.”[10]

  La moral burguesa lleva implícito también el reflejo de la existencia del patriarcado que va decayendo con cada incorporación de la mujer a la producción y con cada conquista por sus derechos en  igualdad social con el hombre.

“Las declamaciones burguesas sobre la familia y la educación, sobre los dulces lazos que unen a los padres con sus hijos, resultan más repugnantes a medida que la gran burguesía destruye todo vinculo de familia para el proletariado y transforma a los niños en simples artículos de comercio, en simples instrumentos de trabajo”[11]    

Y así es. En las familias obreras más desfavorecidas los adultos van a trabajar y los hijos, una vez salen de las escuelas, se encuentran solos. La relación padres e hijos se va rompiendo y no es difícil ver en las plazas de los barrios más humildes a los niños en cuadrillas en los parques y con 10, 11 o 14 años tomando contacto con el tabaco, alcohol y otras drogas. Por otro lado, miles de niños trabajan en la India, en África, en Sudamérica, etc. por cuatro miserables perras que aportar a la economía familiar para el alimento diario. Miles de niños en países desarrollados pasan hambre y viven en la miseria, se ven abandonados por sus familias, son acogidos por el Estado pero no para socializar su cuidado sino para rentabilizarlo, de otra forma esos niños se ven solos y acaban desarrollando conductas que expresan lo que ha sido su desgraciada vida.  Y mientras eso se consiente, se promueve que aquellas familias que tienen dificultades para procrear, puedan comprar niños a través de la adopción o bien a través de los vientres de alquiler. ¿Acaso estos hechos no tienen que ver con el modo de producción capitalista, con la economía de la sociedad, con el egoísmo y la hipocresía de la moral burguesa? ¿No tienen que ver con la relación que se da entre los individuos y el papel que ocupa la mujer en el orden social económico? Pocas veces las feministas “marxistas”, cuando hablan de los derechos de la mujer, se permiten analizar la situación de los hijos de las mujeres trabajadoras, de las circunstancias de la mujer obrera para poder luchar por su emancipación en la vida. Ésta, bajo las condiciones de subsistencia, solo puede ser consciente de su esclavitud asalariada y su necesidad de estar en contacto con su hogar, sus hijos, su familia. A poco más le da tiempo.

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La tergiversación del marxismo.

El marxismo es una ciencia y como tal hay que estudiarla. Ello implica que pueda interpretarse a la manera burguesa y sea objeto de tergiversación, frenando su desarrollo científico.

Los análisis que desde posiciones feministas se hacen en torno a la participación de la mujer en el mercado de trabajo para valorar hasta qué punto su participación en la producción las empuja a niveles de igualdad cada vez mayores, tienen ese punto de partida: la tergiversación del marxismo.

Un estudio de economía feminista, realizado con la intención de probar que la igualdad no se produce a pesar de que aumente la participación de la mujer en la producción, presenta un análisis muy contradictorio y que en nada rebate las tesis marxistas que afirman que la igualdad comienza a darse cuando la mujer se incorpora al mercado de trabajo.

“Es sobre todo a partir de los años 60 en algunos países (Francia, Alemania) y de los 70 en adelante cuando las tasas de actividad femeninas experimentan un crecimiento espectacular. Curiosamente, durante los años de expansión económica la participación de la mujer en el trabajo remunerado fue creciendo pero a un ritmo menor del que cabría esperar. Este hecho que, en principio, puede resultar extraño, se explica por la presencia en los países desarrollados de dos corrientes que actúan en sentido contrario: mientras que un número cada vez mayor de mujeres de las clases medias se incorporan al sector profesional, se produce al mismo tiempo, un retroceso en el número de trabajadoras asalariadas procedentes de los estratos sociales más bajos. Dicho retroceso se debe a distintos factores entre los que destacan el aumento del nivel de vida, que permite a las mujeres de los sectores económicamente más débiles consagrarse por entero a su familia” [12]

 En realidad, los niveles de crecimiento coinciden con la aceleración de la crisis capitalista y la bajada de beneficios; el imperialismo yanqui se enfrenta a la guerra del Vietnam; y en Europa se produce un aumento de las luchas obreras. Por otro lado, en los países socialistas el crecimiento económico se dispara y la mujer participaba activamente en todas las ramas de la producción. Mientras en los países capitalistas la participación de la mujer en la producción empujaba a la bajada de salarios en los países socialistas se igualaban bajo el precepto de igual trabajo igual salario. Y, además, con la lenta recuperación de la economía capitalista durante cortos periodos de tiempo, continúa creciendo la participación de la mujer en la producción aunque no siempre es imprescindible continuar bajando los salarios a ritmo acelerado. Se hace necesario no solo obtener beneficios sino también controlar a las masas en rebeldía. Estas circunstancias influyen para que el número de obreras asalariadas en activo disminuya en determinados momentos, y se mantenga o aumente levemente el número de trabajadoras con mayor formación que han de prepararse para continuar empujando el sistema capitalista, ejerciendo trabajos significativos pero que no tienen tanto que ver con la producción de mercancías que sirvan como medios de vida para la clase obrera ni medios de producción. No es por tanto que el aumento de nivel de vida haga que las obreras se queden en casa porque ya tienen cubiertas sus necesidades. Es que el sistema las empuja a quedarse en casa porque ya no le es tan necesaria su participación en la producción. Lo que el sistema necesita es producir mano de obra que pueda aumentar la competencia para aumentar los niveles de explotación y volver a elevar los beneficios. Es decir, prepararse para el siguiente azote de la crisis estructural del imperialismo capitalista. No es extraño por tanto que “en el momento actual, las tasas de paro de las mujeres son superiores a las de los hombres” y que “…en 2001 si la tasa de paro de los hombres es del 8`9%,  la de las mujeres se eleva hasta el 18`9%” [13]

Podemos decir que cuanto más crece el número de mujeres preparadas y formadas, más aumenta también la lista de mujeres en desempleo. Tengamos presente que el sistema lo que busca son mayores beneficios y sólo puede conseguirlo comprando fuerza de trabajo más barata. Si contratar a una especialista mujer le sale igual de rentable que un hombre cualificado podrá elegir en función de sus capacidades sí, pero siempre mirando los costes. El salario de un hombre ha de permitir mantener a la familia. El de la mujer con familia se complementa con el del hombre. ¿Es necesario mantener la mano de obra familiar con dos salarios? Para el capital no. La fuerza de trabajo es un gasto en los cuadernos contables del capitalista. Pero lo que sí es evidente es que, en las fábricas, la mano de obra de mujer, aun siendo especializada, continúa siendo más barata y cuando los precios de los medios de vida están al alza, la contratación del hombre les sale más rentable. Por eso, con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, cada vez más por la conquista de derechos que le permiten tener mayor independencia, aumenta la contradicción capital-trabajo que en su desarrollo está igualando las condiciones de la mujer y el hombre en la sociedad.

En el estudio también se señala la importancia de la formación académica en ambos sexos, sobre todo en la mujer. Se hace necesario dentro del desarrollo del capitalismo con los nuevos descubrimientos científicos a todos los niveles. Lo que el estudio no señala es cómo aumenta o desciende en función de la clase social. El obrero, para lograr que sus hijos e hijas se formen en la universidad, necesita aumentar sus horas de venta de fuerza de trabajo, aumentar su salario y a pesar de ello, la igualdad de condiciones en la formación con los de una familia de clase media alta, es notable.

“Según la última Encuesta de Salarios en la Industria y en los Servicios publicada (ha sido sustituida desde 2001 por el Índice de Costes Laborales)…por lo tanto el salario medio mensual de las mujeres era un 24% inferior al de los hombres.

[…]En primer lugar, cuando se habla de desigualdades salariales entre hombres y mujeres todavía se refleja la influencia de determinadas culturas y tradiciones. Algunos prejuicios por lo que se ve son tenaces…es posible que el salario de las mujeres sea inferior al de los hombres porque se considera un salario de apoyo lo que vuelve a remitirnos a la división sexual del trabajo y, en particular, a la división de roles en la esfera doméstica (acceso diferenciado a la educación y a la formación, reparto desigual del trabajo doméstico…). Como en economía estas variables se consideran “exógenas” al mercado de trabajo quedan fuera del análisis económico.”[14]

Se culpabiliza a las tradiciones culturales para sostener que la posición de la mujer en el orden social de la producción capitalista es una cuestión de cultura, del interés del hombre por someter a la mujer. El sometimiento no es origen sino consecuencia de las relaciones establecidas por el modo de producción dado y que lleva, bajo las condiciones de explotación asalariada capitalista, a que el valor de la fuerza de trabajo de la mujer se establezca por debajo del valor de la del hombre. Por otro lado, es cierto que el salario de la mujer casada o que convive en pareja, no así en el caso de las solteras, puede suponer y supone un apoyo a la economía familiar, que no a la economía del hombre, pero no por la división del trabajo sexual, porque la mujer tenga que fregar y el hombre construir. Eso no es así ya, y sin embargo, el salario sigue siendo inferior. Es la división s o c i a l  d e l  t r a b a j o que está socializando el trabajo asalariado y más lentamente el trabajo que implica cuidar del hogar familiar e individual, lo que es cada vez más frecuente. El salario de la mujer tiende a la baja porque aún es principal en el fundamento familiar que el hombre sea el que aporte los medios de vida de la familia. Sin embargo, si observamos la sociedad del 2019, comprobamos que las conquistas de derechos de la mujer empujan a que esa concepción cambie frente a la estanqueidad de los salarios. Y el capitalista tenderá a que continúe siendo así, pero la mujer ha de luchar por la igualdad salarial en iguales trabajos.

