por Gavroche.
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El materialismo dialéctico, una asignatura pendiente para el comunismo en España
Las actuales organizaciones que se pretenden marxistas-leninistas en España se resisten a romper radicalmente con el revisionismo y, en particular, a asentar su política en la concepción del mundo del materialismo dialéctico. Así, mientras unas concilian con la política burguesa reformista, otras la combaten a costa de la necesaria unidad de acción de los obreros.
Hace más de veinte años que venimos denunciando esta situación: al principio, fue en el seno mismo de nuestra organización hasta que nos constituimos en Unión Proletaria; y, desde entonces, nos topamos con este error en el resto del movimiento comunista. Los fracasos de nuestras tentativas de unidad nos han hecho comprender lo mucho que el revisionismo ha confundido a los comunistas. No ha sido suficiente apelar a las citas literales de nuestros clásicos ni a las analogías con la experiencia histórica, particularmente soviética.
Vamos a perseverar en la dirección que hemos emprendido, pero afilando nuestras armas dialécticas e investigando qué ha cambiado en la sociedad, en la masa obrera y en los comunistas para que el marxismo-leninismo no fructifique como lo hizo en su primer siglo de existencia y se reincida hoy en los viejos errores ya criticados por nuestra teoría revolucionaria.
Para ello, era necesario que empezáramos por elevar nuestra comprensión de la cosmovisión marxista-leninista iluminando nuestra propia experiencia política con relecturas y nuevas lecturas de los textos más filosóficos de Marx, Engels y Lenin.
Por consiguiente, lo que hemos hecho en estos últimos meses no es más que procurar una mejor comprensión de los fundamentos del marxismo-leninismo para actuar más eficazmente a favor de la reconstitución del Partido Comunista. [Ver el Plan de Formación de Unión Proletaria sobre el Materialismo Dialéctico en este enlace: https://www.unionproletaria.com/wp-content/uploads/2021/11/Plan-de-formacion-UP-diamat-2021.pdf ].
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Los manuales como exposición de las conclusiones más generales de la filosofía marxista-leninista.
Los manuales de filosofía marxista-leninista exponen las ideas más generales y positivas del modo de pensar marxista-leninista. De manera telegráfica, son las siguientes.
Para el materialismo dialéctico, todo lo existente está concatenado y es el resultado del desarrollo de la materia en el espacio y en el tiempo, desde las formas más simples hasta las más complejas. Hasta donde conocemos, estas últimas son la sociedad y el cerebro humanos. El mundo material -naturaleza y sociedad- se refleja en el cerebro humano como pensamientos, conciencia, espíritu, etc., que dictan la acción de los individuos, la cual a su vez modifica el mundo material.
En cambio, el idealismo en general y las religiones en particular atribuyen al pensamiento un origen no material. El revisionismo “izquierdista” incurre en cierto idealismo al pretender transformar la sociedad a base de ideas y acciones que no se corresponden cabalmente con la realidad material ni con el modo en que las masas pueden conocerla. También el revisionismo derechista incurre en el idealismo al reducir a la nada el papel de las ideas revolucionarias, separando por tanto estas ideas de su origen material, pues considera que, no siendo antagónicas las contradicciones sociales, no acreditan la validez de tales ideas revolucionarias.
Cada cosa (e idea, como reflejo de lo material) está en constante desarrollo como consecuencia de la interacción con otras y, sobre todo, de sus contradicciones internas que pasan de imperceptibles a agudas hasta resolverse en una nueva cosa, mediante la transmutación de los contrarios (lo débil se hace fuerte, lo principal se vuelve secundario, lo dominante acaba dominado, etc.).
Al principio, son cambios cuantitativos en la vieja cosa, hasta que se produce un cambio cualitativo: la transformación de la vieja cosa en la nueva.