Desde el feminismo se señala que “la legislación laboral” accede a “reclamarse salarios iguales por trabajos de igual valor y, en la actualidad, a iguales retribuciones por trabajos de igual valor.” Y que “¿Son salarios menores por el mismo trabajo? No por el mismo trabajo no, pero es que mujeres y hombres no hacen los mismos trabajos ni en casa ni fuera de casa”

Decir esto último en la actualidad es muy relativo. Es cierto que hay profesiones en las que la mujer no está plenamente incorporada pero una médico cirujana realiza mismo trabajo que un hombre cirujano; una enfermera lo mismo que un enfermero; un auxiliar de enfermería lo mismo que la auxiliar de enfermería; un trabajador de la limpieza lo mismo que la trabajadora de limpieza. Hacen los mismos trabajos, el resultado es el mismo en caso del hombre y en caso de la mujer en cada una de estas profesiones. Sin embargo ello no iguala el salario porque la fuerza de trabajo, su valor como mercancía, es inferior en la mujer que en el hombre. La diferencia salarial entre sexos no está en realizar iguales o diferentes trabajos sino en cómo se paga la fuerza de trabajo en uno u otro caso.  Si admitimos que el valor del trabajo es igual lo que decimos es que la mercancía resultado del trabajo hecho por hombre o por mujer será el mismo. Pero es que eso ya es así. Para hacer una pared podemos emplear a una mujer o a un hombre. Hablando en general y no en particular, la fuerza de trabajo que emplea la mujer para hacer la pared, es mayor que la fuerza de trabajo que emplea el hombre debido a que éste ha desarrollado una mayor musculatura y adquirido una práctica que ella aún no ha desarrollado. Como capitalista ¿empleo a la mujer porque la pago lo mismo que al hombre pero que necesita reponer más fuerza de trabajo? O por el contrario ¿me interesa contratar al hombre porque con menor desgaste de fuerza de trabajo obtengo la misma pared?

El análisis de la economía desde el feminismo no contempla en la valoración de sus estadísticas y conclusiones la contradicción principal capital-trabajo que es la que empuja a que aumente más o menos aceleradamente el número de fuerzas productivas, suban o bajen los salarios. Es la contradicción capital-trabajo el que empuja al hundimiento del capitalismo.

¿Y qué ocurre con el trabajo doméstico?

Silvia Federici, feminista estadounidense de origen italiano, fue una de las principales impulsoras en los años 70 de los debates internacionales sobre la condición y la remuneración del trabajo doméstico. Y para defender esa posición, afirmó que

“Para Marx, el salario oculta el trabajo no remunerado que realizan los trabajadores, pero él no acertaba a ver cómo además el salario ha sido utilizado para establecer jerarquías en el ámbito del trabajo, por razones de género, pero también raciales.”[15]

Marx ya ha respondido a ello cuando nos enseña que al obrero, hombre o mujer, no se le paga todo el valor de lo que produce, que aquel valor que no cobra es la plusvalía. Corresponde al uso de la fuerza de trabajo que desgasta y no se le paga. No es su trabajo lo que vende el obrero o la obrera, sino su fuerza de trabajo. Y no importa si es negro o blanco, mujer u hombre, niño o anciano. Porque no es el salario lo que establece las diferencias sino el valor que se le da a la fuerza de trabajo. Y lo que Marx dice es que “Por tanto, el salario no es la parte del obrero en la mercancía por él producida. El salario es la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo productiva.”[16]

“Por tanto, diríase que el capitalista les compra con dinero el trabajo de los obreros. Estos le venden por dinero su trabajo. Pero esto no es más que la apariencia. Lo que en realidad venden los obreros al capitalista por dinero es su fuerza de trabajo. El capitalista compra esta fuerza de trabajo por un día, una semana, un mes, etc. Y, una vez comprada, la consume, haciendo que los obreros trabajen durante el tiempo estipulado. Con el mismo dinero con que les compra su fuerza de trabajo, por ejemplo, con los dos marcos, el capitalista podría comprar dos libras de azúcar o una determinada cantidad de otra mercancía cualquiera. Los dos marcos con los que compra dos libras de azúcar son el precio de las dos libras de azúcar. Los dos marcos con los que compra doce horas de uso de la fuerza de trabajo son el precio de un trabajo de doce horas. La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía, ni más ni menos que el azúcar. Aquélla se mide con el reloj, ésta, con la balanza.

Los obreros cambian su mercancía, la fuerza de trabajo, por la mercancía del capitalista, por el dinero y este cambio se realiza guardándose una determinada proporción: tanto dinero por tantas horas de uso de la fuerza de trabajo.[17]

Cuando la mujer realiza trabajo doméstico como cocinar, lavar y planchar, limpiar, asear, etc., en la casa donde ella convive junto con sus hijos, no está vendiendo su fuerza de trabajo al hombre esposo o amante. Si este último pagara un sueldo a la mujer por hacer esas tareas, se estaría aumentando la esclavitud de la mujer.

Marx dice todo lo contrario a lo que señala el feminismo “marxista”.

“La plusvalía es un producto social. En ningún caso es un producto que pertenezca a una persona o actividad concreta. Este aspecto desarrollado por Marx sigue siendo muy importante y válido. Bajo el capitalismo, la producción del valor nunca deriva de un lugar concreto sino que está determinado socialmente. En otras palabras, se trata de una “extensa cadena de montaje” (recurro al término en sentido figurado), necesaria para la generación de plusvalía. Obviamente, la plusvalía se genera al venderse en el mercado los productos del trabajo. Si tienes una fábrica que produce una docena de coches que no llegan a venderse nunca, no se genera plusvalía.”[18]

Si lo que dice Silvia Federici fuera cierto, no se producirían cantidades enormes de mercancías que se tiran y destruyen por saturación de mercado y que no impiden que el propietario haya obtenido la correspondiente plusvalía para continuar comprando fuerza de trabajo. Y ello es porque el capitalista no paga al obrero por construir un coche sino la fuerza de trabajo que emplea en hacerlo. Ahora apliquemos esto al trabajo socializado, es decir miles de obreros vendiendo su fuerza de trabajo realizando coches, que pueden ser comprados por otros o no. Pero los que se venden, llevan ya como mercancía en su valor de cambio la ganancia que se apropia el burgués.

Marx dice:

«La fuerza de trabajo sólo existe como facultad del individuo vivo. Su producción, pues, presupone la existencia de éste. Una vez dada dicha existencia, la producción de la fuerza de trabajo consiste en su propia reproducción o conservación. Para su conservación el individuo vivo requiere cierta cantidad de medios de subsistencia»[19]

El salario es lo que cuesta la fuerza de trabajo empleada para producir, para construir. Cuanta más oferta hay de fuerzas productivas, de fuerza de trabajo, más bajo es el salario y más barato le sale al capitalista la fuerza de trabajo. Aplican al mercado de trabajo la ley de la oferta y la demanda, como a cualquier otra mercancía.

La remuneración del trabajo subirá o bajará según la relación entre la demanda y la oferta, según el cariz que presente la competencia entre los compradores de la fuerza de trabajo, los capitalistas, y los vendedores de la fuerza de trabajo, los obreros. A las oscilaciones de los precios de las mercancías en general les corresponden las oscilaciones del salario. Pero, dentro de estas oscilaciones, el precio del trabajo se hallará determinado por el coste de producción, por el tiempo de trabajo necesario para producir esta mercancía, que es la fuerza de trabajo.

Ahora bien, ¿cuál es el coste de producción de la fuerza de trabajo?

Es lo que cuesta sostener al obrero como tal obrero y educarlo para este oficio.”[20]

El trabajo doméstico se realiza a cambio de un salario cuando el contratante compra fuerza de trabajo para realizar dicha tarea. Cuando la mujer (o el hombre) realiza un trabajo en el que lo que produce es limpieza, cocinado, planchado o cuidado del hogar, lo que produce no es un valor material pero si un valor a añadir a la fuerza de trabajo del que contrata. La plusvalía va impregnada en las mercancías usadas para que la mujer o el hombre realicen tales trabajos y en el valor de la mercancía dinero con la que los contratantes les pagan. El salario del contratante lleva impregnado el valor de uso de la fuerza de trabajo que emplea el trabajador doméstico. El salario de la obrera u obrero, “es lo que cuesta” sostenerle “como tal obrero y educarlo para este oficio”. No da para mantener además a un trabajador doméstico. Eso es más frecuente entre la pequeña y la gran burguesía.

Pero cuando la mujer (o el hombre) realiza el trabajo doméstico en su propio hogar para mantenerlo limpio y cuidado, cuando cocinan o arreglan un aparato estropeado, no se produce compra venta de fuerza de trabajo. Solo se produce un desgaste de dicha fuerza de trabajo. Si es el hombre el único que vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario, ese salario ha de permitirle mantener la subsistencia de toda la familia. Y cuando no alcanza, viven en la miseria y solo consiguen mitigarla cuando la mujer vende ella también, su fuerza de trabajo. Así lo han establecido las relaciones económicas del capitalismo. La mujer dentro del hogar familiar pasa a ser una propiedad del hombre –marido, padre, hermano -que desgasta su fuerza de trabajo para el colectivo familiar, colectivo del cual no puede escapar más que si trabaja fuera del hogar. Esto en el caso de obreras y trabajadoras. En el caso de la mujer burguesa, es una mercancía que usa a su antojo aquel que convive con ella no porque tenga que limpiar el hogar sino porque sin quererlo se ha visto inmersa en esa tarea. Y tanto la obrera como la burguesa, solo se venden como mercancía y no como fuerza de trabajo, fuera del hogar, con la prostitución. De esto se deduce que la mujer contrae matrimonio, que la familia monogámica no se sostiene en base al amor sino en la necesidad económica de subsistencia de la mujer. Suele ocurrir que la pasión lleve a sacrificar su vida por cumplir su sueño; y cuando esa pasión y ese sueño se ven cumplidos ya no puede romper las cadenas que les atan. Claro, siempre queda el cariño, la costumbre de compartir mesa y cama pero eso no lleva más que a la esclavitud y el sometimiento. Y ya hemos visto que bajo el capitalismo, liberarse del matrimonio no es lo mismo que liberarse del hombre. Y aquí no se trata de acusar a esas mujeres que sueñan, tampoco recriminarlas sino de señalar cómo son las relaciones hombre-mujer bajo la sociedad capitalista. Y no solo las relaciones hombre-mujer sino entre individuos en general.

Para cambiar esas relaciones se hace necesaria la participación de la mujer como fuerza de trabajo en la producción social, no solo para ganar independencia económica, sino también por la seguridad, fortaleza y autoridad que adquiere como individuo y como individuo social, compartiendo su vida en condiciones iguales con el hombre. En el capitalismo, estas condiciones se obtienen a través de pequeñas conquistas que no podrán ser completas más que con el cambio de modo de producción, con la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción.

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¿Puede ser el feminismo marxista?

Si a la mujer el esposo le paga un salario por trabajar en el hogar aumenta su esclavitud y la de él mismo.  No se entiende como el feminismo que se denomina marxista puede defender tal cosa.

Heidi Hartman también representante reconocida del feminismo “marxista” señala que: “Sólo un análisis específicamente feminista revela el carácter sistemático de las relaciones entre hombre y mujer. Sin embargo, el análisis feminista por sí solo es insuficiente, ya que es ciego a la historia y no es lo bastante materialista. Hay que recurrir tanto al análisis marxista, y en particular a su método histórico materialista, como al análisis feminista, y en especial a la identificación del patriarcado como estructura social e histórica, si se quiere entender el desarrollo de las sociedades capitalistas  occidentales y la difícil situación de la mujer dentro de ellas.”[21]

Y continúa: “El análisis marxista de la cuestión de la mujer ha adoptado tres formas principales. Todas ellas ven la opresión de la mujer en nuestra conexión (o en nuestra falta de conexión) con la producción.” [22]

Pone en duda las bases del materialismo histórico marxista -que las relaciones entre individuos sean resultado del papel que ocupan en el modo de producir y de recibir lo producido- sacando a la mujer de ese protagonismo en la historia que le corresponde como medio de producción de medios de vida y de la vida misma, desde la barbarie hasta la actual sociedad capitalista.

 “Al definir a la mujer como parte de la clase obrera, estos análisis subsumen[23] la relación del obrero con el capital. En primer lugar, los primitivos marxistas incluidos Marx, Engels, Kautsky y Lenin, pensaban que el capitalismo arrastraría a todas las mujeres hacia el trabajo asalariado y que este proceso destruiría la división sexual del trabajo”[24]

Manipula una y otra vez el materialismo histórico desarrollado por los que ella considera primitivos marxistas, justo los que elaboraron la teoría marxista de la que ella pretende echar mano para justificar “la cuestión feminista” frente a “la cuestión de la mujer” defendida por el Marxismo.

La mujer burguesa lo es, como lo es la proletaria, como resultado de las relaciones económicas establecidas por la socialización de la producción y la apropiación privada. Y a diferencia de las proletarias, obreras o trabajadoras, las burguesas no subsisten por vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Tampoco suelen ser ellas las que realicen el trabajo doméstico en su hogar, para eso contratan trabajadoras o trabajadores domésticos.

El feminismo pretende acoplar el marxismo a sus intereses y para ello pretenden convencer a las obreras de que los marxistas quieren que “todas las mujeres serían arrastradas hacia el trabajo asalariado”, que para ellas significa que todas las mujeres trabajen para el hombre. Pero ¿acaso no es el hombre productor de riquezas, de mercancías, un asalariado que ha de aportar medios de vida a la mujer cuando ésta no vende su fuerza de trabajo? ¿Acaso con ello no se ha convertido él también en esclavo? No es defender el machismo, no es defender el patriarcado, es observar que para no ser mantenida la mujer debe vender su fuerza de trabajo. La burguesa opta por aplicar lo aprendido al lado del burgués, continuar el proceso de opresión y esclavitud de un humano por otro humano.

También cabe preguntarse: ¿todos los hombres en la sociedad mantienen el estatus de igualdad incluso para violar o abusar, para reprimir y someter? No. En la clase burguesa el hombre ha desarrollado mafias que abusan, oprimen y someten a mujeres y niños; trafican con ellos y con sus órganos; los prostituyen y obtienen ganancias a cambio. Han elevado al cuadrado el valor de la mercancía humana, no de su fuerza de trabajo sino del ser en sí mismo, para obtener beneficios hasta acabar con ella y reemplazarla por otra. Crean moral e ideología, costumbres y justificaciones que trasladan al obrero, empujando a la juventud (muchachas y muchachos) de clase obrera, a creer que el poder está en el hombre que somete a la mujer y se impone por la violencia. Las muchachas buscan la igualdad en cometer los mismos errores que ellos e incluso no les importa exponer su propio cuerpo, exhibirlo y venderlo.

En realidad lo que Marx, Engels y Lenin, entre otros marxistas, afirman, es que, al aumentar las fuerzas productivas con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, aumenta la socialización de la producción y la clase obrera se fortalece para conquistar el poder. Con la conquista del poder por la mujer obrera junto con su hermano obrero, obtiene la emancipación ante la ley y su continua participación en la producción desarrolla la socialización de los medios de producción y de lo producido, la lleva a con el hombre obrero, mandar al carajo la esclavitud asalariada y, por ende, eliminar la existencia de clases sociales antagónicas al eliminarse la propiedad privada sobre los medios de producción. Se acerca así a la igualdad ante la vida. Por tanto, lo que afirman los antiguos marxistas, con una actualidad que da miedo al capitalismo, es que, si desaparecen las clases, todas las mujeres al igual que todos los hombres se habrán emancipado, del capital y de la esclavitud. La mujer como individuo social no será propiedad de nadie, y nadie podrá decidir sobre sus intereses como mujer. El chollo de obtener beneficios a costa de pagar por debajo de su valor la fuerza de trabajo, de mantener la esclavitud se le está viniendo abajo al capitalista. La agudización de la lucha de clases está determinada también por la agudización de los procesos de crisis que el capitalismo expresa cada vez con más frecuencia. Y la mujer, en esto también es protagonista de la historia.

Lo que la feminista Hartman señala, parece estar pensado para beneficio de la mujer que no necesita vender su fuerza de trabajo para sobrevivir en la sociedad capitalista. No es marxista y lo tergiversa:

“En segundo lugar, los marxistas contemporáneos han incluido a la mujer en el análisis de la “vida cotidiana” en el capitalismo. Dentro de este punto de vista se supone que todos los aspectos de nuestra vida reproducen el sistema capitalista, y que dentro de este sistema todas somos trabajadoras”[25]

“Y en tercer lugar, las feministas marxistas se han centrado en el trabajo doméstico y su relación con el capital, manteniendo algunas que el trabajo doméstico produce plus valor y que las amas de casa trabajan directamente para poscapitalistas. Estos tres enfoques son examinados sucesivamente”[26]

Remata metiendo como forma principal del análisis marxista las teorías feministas de los 70 del siglo XX: tergiversar la teoría económica desarrollada por Marx en El Capital.

Nos obliga a insistir. El trabajo doméstico no es una compra venta de fuerza de trabajo, es lo que la mujer aporta en la convivencia familiar no solo del hombre, también de las hijas e hijos. El hombre incorpora a la familia el mínimo de los medios de vida necesarios para esa unidad familiar. Por tanto, lo que esclaviza a la mujer en el hogar es no tener una autoridad económica, una independencia que solo puede obtener si vende su fuerza de trabajo. Si se le pagara por su trabajo en el hogar, de un lado eso reforzaría la esclavitud sobre ella misma y de otro lado, se reforzaría el poder del hombre. Y si la solución se busca en que sea el Estado el que pague el trabajo doméstico, habremos de señalar que ya lo hace de forma indirecta pues, como Estado capitalista, guarda los intereses del capital. Es el propio sistema del capital quién ha sacado a la mujer del hogar para que venda su fuerza de trabajo y con el salario que percibe pueda ayudar en la crianza de los hijos y aún más, pagar a otra mujer para que cuide de ellos y de su hogar. El Estado capitalista es, no lo olvidemos, el que vigila del orden social establecido y ejerce la autoridad.

Las llamadas feministas “marxistas” son todo lo contrario a las marxistas Clara Zetkin y Alexandra Kollontai que, entre otras, aporta al marxismo sus análisis sobre la evolución del papel de la mujer en la sociedad primitiva hasta la sociedad socialista. Las feministas “marxistas” rehúyen de las mujeres marxistas-leninistas y sus aportaciones a la lucha de las mujeres, de su experiencia y principios, para no tener que reconocer que el Estado socialista había eliminado -o había avanzado mucho en ello-, la carga del trabajo doméstico para las mujeres, así como el respeto adquirido por el hombre a su inteligencia y a su maternidad.

Las organizaciones obreras están impregnadas de este feminismo mal denominado marxista. Militando o no en ellas, se dirigen a las mujeres obreras desviándolas de su misión histórica. Tal es el caso de Ana de Miguel Álvarez que, alabando de un lado la gran mujer que fue Clara Zetkin y su incuestionable lucha a favor de las mujeres, para de otro, ponerla a caer de un burro como marxista que fue. Y como no, vuelven a utilizar sus escritos sobre los recuerdos de Lenin para atacar también el leninismo. Y de nuevo utiliza, como hace Hartman, el término “matrimonio” o “noviazgo” del feminismo con el marxismo o a la inversa. No se han enterado todavía que el marxismo, por ser antifeminista, que no antifemenino, no es novio ni se casa con el feminismo. Eso lo hacen las no marxistas que usan el marxismo para atraer a las obreras hacia sus objetivos: perpetuar la propiedad privada erigiéndose ellas con el poder político y económico. Algo que ya están logrando a través de la representación de las mujeres de la alta burguesía, mientras las obreras no avanzan un ápice en su condición de mujeres más que con su continua lucha y denuncia. La misma que usan las feministas para denigrarlas cuando optan por la lucha de clases como mujeres y como obreras.