Lo viejo es negado (suprimido) por lo nuevo (aunque conservado parcialmente en éste); y lo nuevo, a su vez, es negado por lo novísimo. En conjunto, es como si se volviera al punto de partida, pero a un nivel superior, tal como la trayectoria espiral de una hélice geométrica.
Estas tres leyes de la dialéctica rigen en todo, incluidas las categorías más generales y abstractas: lo singular y lo universal; el contenido y la forma; la esencia y el fenómeno; la causa y el efecto, la necesidad y la casualidad; la posibilidad y la realidad; lo abstracto y lo concreto; etc.
La materia es infinita y la experiencia humana tiene siempre su límite en el presente. Por esta razón, nuestro conocimiento no alcanza a abarcar toda la realidad. Sin embargo, no hay nada que no pueda llegar a conocerse: el mundo es enteramente cognoscible. Así que, en cada momento, sólo conocemos una parte de la verdad objetiva, por lo que la verdad que poseemos sólo es relativa. La verdad absoluta sólo puede alcanzarse mediante el desarrollo dialéctico infinito del conocimiento “por la humanidad en el curso de una vida de duración infinita”[1].
La práctica social (producción, lucha de clases y actividad científica) es el punto de partida del conocimiento, de la teoría, etc.; y también su objetivo. Además, la práctica es el criterio último y decisivo de la verdad.
El método materialista dialéctico es, según Lenin, “de la contemplación viva al pensamiento abstracto y, de éste, a la práctica”.
Esto y más podemos aprender de los manuales de filosofía marxista-leninista que fueron editados en la Unión Soviética a partir de 1956. Sin embargo, este período coincide con la deriva revisionista del PCUS, lo cual se evidencia en que dichos manuales sustituyeron el materialismo dialéctico por el idealismo metafísico a la hora de explicar la sociedad socialista. Por este motivo y porque no son más que un compendio de conclusiones, no puede conformarse con ellos quien quiera aprender a aplicar el materialismo dialéctico para una práctica revolucionaria.
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El método materialista dialéctico en las obras de Marx, Engels y Lenin.
Éstas no explican positivamente el materialismo dialéctico, sino que lo aplican en forma de crítica contra otras concepciones que, en la práctica, resultaban un escollo en el desarrollo de la clase obrera como clase revolucionaria. Aparentemente, exponen sólo la teoría revolucionaria necesaria en unas condiciones concretas, pero no el método para definirla, que es precisamente lo que necesitamos dominar para promover la superación de los errores actuales del movimiento comunista.
Estamos acostumbrados a considerar como marxismo una teoría ya desarrollada y madurada, con su estructura interna en tres partes: filosofía, economía y socialismo. Es por tanto un arsenal inmenso de conocimientos que debemos adquirir. Pero difícilmente podremos aplicarlo si no comprendemos la relación o el hilo lógico-histórico entre ellos. Si no lo hacemos, el revisionismo nos engañará e irá carcomiendo nuestras organizaciones con su argucia de enarbolar algunos aspectos del marxismo, mientras oculta o tergiversa otros. Además, puede ocurrir que apliquemos bien el marxismo para resolver las tareas inmediatas, pero echemos luego todo a perder porque no sabemos cómo continuar; porque no hemos comprendido bien el objetivo final y cómo está vinculado con las tareas intermedias. Es lo que les pasó a los comunistas soviéticos -que tanto habían avanzado en la edificación del socialismo-, al comprender de manera defectuosa el problema de la división social del trabajo.
Los primeros escritos de Marx y Engels son muy importantes precisamente para entender cómo ambos comienzan a tejer ese hilo conductor que, partiendo del objetivo final, conduce a las tareas prácticas que propondrían al movimiento obrero. En un primer momento, ambos son jóvenes de origen social más o menos burgués que se interesan por la filosofía, la lucha contra la religión, el derecho y la economía. En su espíritu, impactan los hechos y resultados de la Revolución francesa de 1789, particularmente a través de la obra filosófica de Hegel. Y también lo hacen las primeras manifestaciones de lucha obrera y su expresión teórica comunista. La lucha obrera y las ideas comunistas son anteriores a Marx y Engels y éstos enseguida se interesan por ellas, las estudian y las apoyan. Dedicarán toda su vida a servirlas, a darles coherencia y fuerza, proporcionándoles un sólido fundamento en la ciencia y en toda la cultura progresista.