“La referencia de la última frase elude al ya citado libro de August Bebel ‘La mujer y el socialismo’, cuyo subtitulo reza “en el pasado, en el presente y en porvenir”. Para Lenin en este libro estaba ya depositada toda la sabiduría dialéctica sobre la cuestión femenina y no eran necesarias posteriores elucubraciones. Además este texto es otro claro ejemplo de cómo la cuestión femenina se convierte en la cuestión siempre aplazada. …Lenin no solo critica el feminismo por pensar que resulta innecesario, sino por lo que tiene de destructivo al restar energías a la auténtica lucha. La consecuencia es que “la discusión sobre el sexo y el matrimonio debe esperar a que todo el mundo sea socialista o hasta que no haya contrarrevolucionarios en ninguna parte””. [27]

¿¡Cómo se puede manipular tan descaradamente los principios que Lenin mantiene al respecto de la mujer!? No es Lenin; es el marxismo que él aplicó tan correctamente y que más tarde llevaría a la mujer a estar en el poder y a establecer, ella con el hombre, las leyes que las feministas en el mundo aún no han logrado establecer como miembros de gobiernos y parlamentos “democráticos” defendidos por ellas.

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Ya hemos explicado con suficiente claridad que la lucha colectiva de las mujeres bajo las condiciones del capitalismo no logrará su emancipación total ni ante la ley ni ante la vida. Solo conquistas que se le arrebatan de igual forma que se las presta.  Lo hemos explicado con el materialismo histórico y con el materialismo dialéctico. Y más adelante, con las medidas de los Estados socialistas en beneficio de los intereses de la mujer en todos los aspectos de su vida, incluso en el que más preocupa a las feministas, su sexualidad y compromiso sexual. Porque efectivamente, el feminismo es innecesario en la medida en que expresa la ideología de la burguesía en la cuestión de la mujer, en la medida en que frena y retrasa, aumenta el tiempo de sufrimiento y el sufrimiento mismo, de la lucha inevitable contra el capitalismo por la mujer obrera. Es innecesario ante la lucha y el arma que constituye la mujer obrera por ser mujer y por ser obrera.

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La mujer y el leninismo.

Lenin defendía y afirmaba en 1907:

“La resolución concerniente al derecho al voto de las mujeres ha sido adoptada por unanimidad. Sólo una inglesa perteneciente a la sociedad semi-burguesa de los “fabianos” declara que se podía luchar no por el derecho a voto universal, sino por el derecho a voto limitado para las mujeres poseedoras. Esta propuesta fue completamente rechazada por el congreso que preconizó la lucha de los obreros por el derecho a voto pero no al lado de los adeptos burgueses de la igualdad de derechos para las mujeres, sino al lado de los partidos de clase del proletariado. El congreso reconoció que, en la campaña por el sufragio femenino, era indispensable defender íntegramente los principios del socialismo y la igualdad de los derechos entre hombre y mujeres, sin desfigurarlos por ninguna consideración particular.”[28]

Esta reivindicación feminista de principios del siglo XX era apoyada por Lenin. No tenía nada en contra más que la existente lucha de clases. Por lo tanto, defendía que el derecho a voto fuera para todas las mujeres incluidas las obreras.  

“Bajo el capitalismo, la “liberación” del trabajo de los millones de mineros ocupados en la extracción de hulla acarreará inevitablemente el paro forzoso en masa, una colosal agudización de la miseria, un empeoramiento de la situación de los obreros. En cuanto a las ganancias derivadas de este gran descubrimiento, se las embolsaran los Morgan, los Rockefeller, …con su sequito de abogados, directores, profesores y demás lacayos del capital.

Bajo el socialismo, la aplicación del procedimiento de Ramsay, al hacer “innecesario” el trabajo de millones de mineros, etc., permitirá inmediatamente reducir para todos la jornada de trabajo de 8 horas, por ejemplo, a 7, y aún menos. La “Electrificación” de todas las fábricas y ferrocarriles hará que las condiciones de trabajo sean más higiénicas, podrá millones de obreros a salvo del humo, del polvo y de la suciedad, acelerará la transformación de los repelentes y sórdidos talleres en laboratorios limpios, luminosos, dignos del hombre. El alumbrado, la calefacción eléctrica de cada vivienda, librará a millones de “esclavas domésticas” de la necesidad de perder tres cuartas partes de su vida en una cocina pestilente”.[29]

Las reivindicaciones de las mujeres obreras, como reducción de horas de trabajo y salubridad, también son defendidas por Lenin. Atiende los descubrimientos de la ciencia, de nuevo, bajo la existente lucha de clases. Y respecto al trabajo doméstico con mayor hincapié pues son las obreras y las más humildes aquellas que andan entre los fogones.

«El coronel del ejército ingles Mc Cormick tenía una amante, a cuyo servicio estaba una niña india de once años llamada Ana. El distinguido representante de una nación civilizada, valiéndose de engaños, llevó a Ana a su casa, la violó y la dejó encerrada.

El padre de Ana, que se encontraba en la agonía mandó buscar a su hija. Fue entonces cuando se conoció en la aldea toda la historia… la policía se vio obligada a detener a Cormick. Pero el juez lo puso en libertad bajo fianza, y luego, tras burlarse repetidas veces y cínicamente de la ley, ¡absolvió a Mc Cormick!!…Todo el mundo sabe que cosas como ésta suceden en la India a millares y hasta millones…no hay que olvidar que los liberales ingleses colocan al frente de la administración de la India a sus “mejores” hombres….En Asia se ha despertado ya el espíritu “Europeo”: los pueblos de Asia han adquirido conciencia democrática”[30]

El maltrato, la violación y el abuso de niñas y mujeres es repudiado y denunciado por Lenin. Son los hipócritas burgueses que hacen las leyes quienes exculpan a los responsables.

“En Londres se ha clausurado recientemente el “quinto congreso internacional  contra la trata de blancas” ¡Se han despachado a su gusto duquesas, condesas, obispos, pastores, rabinos, funcionarios de la policía y toda clase filántropos burgueses!… ¿Qué medios de lucha han preconizado los distinguidos delegados burgueses del Congreso? Principalmente dos: la religión y la policía. …Una dama de Canadá expresó su admiración por la policía y por la vigilancia policiaca femenina contra las mujeres “que han caído”; pero en lo que se refiere al aumento de salarios, señaló que las obreras no merecían una mejor remuneración… cuando el delegado austriaco Gärtner intentó plantear la cuestión relativa a las causas sociales de la prostitución, a las privaciones y a la miseria de las familias obreras, a la explotación del trabajo infantil, a las insoportables condiciones de vivienda, etc., ¡¡el orador fue reducido al silencio por la exclamaciones hostiles del auditorio!!… Por ejemplo, cuando la emperatriz alemana visita una casa de maternidad, en Berlín, las madres de hijos “naturales” tienen que ponerse anillos de boda… Los aristócratas de la beneficencia y los defensores políticos de las burlas que se hacen de las necesidades  y la miseria se reúnen para “luchar contra la prostitución” que es mantenida precisamente por la aristocracia y la burguesía…”[31]

En la lucha contra la prostitución Lenin critica la hipocresía de la burguesía pero también toma en cuenta la causa que lleva a la prostitución que no es otra que la miseria y la explotación a la que se ven sometida la mujer y la clase obrera.

Pero será N. Krúpskaya quien da claridad a la constante preocupación de Lenin por la situación femenina:

Vladimir Ilich estudió atentamente la vida y el trabajo de las obreras, las campesinas y las kustares… Indicaba cómo la psicología del campesinado derivada del espíritu de propiedad privada hacía que la mujer ejecutase multitud de labores innecesarias y absurdas (cada campesina de una gran familia patriarcal tenía que fregar tan sólo la parte que le correspondía en la mesa común, preparar aparte la comida para su hijo de corta edad y ordeñar aparte para él la leche).

En su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia Lenin describe como explotaban los ganaderos el trabajo de la campesina, describe como explotaban las mayoristas el trabajo de las artesanas encajeras, describe cómo emancipaba a la mujer la gran industria, como bajo la influencia del trabajo en la fábrica se ampliaban los horizontes de la obrera, cómo se iba transformando ésta en una persona más instruida y más independiente y cómo se iba liberando de las trabas de la familia patriarcal.

[…] Vladimir dedica especial atención a la tarea de incorporar a la mujer trabajadora a la actividad pública, escribe sobre la necesidad de hacer participar a todas las mujeres en las labores sociales…, Vladimir Ilich plantea la cuestión de promover a las capas femeninas más atrasadas a la administración del Estado, la necesidad de reeducar a las masas en el proceso mismo del trabajo social.”[32]

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Y en España, ¿cómo tomó forma el feminismo “marxista”?

Nos tenemos que retrotraer a la época de la llamada transición hacia la “democracia”. Las mujeres del PCE a través de su Comisión de la mujer, tras el IX Congreso -allá por 1978 coincidiendo con la elección de Santiago Carrillo como Secretario General, traidor a la causa obrera y defensor del eurocomunismo- señalaban entonces:

“La subordinación de la mujer estaría determinada por la escasa capacidad del grupo humano primitivo para actuar sobre la naturaleza. No habría existido nunca un matriarcado, un gobierno en manos de la mujer. En todos los sistemas de parentesco- matrilineales, patrilineales, etc.- la autoridad corresponde al hombre. En las sociedades matrilineales esa autoridad la detenta el hermano de la mujer, y en las patrilineales el marido.

Parece indudable que las mujeres no gozaban de la misma autonomía que los hombres y que, por tanto, en dichas sociedades primitivas aparece ya una clara asimetría entre los sexos. Pero sería aventurado afirmar que se haya producido en esa época una opresión sexual y social de la mujer tal como la entendemos hoy, ahora”[33]

La “cuestión feminista” traspasa “la cuestión de la mujer” y sitúa como contradicción fundamental un enfrentamiento sexista: el hombre contra la mujer. El marxismo no niega la desigualdad hombre y mujer bajo el régimen social basado en la propiedad privada, pero no los enfrenta. Por el contrario, ve en ello la unidad de contrarios que hace avanzar la situación de la mujer a favor de su emancipación, pero también del propio hombre que se iguala a la mujer.