En los Manuscritos económico-filosóficos, escritos en 1844 pero inéditos hasta casi un siglo después, Marx inicia su crítica de la economía capitalista apoyándose en la lógica dialéctica de Hegel y en el materialismo humanista de Feuerbach. Todavía se limita a sacar todo lo positivo de éste, sin advertir apenas sus defectos. Marx completa su superación del idealismo gracias a Feuerbach y llegará a superar a éste gracias a lo que conservó del idealismo hegeliano: es un ejemplo de negación de la negación. En estos Manuscritos…, explica que la propiedad privada se desarrolla históricamente hasta alcanzar su forma plena en el capitalismo; y que es fuente de antagonismo y alienación porque el ser humano tiene una naturaleza social (Aristóteles decía que el hombre es un animal político). Dicho sea de paso, los comunistas de hoy, apremiados por las necesidades materiales inmediatas de las masas, casi no denuncian la alienación que causa la división del trabajo, la mercancía y la propiedad privada en su paroxismo capitalista. Sin embargo, esta denuncia es muy pertinente sobre todo en los países imperialistas, donde una gran parte de la población no comprende por qué se siente oprimida cuando alcanzar a comprar y consumir los bienes que necesita. Es el caso de algunos intelectuales hoy alejados de los problemas cotidianos de los obreros, pero sensibles al sufrimiento humano que se manifiesta de manera creciente en forma de estrés, depresiones, patologías mentales, suicidios, etc.
En La Sagrada Familia (1845), que es crítica del idealismo de Bauer, hay menos abstracción, menos especulación filosófica que en los Manuscritos… Marx y Engels toman aquí abiertamente partido por el proletariado y el comunismo, esbozando algunas de las bases del materialismo histórico.
La ideología alemana, obra que concluyeron en 1846 y que quedó entonces sin publicar, es la primera exposición de los fundamentos del marxismo, del materialismo dialéctico e histórico, y de la política comunista del proletariado, en confrontación con Feuerbach, Stirner y los “verdaderos socialistas”.
Una vez que concretaron el significado de la meta final del proletariado y que trazaron el programa general en el Manifiesto del Partido Comunista (a mediados del siglo XIX), Marx y Engels se dedicaron sobre todo a demostrar y organizar el camino hacia aquélla. La meta final todavía estaba presente en la mente de los revolucionarios, pero, al iniciar el camino, cabía el riesgo de que se olvidara si lo inmediato absorbía toda la atención de los marxistas.
Tras la derrota de las revoluciones europeas de 1848-50, Marx se sumergió en sus estudios económicos que culminaron con su obra cumbre, El capital. Crítica de la economía política. Casi un decenio antes de salir a la luz el libro primero de esta obra, escribió un borrador preparatorio que no publicó -los Grundrisse (elementos fundamentales para la crítica de la economía política)- dedicando un capítulo de él al método de investigación correcto, donde regresa a las abstracciones filosóficas a las que parecía haber renunciado diez años atrás.