Estas feministas primero eliminan de un plumazo la relación del individuo con la naturaleza. Parece que no cuenta cómo obtenía los medios de vida recolectando frutos, cazando y pescando, cómo descubrió el fuego y construyó las primeras herramientas utilizando la piedra y la madera, cómo se abrigó con las pieles de los animales, taló árboles, etc., transformando con ello la naturaleza; segundo, desprecian las capacidades de la mujer en tiempos en que sacar adelante una cría era un gran logro, en que evitar que los alimentos se pudrieran e imaginar y construir alfarería para su conservación, organizar su reparto y que primara el interés de la tribu, etc., era propio de individuos inteligentes; Y tercero y tan importante, o más: evitan señalar que la autoridad del hermano está ligada a la autoridad económica que representa la mujer y, sobre todo, al carácter colectivo de la organización del trabajo

Así se presenta la influencia del feminismo sobre la ciencia del marxismo y, como movimiento burgués, ya hacia su trabajo corruptor en el seno de la organización obrera. No es el desarrollo del materialismo dialéctico lo que se produce con ese análisis de la participación de la mujer en la historia, eliminando su protagonismo en ella. Es la expresión del eurocomunismo, como nuevo caso de traición a la clase obrera, en el campo de las condiciones de esclavitud de la mujer, fundamentalmente de la mujer miembro de la clase obrera, como protagonista de la historia. Y así como hemos comprobado que eurocomunismo fue el método empleado para eliminar la organización de la clase obrera, desesperanzarla y desarmarla frente al capitalismo, así el feminismo se desarrolló hasta el momento actual en que, no solo ha desarmado a la mujer obrera, sino que ha favorecido un nuevo feminismo mucho más reaccionario, que no solo pretende señalar a todos los hombres como culpables y a todas las mujeres como víctimas, sino que no distingue entre aquellas que pueden pagarse un guardaespaldas y aquellas que no tienen para pagarse la abogada que las defienda.

Basándonos en el materialismo histórico, hemos señalado que el patriarcado surge antes del capitalismo y es el interés de los burgueses por mantener en sus manos lo que han conquistado trabajando primero, y robando y saqueando después, lo que lo hace prevalecer por encima de cualquier otro interés.

En el mismo texto citado, en el capítulo La ideología de la superioridad del hombre, pone en duda qué ideología impera, si es la ideología burguesa o la ideología del hombre.  En este punto dan una de cal y otra de arena, como se dice vulgarmente:

“Desde hace milenios, los hombres se han apropiado, en mayor proporción que las mujeres, los medios, las técnica y los instrumentos de producción social, así como la cultura y el lenguaje. Esa situación se manifiesta en formas y grados diferentes en cada clase social, pero las afectan a todas y, con raras excepciones, mantiene a la casi totalidad de las mujeres fuera del poder político.

La división del trabajo entre los sexos es la causa fundamental de que desde la sociedades más antiguas, las mujeres se hayan especializado en las tareas realizadas en el ámbito “privado” de la familia (confección de vestidos, preparación de alimentos, cuidados de los hijos y de la casa, etc.), mientras que los hombres han participado en las funciones “publicas”, fuera del hogar (ejercito, magistratura, política comercio, etc.).

La ideología de la superioridad del hombre a lo largo de la historia se ha ido encarnando en las prácticas sociales, la moral, la religión, la legislación y los modos de vidas de las sucesivas formaciones sociales. Se trata de una ideología falaz que oculta las causas económicas y sociales que mantienen la inferioridad de la mujer en la sociedad actual….

Hemos de reconocer que Marx, Engels y el propio Lenin nos pusieron en guardia repetidas veces contra el peligro que entrañaba un análisis economicista de la cuestión femenina, y subrayaron la necesidad de abordarla desde el punto de vista de la ideología dominante y de su influencia más allá de su base de clase…

A la cuestión de la especificidad de la opresión femenina no se ha dado otra respuesta que remitirla, casi en exclusiva, a la lucha de clases”[34]

Su exposición es desde luego una “cuestión feminista”. Como aparentes militantes comunistas no pueden negar el papel de la mujer en la dirección del Estado Soviético, de la URSS y en el Estado de los países socialistas como Alemania, Checoslovaquia, etc., por eso no les queda otra que señalar “casi la totalidad de las mujeres fuera del poder político”. En realidad reniegan de las primeras mujeres marxistas y leninistas que abrieron la mente de miles de hombres y mujeres comunistas en el camino hacia la emancipación de la mujer, pero también del hombre; ni siquiera se dignan ejemplarizar la lucha de abnegadas de mujeres comunistas como Dolores Ibárruri, que luchó plenamente desde el campo de la política, como diputada en defensa de los intereses de la clase obrera y de la mujer. Y junto a ella otras tantas en defensa de los intereses de las trabajadoras; igualan la forma de vida de la mujer burguesa con la mujer obrera; hablan de ideología del hombre como una cuestión independiente del desarrollo social del capitalismo: se han quedado en la prehistoria, eluden la división social del trabajo y a regañadientes se ven obligadas a aceptar como causa la propiedad privada. Desprecian a miles de mujeres analfabetas que no podían acceder de ningún modo a la política aunque no por ello dejaron de defender hasta la muerte sus derechos como personas; y, como falsas marxistas, culpabilizan al hombre de tener una “ideología que oculta las causas económicas y sociales que mantiene la inferioridad de la mujer”. ¿Acaso no saben que es el capitalismo? ¿acaso no hay mujeres en la dirección capitalista que igualmente ocultan “las causas económicas y sociales que mantiene la inferioridad de la mujer”?; aluden y critican a los dirigentes del proletariado para desvirtuar sus principios en favor de unos intereses que no son del colectivo de mujeres de la sociedad. Pertenecen al grupo de mujeres que aspiran a una igualdad de poder y respeto bajo el capitalismo y, además, pequeño burguesas bajo la mentalidad de quien aspira a vivir en una imaginaria democracia justa.

En el segundo capítulo, Papel de los aparatos ideológicos del Estado, en el último párrafo del punto Familia se desenmascaran como enemigas de la clase obrera y su misión histórica.

“Si en el marco de nuestra política eurocomunista pensamos que es posible la democratización de los aparatos ideológicos del Estado y la sociedad, haciendo que éstos se vuelvan en contra de los intereses de la oligarquía en el poder, a la vez los comunistas podríamos investigar la posibilidad de que en un largo proceso de transformaciones sociales, políticas y culturales que lógicamente irán teniendo su reflejo en las formas de relacionarse hombres y mujeres, se vaya configurando un tipo de familia no instrumento al servicio de los intereses del Estado, sean cuales sean las fuerzas en el poder, sino como un medio a favor de un desarrollo superior de la calidad de las relaciones entre las personas”[35]

Al leer el documento se encuentra un marxismo deformado en el que se utiliza el materialismo histórico de forma que parezca que los hombres maquinaron, desde el principio de la historia humana, sobre como esclavizar a la mujer, en cómo someterla. Podemos leer también que “La actividad de la mujer, aunque servil y gratuita, no se diferenciaba sustancialmente de la del resto de la sociedad, lo que le concedía una cierta valoración social”. No sabemos si la valoración social era porque trabajan de forma gratuita y el hombre no o porque el hombre también trabajaba de forma gratuita.

En el capítulo La liberación de la mujer y la vía democrática al socialismo sostienen que el PC tiene el deber de

llevar la política feminista a las masas, al conjunto de la sociedad, y comprometerse directamente en la transmisión de la energía liberadora que contiene el feminismo […] Tenemos que salir de la interpretación economicista de la cuestión femenina y proceder permanentemente a una elaboración teórica de vanguardia en este terreno, de hecho nuestras concepciones sobre la transformación democrática de la sociedad y del aparato del Estado, el papel a jugar en la revolución socialista por la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, es decir lo que en conjunto denominamos eurocomunismo, puede suponer la superación de planteamientos economicistas en este tema.

Es decir, no se lanza a la movilización de las mujeres obreras por la conquista de sus derechos como mujeres que también participan en la producción, que incluso siendo esclavas en el hogar participan sin quererlo en la producción al producir mano de obra y cuidar de ella y su bienestar. No, para estas feministas que militan en una organización de clase lo fundamental es el individuo, los intereses de la mujer individuo sobre los intereses de la mujer como colectivo social, por encima de la clase social a la que pertenecen. Y se llaman marxistas y hablan en nombre del marxismo. Vergüenza para la clase obrera, para las mujeres obreras.

Aparentemente empujan por el interés colectivo de la mujer pero es solo eso, apariencia. De otro modo en lugar de criticar sibilinamente la lucha de clases como motor de la historia también de la mujer, afirmando que es una “interpretación economicista de la cuestión femenina”, reconocerían haciendo memoria histórica, a las grandes luchadoras de la Comuna de París, las trabajadoras de las fábricas textiles y sus huelgas, las conquistas que alcanzó la mujer tras la revolución bolchevique de 1917, su participación dinamizadora en la dirección del Estado Soviético como máximos dirigentes y representantes de obreras y campesinas, el avance hacia relaciones más sanas, libres y más independientes del hombre, las mujeres con el internacionalismo por bandera, las que en España dieron sus vidas por la II República y contra el fascismo, etc. Porque todas ellas llevaban en el seno de su lucha no solo emanciparse como obreras sino también como mujeres para tener relaciones libres, alcanzar una vida digna y propia ¿Cómo pueden decirse comunistas, definirse marxistas, aquéllas que afirman que la posición de vanguardia consiste en “la transformación democrática de la sociedad y del aparato del Estado, el papel a jugar en la revolución socialista por la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura”? Tergiversan el marxismo, el leninismo. Por algo se definen eurocomunistas. Bajo el eurocomunismo, estas mujeres dejaron de ser comunistas para transformarse, ellas sí, en feministas que se autoproclaman defensoras de los intereses de las mujeres, desde la transición que aplauden. Han tenido oportunidad de ejercer la transformación democrática de la sociedad y, sin embargo, han echado a las masas obreras de la que era su organización de clase, han abandonado a su suerte a miles de mujeres y han ejercido de fieles defensoras del sistema capitalista, eso sí, criticando con un murmullo unas veces más elevado y otras muchas veces más bajito, a las mujeres de clases altas.  La gran oportunidad de participar en el parlamento burgués para denunciar la esclavitud, la explotación y opresión sobre la clase obrera, la convirtieron en una continua cesión hacia los intereses de la clase capitalista española, aliándose con los grandes empresarios en lugar de denunciarlos abiertamente, dirigiendo y promoviendo luchas que estaban encaminadas a traicionar los intereses de la clase obrera y con ella, también, la emancipación femenina. Y estas mujeres, no alzaron la voz para protestar, para denunciar sino que por el contrario, lo aplaudieron en pos de las transformaciones democráticas que jamás han hecho posible que la clase obrera alcanzara un nivel de vida digno. La sociedad del bienestar fue posible para una selección de trabajadores que no fueron solidarios con el resto, la mayoría continúo viviendo malamente, endeudándose por el favor de los bancos.

El marxista habla de la “cuestión de la mujer” en tanto que es un individuo integrado en la sociedad, que participa en la producción social y, como ser humano, es protagonista junto al hombre de la historia humana.

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El carácter burgués del feminismo.

El feminismo “marxista” habla engañando a la clase que está falta de un conocimiento real del marxismo y del leninismo, de la experiencia que fue para los trabajadores y las mujeres el Estado Soviético de la URSS. ¡Claro que hay que desarrollar el marxismo! Los comunistas de verdad son los primeros en afirmar que hay que desarrollarlo. Así lo hizo Lenin, y los marxistas de las nuevas generaciones se esfuerzan y  deberán esforzarse por desarrollarlo y habrán de hacerlo las generaciones posteriores.

En realidad estas mujeres, estas feministas que se declaran marxistas, son la vergüenza de las mujeres obreras y trabajadoras organizadas en los Partidos Comunistas. En nada valoran las luchas de Clara Zetkin en favor de los intereses de la mujer. Tampoco las de Rosa Luxemburgo, de Inés Armand o de la gran estudiosa del desarrollo social de la mujer que fue Alejandra Kollontai. Todo lo que éstas explicaron, analizaron y concluyeron sigue en continua vigencia y lo seguirá estando en tanto siga existiendo la explotación del humano por el humano y la mujer, por tanto, siga siendo objeto de esclavitud. Las verdaderas marxistas tienen presente y aprenden de la experiencia de las mujeres soviéticas, de la RDA, de China, de Cuba, etc.  Para las feministas, los logros alcanzados por la mujer con el Estado Soviético no sirven para sus tesis a pesar de que dichos logros no han sido jamás superados por ningún país donde las transformaciones democráticas solo han llevado a un mayor grado de explotación de la clase obrera y de opresión a las mujeres. Toda conquista bajo la democracia capitalista realizada se ve enturbiada por su mercantilización.

Es Heidi Hartman la que diciéndose marxista no siente vergüenza al decir que: “Finalmente, muchos marxistas se contentan con el tradicional análisis marxista de la cuestión de la mujer. Ven en la clase el marco adecuado para entender la posición de la mujer. La mujer debe ser entendida como parte de la clase obrera”

Es una falsa hipócrita. Ningún marxista entiende a la mujer como si fuera un objeto. No hay ninguna frase marxista donde se insinúe siquiera. Los marxistas ven en la mujer un individuo protagonista de la historia, con un papel que ella no ha buscado pero que el desarrollo histórico social la ha dado y que, por el mismo desarrollo social (recordemos la materia, el materialismo dialéctico y sus leyes), tendrá que cambiar. Y la lucha de ella junto al resto de individuos que están esclavizados como ella, acelerará el proceso de cambio.

Tampoco dicen los marxistas lo que ella les atribuye: “no se debe permitir que el conflicto de sexos  se interponga en la solidaridad de clase. Como tergiversadora, cambia el sentido de lo que dice el marxista que defiende la ciencia marxista: la lucha individual de la mujer por sus intereses no puede frenar la lucha por los intereses de la clase obrera, no porque se interponga en la solidaridad de clase, sino porque sin la participación la mujer obrera en la revolución ésta no podrá triunfar y, por tanto, no podrá ni como mujer ni como obrera lograr su emancipación.  Quizás lo que le preocupe es que la mujer obrera tome el poder no en solidaridad sino junto a su clase.

Para no dejar nada en el tintero, esta mujer, que nada de marxismo puede enseñar a las mujeres obreras y las jóvenes comunistas que comienzan a formarse en el marxismo leninismo, casi a modo de conclusión señala:

“En la década de los sesenta, el movimiento de los derechos civiles, el movimiento estudiantil por la libertad de expresión, el movimiento contra la guerra, el movimiento de la mujer, el movimiento ecologista y la militancia cada vez mayor de profesionales y administrativos plantearon a los marxistas nuevos problemas. Pero ahora, el retorno de problemas económicos tan obvios como la inflación y el desempleo ha hecho que se olvide la importancia de estas reivindicaciones y la izquierda vuelva a lo “fundamental”: la política de la clase obrera (estrictamente definida). Las sectas marxistas-leninistas cada vez más numerosas son profundamente antifeministas, tanto en la doctrina como en la práctica. Y hay indicios de que el interés por los problemas feministas en la izquierda académica está también en decadencia. Está dejando de haber servicios de guarderías en las conferencias de izquierda. A medida que el marxismo o la economía política resultan intelectualmente aceptables, la antigua red de jóvenes de ideas liberales encuentra su réplica en una red de jóvenes marxistas y radicales, machistas en cuanto afiliación y opiniones pese a su juventud y radicalismo”

La pregunta que podemos hacernos: ¿es o no esta mujer una burguesa? ¿Defiende o no los intereses del liberalismo burgués? ¿Se puede consentir que esta mujer hable en nombre del marxismo? Es una impostora que llama a las jóvenes militantes de las organizaciones obreras juveniles a enfrentarse a sus camaradas de organización, en lugar de impulsarlas a que los animen y ayuden a evitar el machismo, a superar juntos ese compartimiento que humilla a las mujeres; en lugar de animarlas a comenzar a construir una moral distinta que se fortalezca en los procesos de lucha para cuando el socialismo por fin sea un hecho: la nueva moral que se anticipe al futuro.

Poco les importa a las feministas que en la historia haya habido mujeres que destacaran como valientes revolucionarias que no solo defendían intereses de mujer, sino que los ponían al servicio de la defensa de los intereses de su clase y de la humanidad; que las obreras rusas saliendo en manifestación contra el hambre y por la paz, alentaran a los obreros a avanzar hacia la Gran Revolución que llevó a mujeres obreras y campesinas hacia una vida digna. Poco les importan a estas feminista los cientos de mujeres que dieron su vida y fueron imprescindibles en la Revolución de Octubre de 1917, en  la toma del poder por los obreros dirigidos por su organización de clase, el Partido Comunista. Poco parece importarles, quizás porque es resultado de una lucha de clases y de su interés colectivo y no del individualismo, del interés exclusivo de las mujeres como colectivo. Lo que para las feministas es pura lucha economicista, una simple lucha de clases, fue para las mujeres obreras y trabajadoras la gran batalla por librar al mundo del fascismo: la participación de miles de mujeres en la II guerra mundial, en especial miles de mujeres soviéticas que dieron su vida por el Estado Proletario que tanto había hecho por ellas.

Una marxista nunca diría “que es posible la democratización de los aparatos ideológicos del Estado y la sociedad, haciendo que esos se vuelvan contra los intereses de la oligarquía en el poder”. Una marxista es consciente que la existencia de esa oligarquía se debe a la existencia de la propiedad privada; y que la abolición de ésta no puede llevarse a cabo por los aparatos del Estado capitalista –por mucho que se intente democratizarlos-, sino sólo por los aparatos revolucionarios que sustituyan aquéllos.

Pero afortunadamente la historia del ser humano ha dado grandes mujeres, entre ellas grandes mujeres marxistas, de esas que hablan de lucha de clases.

Clara Zetkin decía:

“Reparto del poder político entre todos los estratos y clases de la población: ¡qué bien suena, cómo suena a justo y democrático!

Y sin embargo, la piel de cordero disfraza al lobo. Sólo existen dos posibilidades: o el proletariado detenta todo el poder político para la realización de su objetivo final: la superación del capitalismo por el socialismo, o bien el proletariado no detenta ningún poder, sino sólo una parte mínima del mismo para poder realizar reformas que no amenacen el sistema capitalista, sino que por el contrario lo refuercen. Un reparto de poder entre la clase obrera y la burguesía siempre acaba desembocando en un dominio de la clase burguesa, siempre acaba siendo una moderada dictadura de la clase poseedora y explotadora.”[36]

Los intereses de clase oprimida y explotada son los propios intereses de la mujer como esclava asalariada y oprimida. Necesita tomar el poder y ejercerlo de la mano de su clase, de la clase obrera que como ella está esclavizada. Necesita recuperar su autoridad, igualarla a la del hombre para ejercer unas relaciones sexuales que no estén condicionadas por la existencia de la superioridad moral. Esto no lo defienden las feministas que utilizan el término “cuestión femenina” para desacreditar “la cuestión de la mujer”.

“Por ello, de forma paralela a la conciencia de su personalidad y de su derecho, nace y cobra fuerzas en la obrera nueva el sentido de la colectividad, de la camaradería, ese sentimiento que solo se desarrolla débilmente entre las mujeres de los otros sectores…Entre las trabajadoras, el antagonismo de clase es sentido con nitidez infinitamente mayor que entre las mujeres antiguas, que no conocían la lucha de clases sino de oídas. Para la mujer trabajadora, que ha dejado atrás el umbral del hogar, que ha experimentado en su propia carne toda la fuerza de las contradicciones sociales, que se ve obligada a participar activamente en la lucha de clases, una ideología de clase clara y sin equívocos adquiere la importancia de un arma en combare por la existencia…Pero en tanto que la mujer de la clase obrera lucha la afirmación de su derecho, de su personalidad, concuerda con los intereses de su clase, las mujeres de las demás capas sociales tropiezan con un obstáculo: la ideología de su clase ,hostil a la reeducación del modelo femenino. En el medio burgués, “la rebeldía de la mujer” toma un aspecto mucho más agudo, se expresa mediante formas de mayor relieve, y los dramas morales de la mujer nueva manifiéstanse allí más vivamente, con más matices, de modo más complejo que entre las proletarias.[37] En el medio obrero no hay ni puede haber conflictos afilados entre la psicología en formación de la mujer nueva y la ideología de la clase: una y otra se hallan incluidas en un proceso en desarrollo.

[…]Tan solo una delgada capa de la vanguardia proletaria, ligada estrechamente al pensamiento comunista, cuenta entre sus filas con esta nueva especie de mujeres, camaradas, militantes, personalidades fuertes. Pero ¿quién se atrevería a afirmar que en ellas ha desaparecido para siempre toda huella de servidumbre espiritual y moral que en la mujer han dejado las secuelas de la cultura burguesa?

[…] La revolución ha elevado a la mujer a una estatura que jamás había ella conocido, la ha colocado al mismo nivel que su camarada de trabajo, ha visto como racional tal igualdad de derecho. Progreso sin precedente… Pero para no verse sobrepasada por la vida, para no ser relegada a segundo plano y aplastada en la lucha por la subsistencia, la mujer debe, sin perder ni un instante, rechazar los decrépitos valores de la ideología burguesa. Y, en primer lugar, debe volver a cuestionar sus relaciones con el otro sexo. Si no lo hace, se someterá a los preceptos de la ideología burguesa y seguirá estando “al lado del hombre”, es decir, fuera de la vida activa de la colectividad; si lo hace, cruzara el Rubicón para venir al campo de la ideología proletaria, que trae un nuevo lenguaje y nuevas relaciones entre los sexos. No hay tercera vía.

[…] El hombre sigue considerando a la mujer, sea como un “medio agradable” de acallar las necesidades carnales, sea como su sombra legítima y fiel, es decir su esposa.

No advierte que llega la hora en que deberá considerar los intereses de su amiga y compañera, en que tendrá que adaptarse sinceramente a ella si no quiere perder su amor, su cariño, su amistad. El hombre, en las relaciones amorosas entre los sexos, lleva aún todo el bagaje legado por los obsoletos restos de la cultura burguesa; mientras que la mujer extrae sus necesidades y sus sentimientos de la ideología nueva. El choque es inevitable.

[…]Durante siglos, la cultura burguesa ha fomentado en el hombre hábitos de autosatisfacción. Y, en su conjunto, los hombres de la clase obrera están aún lejos de haber superado tales hábitos. Pero la juventud trabajadora debe darse cuenta de que en absoluto se trata de algo “legítimo”, sino que únicamente son vestigios de la filosofía burguesa, y, por lo tanto, incompatibles con la ideología proletaria.

En el terreno de las relaciones intersexuales, la ideología proletaria se fundamenta en el reconocimiento de la igualdad de todos los miembros de la colectividad trabajadora. La ideología del proletariado no puede admitir la sumisión de uno a otro, la desigualdad, ni siquiera en los asuntos amorosos.

La consolidación de la ideología del proletariado no acarrea el reforzamiento de la tendencia individualista a la autosatisfacción, ni el aumento de las costumbres egoístas, sino por el contrario el DESARROLLO DE LA SENSIBILIDAD Y DEL TACTO EN LAS RELACIONES CON TODOS LOS MIEMBROS DE LA COLECTIVIDAD, el desarrollo de la capacidad de ver en cada uno al camarada y al ser humano”[38]

Estas palabras serán las que una marxista de las que hablan de lucha de clases, también en el siglo XXI, dirá sobre la cuestión de la mujer. Las conquistas y logros de la mujer, durante la existencia del Estado soviético, impulsaron, fortalecieron  y elevaron la lucha de las mujeres en los países de desarrollo económico capitalista. En la futura Revolución Bolchevique que irremediablemente triunfará, tanto la mujer como el hombre obrero tendrán un grado de igualdad legado por el propio desarrollo del capitalismo y ello, posibilitará un mayor avance hacia la eliminación definitiva del interés individualista impregnado por la filosofía y moral burguesa, en las relaciones con el otro sexo. La estructura patriarcal desaparecerá junto con el capitalismo y el machismo impregnado de costumbre desaparecerá para ser sustituido por costumbres nuevas.

Pero como señala Kollontai “cada nuevo objetivo alcanzado de la clase trabajadora representa un paso que conduce a la humanidad hacia el reino de la libertad y la igualdad social: cada derecho que gana la mujer le acerca a la meta definida de plena emancipación” y es por ello que, a pesar de su desviación y manipulación, las marxistas-leninistas deben apoyar todas las cuestiones que las feministas, como tal, plantean en su afán por atraer a las masas de mujeres obreras y trabajadoras hacia su lucha. De las propuestas que se plantean en el PCE de 1978 y que hoy, a pesar de las supuestas transformaciones democráticas,  siguen siendo completamente vigentes, hay que continuar defendiendo las relativas al carácter de fuerza productiva de la mujer “estableciendo la socialización de esas tareas por el Estado”; “una educación científica, didáctica y progresista y su gratuidad”; “la sindicación y la mejora de las condiciones de la mujer trabajadora del campo”, la igualdad de oportunidades, la educación sexual,  el acceso a la cultura, etc. Siempre apoyara el marxista, hombre o mujer, toda lucha que beneficie a los intereses de la mujer obrera y trabajadora y, por ende, a la clase obrera en el camino de lucha hacia su emancipación.

Sin embargo, se denunciará a las feministas que se dicen marxistas y que, de forma abierta y clara en las organizaciones obreras, apartan a las mujeres de la clase obrera de su propia ideología, la que adquiere cuando es consciente de su esclavitud y de su pertenencia a la clase obrera. Las apartan para guiarlas por el camino del individualismo burgués que prioriza la lucha propia frente a la del colectivo, enfrentándola al hombre obrero, quebrantando la unidad, la solidaridad y el internacionalismo.

Pero es que también existe una antropología feminista que sin dar datos contrastados científicamente, resuelve siempre a favor de la moral burguesa. Como ejemplo, los artículos publicados en la revista Nueva Antropología de la Asociación Nueva Antropología A.C. (México) como el concluye así:

“Para concluir, numerosas son las definiciones dadas, pero en estas páginas entendemos por feminismo” …una perspectiva teórica que cuestiona la existencia de roles de género “naturales” o biológicamente determinados y un compromiso político de erradicar las desigualdades de ellas “ (Cinchilla 1982:215) Feminismo significa la lucha por la igualdad de derechos de la mujer y su liberación, es una actitud y un movimiento, “…se nos presenta como un concepto capaz de englobar una ideología y un movimiento de cambio socio-político fundado en el análisis crítico del privilegio del varón y de la subordinación de la mujer en cualquier sociedad dada” (Offen 1991;131) Y según algunas autoras “…a partir de ahora el feminismo debe ser considerado, por derecho propio, como una importante ideología critica o sistema de ideas de rápida evolución” (Offen 1991:129)”[39]

En realidad, sin aportación de datos objetivos y reales sobre el papel de la mujer en el transcurso de la historia, se nos insiste una y otra vez, que los comunistas olvidan que la situación de la mujer de opresión ante el hombre es un problema de sexo y no de las relaciones económicas. Y los comunistas han de insistir: las relaciones económicas determinan unas relaciones sociales y culturales que no le son ajenas a los individuos hombre-mujer. Y es que es esta cuestión y no otra la que interesa a las feministas rechazar para poder defender su lucha por tener el poder político y económico que tiene el varón. No buscan resolver la contradicción que presenta el hombre obrero y trabajador que ni tiene poder político (le amenazan si hace huelga, le impiden organizarse en su Partido de vanguardia con traición y engaño, le aplican la Ley Mordaza, le acusan de terrorismo) ni poder económico porque para sobrevivir debe vender su fuerza de trabajo a cambio de un misero salario.

El movimiento femenino marxista y leninista defiende que la obrera y trabajadora del campo intervengan en el poder con el hombre, organizando la sociedad y la economía en igualdad de condiciones, unidos y resolviendo las contradicciones de ese enfrentamiento hombre-mujer que el capitalismo refuerza haciéndolo estallar de forma violenta. Por eso, los comunistas también defienden que no basta liberar a la mujer de la esclavitud asalariada también hay que liberarla del patriarcado. Para lograrlo, han constatado con la experiencia histórica, que es imprescindible la participación de las mujeres obreras y trabajadoras del campo en la organización social. Con el poder obrero, hay que destruir la propiedad privada, eliminar el modo de producción capitalista, desmantelar la moral y filosofía burguesas; hay que crear una sociedad nueva, una sociedad que nace de las ruinas del viejo capitalismo.

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El carácter internacionalista de la cuestión de la mujer.

Lenin decía al respecto de la sumisión a la opresión de la mujer:

“El derecho al divorcio seguirá siendo irrealizable en el capitalismo, en la mayoría de los casos, pues el sexo oprimido se halla aplastado económicamente, pues la mujer sigue siendo en el capitalismo, en cualquier clase de democracia, “una esclava doméstica”, una esclava encerrada en el dormitorio, la habitación de los niños y la cocina. El derecho a elegir jueces populares, funcionarios, maestros, jurados, etc. “propios” es también irrealizable en el capitalismo, en la mayoría de los casos, precisamente a causa del aplastamiento económico de los obreros y campesinos.”[40]

Y efectivamente, cambiando las condiciones de entonces por las de ahora, en la actual democracia capitalista aparentemente se puede aplicar el divorcio, pero qué divorcio es éste en que la mujer sigue estando oprimida por aquel que fue su esposo, su amante. Está atada a él de por vida: si no tiene trabajo e independencia económica tendrá que depender de la asignación económica del que fue su esposo tanto para ella como para los hijos; la propiedad del hogar la ata a él para liquidar las hipotecas o prestamos familiares que permitieron tener una casa donde acogerse la familia. Por otro lado, los acosos por celos o por orgullo que le llevan a él a asesinarla y violentarla en todos los aspectos y a ella, a despreciarlo y necesitarlo a la vez. Y cuando la mujer denuncia, qué justicia recibe, quién la libera realmente del miedo y la sensación de debilidad frente al hombre del que se ha intentado separar, frente al que la humilla en el trabajo, frente al que la acosa en la calle, la viola y la mata.

Las feministas afirman que, desde el marxismo, solo se ha visto la cuestión femenina desde el punto de vista de clase, no se equivocan pero sí engañan a las mujeres obreras y a la clase obrera en general porque omiten que las mujeres comunistas comprueban entre las mujeres que habitan los barrios obreros, cómo su papel protagonista está marcado por la opresión y esclavitud que le impone no el hombre que con ella se sienta en las plazas o que apartada de ella también comenta las miserias de vida con sus compadres; omiten que las mujeres comunistas ven como los niños y niñas de las obreras están sometidos a los horarios no que ellos necesitan para vivir su infancia sino a los horarios de unos padres que si trabajan no tienen tiempo para ellos y, que si están desempleados, con ellos pagan sus rabias. Omiten que las marxistas se fijan en como con cada modo de producción la mujer ha tenido un papel protagonista determinado, papel que bajo el modo de producción en que prima el interés individual, el sentido de propiedad y la misma propiedad privada, es el papel de esclava y oprimida.

“Proteger los intereses de la juventud, la mujer y la infancia… prestar ayuda a los estudiantes refugiados; ayudar a los jóvenes y las mujeres a organizarse para participar, en pie de igualdad con los demás, en todas las actividades que contribuyan a la guerra de resistencia contra los invasores japoneses y al progreso social; asegurar la libertad de matrimonio y la igualdad entre el hombre y la mujer, y dar a los niños y jóvenes una educación útil; (…) “[41]

Son las palabras de otro marxista, Mao Zedong, a favor de los intereses de la mujer china y la campesina.

“El materialismo dialéctico es el que ha arrojado sobre los problemas de la condición femenina la luz más fuerte, la que nos permite situar el problema de la explotación de la mujer en el seno de un sistema generalizado de explotación. Es también el que define la sociedad humana no ya como un hecho natural inmutable, sino como algo antinatural.

La humanidad no padece pasivamente el poder de la naturaleza. Sabe aprovecharlo. Este aprovechamiento no es una operación interior y subjetiva. Se efectúa objetivamente en la práctica, si se deja de considerar a la mujer como un simple organismo sexuado para tomar conciencia, más allá de los hechos biológicos, de su valor en la acción”.[42]

«La verdadera emancipación de la mujer es la que responsabiliza a la mujer, la incorpora a las actividades productivas, a las luchas del pueblo. La verdadera emancipación de la mujer es la que propicia la consideración y el respeto del hombre.»

“Esto indica claramente, compañeras militantes, que la lucha por la liberación de la mujer es ante todo vuestra lucha por el fortalecimiento de la revolución democrática y popular. Una revolución que os da la palabra y el poder de decir y obrar para la edificación de una sociedad de justicia e igualdad, donde la mujer y el hombre tengan los mismos derechos y deberes. La revolución democrática y popular ha creado las condiciones para este combate libertador. Os corresponde a vosotras obrar con responsabilidad para, por un lado, romper las cadenas y trabas que esclavizan a la mujer en sociedades atrasadas como la nuestra, y por otro, asumir la parte de responsabilidad que os corresponde en la política de edificación de la sociedad nueva, en beneficio de África y de toda la humanidad.”[43]

Y así hablaba Thomas Sankara, otro marxista que habla de la mujer en un país que había sido colonia francesa, donde el capitalismo había ensangrentado la vida de mujeres y hombres. No huye de la defensa de la emancipación de la mujer negra desde el punto de vista de la lucha de clases y, por tanto, desde el análisis económico de la sociedad capitalista.

“[…] Compañeras, no habrá revolución social verdadera hasta que la mujer se libere. Que mis ojos no tengan que ver nunca una sociedad donde se mantiene en silencio a la mitad del pueblo. Oigo el estruendo de este silencio de las mujeres, presiento el fragor de su borrasca, siento la furia de su rebelión. Tengo esperanza en la irrupción fecunda de la revolución, a la que ellas aportarán la fuerza y la rigurosa justicia salidas de sus entrañas de oprimidas.

Compañeras, adelante por la conquista del futuro. El futuro es revolucionario. El futuro pertenece a los que luchan.”[44]

Y así, unos tras otros, hombres casi todos ellos de origen burgués, marxistas leninistas comprometidos con los oprimidos y que defienden el derecho de la mujer a luchar por sus intereses, se comprometen con su lucha como miembro social y con sus relaciones con el otro sexo, en su unidad como miembro de las clases sociales para superar su opresión, opresión que solo puede eliminarse con las luchas de las mujeres obreras en el seno de la clase obrera, y como clase ascendente,  por la revolución socialista y la toma del poder proletariado.

Y Stalin, marxista que desarrolló el leninismo, señaló:

“El Día Internacional de las Mujeres debe servir para hacer pasar a las obreras y campesinas de la reserva de la clase obrera al ejército activo del movimiento liberador del proletariado. ¡Viva el Día Internacional de las mujeres!”[45]

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NOTAS:

[1] A. Kollontai. La base social de la cuestión femenina (1909)

[2] Augusto Bebel. La mujer y el socialismo. La historia de la mujer es la historia de su opresión

[3] Karl Marx. Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844. Propiedad Privada y Comunismo [Tercer Manuscrito]

[4] Karl Marx. Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844. Propiedad Privada y Comunismo [Tercer Manuscrito] Alianza Editorial. Ed. Bolsillo Pg.141

[5] Instrumentos de producción son los medios de trabajo (maquinas, herramientas, herramientas para trabajar el campo)

[6] K. Marx y F. Engels. El Manifiesto comunista. II Proletarios y comunistas

[7] Proudhon. Primera memoria sobre la propiedad

[8] A. Kollontai. La mujer en el desarrollo social. 7 Las causas del “problema de la mujer”

[9] C. Marx. La guerra Civil en Francia

[10] F. Engels. La propiedad privada, la familia y el Estado

[11] Marx y F. Engels. El Manifiesto comunista. II Proletarios y comunistas

[12] Desigualdades entre mujeres y hombres en el mercado laboral. Área de Economía feminista. Mercedes Larrañaga Sarriegí. Profesora e Euskal Herriko Unibertsitatea (Universidad del País Vasco)

[13] Ídem Desigualdades entre mujeres y hombres en el mercado laboral. (2.2 Paro)

[14] Ídem Desigualdades entre mujeres y hombres en el mercado laboral. (2.3. Remuneración)

[15] https://www.traficantes.net/noticias-editorial/entrevista-silvia-federici-autora-de-caliban-y-la-bruja

[16] C. Marx. Trabajo asalariado y capital (1849)

[17] Ídem. Trabajo asalariado y capital (1849)

[18] https://www.traficantes.net/noticias-editorial/entrevista-silvia-federici-autora-de-caliban-y-la-bruja

[19] C. Marx. El capital. Siglo XXI, México, 1975 T.I

[20] C. Marx. Trabajo asalariado y capital (1849)

[21] Heidi Hartman. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión mas progresiva entre marxismo y feminismo

[22] Ídem. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión mas progresiva entre marxismo y feminismo

[23] Integran

[24] Ídem. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión mas progresiva entre marxismo y feminismo

[25] Ídem. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión mas progresiva entre marxismo y feminismo

[26] Ídem. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión mas progresiva entre marxismo y feminismo

[27]La articulación clásica del feminismo y el socialismo: el conflicto clase-género”  Ana de Miguel Álvarez

[28] Lenin. El Congreso socialista internacional de Stuttfgart. Septiembre 1907

[29] Lenin. Una Gran victoria de la técnica. Abril 1913

[30] Lenin. Los europeos civilizados y los asiáticos salvajes. Abril 1913

[31] Lenin. El quinto congreso internacional contra la prostitución. Julio 1913

[32] N. Krúpskaya. Prologo del Libro “Lenin: la emancipación de la mujer”. Ed. progreso, 1979

[33] Liberación de la Mujer. Proyecto programa del PCE. Comisión de la mujer del CC.

[34] Ídem Liberación de la Mujer. Proyecto programa del PCE.

[35] Ídem. Liberación de la Mujer. Proyecto programa del PCE. La familia

[36]  Clara Zetkin. Directrices para el Movimiento Comunista Femenino (1920). La Revolución y las Mujeres

[37] Ello explica quizás el hecho de que los novelistas contemporáneos escojan casi siempre para sus relatos nuevas heroínas y, como representante de ellas, una mujer del medio burgués. Hay poquísimas heroínas de la clase obrera. Y, sin embargo, que rica materia habrían podido encontrar los escritores si se hubieran decidido a descender a las capas sociales donde la dura realidad de nuestros días crea, no en cuanto unidades aisladas, sino en masa, la especie de mujeres de una nueva estructura moral, con necesidades nuevas, con emociones nuevas. (nota de la propia Kollontai)

[38] Alejandra Kollontai. La mujer nueva. Mujeres solteras. III

[39] Anna Fernández Poncela. Estudios sobre las mujeres, el género y el feminismo (1998)

[40] V. I. Lenin. Sobre la caricatura del marxismo y el “economismo imperialista

[41] Mao  Zedong. Sobre el gobierno de coalición. (24 de abril de 1945) Obras Escogidas, T. III.

[42] Thomas Sankara. La liberación de la mujer: una exigencia de futuro. La lucha de clases y la cuestión de la mujer

[43] ídem. La liberación de la mujer: una exigencia de futuro. Nuestra revolución y la emancipación de la mujer

[44] ídem. La liberación de la mujer: una exigencia de futuro. ¿Cómo podemos organizarnos para acelerar la marcha hacia la emancipación?

[45] J. Stalin.  Para el Día Internacional de las Mujeres. Pravda, 8 de marzo de 1925.