Posteriormente, en vida de Marx, solamente Engels expondría públicamente los principios filosóficos marxistas en su polémica con Dühring, motivada por la influencia del materialismo vulgar de éste entre los socialistas alemanes. También escribiría Dialéctica de la naturaleza, pero quedaría sin publicar. Volvería a abordar la temática filosófica después de la muerte de Marx en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
Cuando Lenin entró en escena, Marx y Engels acababan de desaparecer. Él prosiguió la labor de desarrollar el movimiento obrero hacia el comunismo. Para ello, se esforzó por asimilar lo más completamente posible el marxismo. Estudió las obras iniciales del comunismo, tanto de Marx y Engels como de sus predecesores utopistas, así como a Hegel, Feuerbach, etc. No obstante, no llegó a conocer La ideología alemana, los Manuscritos de París, los Grundrisse y la Dialéctica de la naturaleza que sólo se descubrieron y publicaron en los años 1920-30 gracias al esfuerzo de la URSS (¡para que luego digan algunos que Stalin ocultaba el verdadero marxismo!). Por ejemplo, en sus comentarios a la Lógica de Hegel, Lenin escribe: “De la contemplación viva al pensamiento abstracto y, de éste, a la práctica: tal es el camino dialéctico del conocimiento de la verdad, del conocimiento de la realidad objetiva”. Si hubiera conocido los Grundrisse en los que Marx explica su método de investigación, probablemente habría incluido la necesidad de elevarse de lo abstracto a lo concreto, de reconstruir idealmente lo concreto[2]. Aunque no conoció la explicación de este método por parte de Marx, tuvo la genialidad de deducirlo de su estudio de El Capital y de exigir el “análisis concreto de la realidad concreta”, mientras los oportunistas de todo pelaje suplantaban lo concreto por lo particular[3] o pretendían pasar directamente de lo abstracto a la práctica. Apartarse de esta exigencia de Lenin conducía a que lo concreto se fuera empobreciendo -perdiendo el nexo con la meta final- por el imperativo de lo inmediato, de lo urgente.
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Sobre el pensamiento revolucionario y la crítica revolucionaria.
Hoy, si queremos reemprender el camino de la revolución, la desmemoria resultante del retroceso del socialismo nos va a obligar a desempolvar la etapa inicial de nítida definición del comunismo.
Una enseñanza de las obras de Marx y Engels es que la tarea de los marxistas-leninistas no consiste en demostrar o convencer con principios, leyes y categorías generales de carácter filosófico, sino tratar con este bagaje los hechos empíricos que los obreros ya han comprobado o cuya comprobación está a su alcance. Por eso, cuando Marx menciona en el capital tal o cual ley fundamental de la dialéctica es siempre después de una demostración particular, y a modo de analogía; nunca utilizando esa ley fundamental como prueba de nada.
De ahí que no encontremos ninguna obra de Marx, Engels o Lenin que explique tal cual, el método del pensamiento y de la actividad correctos. Éste siempre se resuelve para un caso particular, dando por resultado más una aportación de teoría que de método, de contenido que de forma. Los revisionistas siempre han pretendido separar y privilegiar el método marxista con relación a la teoría marxista, como si pudiera existir el uno sin la otra. Lo ha vuelto a intentar recientemente Yolanda Díaz en su prólogo al Manifiesto. La réplica la pone precisamente la última cita que Lenin recoge de Hegel en sus notas de estudio de La ciencia de la lógica del filósofo alemán: “el método no es una forma exterior, sino el alma y el concepto del contenido”[4]. Para mejorar el manejo del método materialista dialéctico, tenemos que estudiar y aplicar el contenido de la teoría marxista-leninista a nuestra realidad concreta. Y, obrando así, también lo promoveremos en la conciencia de otros comunistas. La crítica debe ser concreta, aunque también conviene rematarla a nivel filosófico, poniendo en evidencia la contradicción entre los errores políticos y la cosmovisión materialista dialéctica.
La unidad entre el método y los conocimientos positivos se explica porque “nuestro pensamiento subjetivo y el mundo objetivo se rigen por las mismas reglas, razón por la cual no pueden llegar, en última instancia [¡ojo! Es importante comprender que frecuentemente divergen al principio], a resultados contradictorios entre sí, sino que estos resultados tienen que ser coincidentes”.[5]
Lenin llegó a afirmar en sus Cuadernos filosóficos que “Es completamente imposible entender El capital de Marx, y en especial su primer capítulo, sin haber estudiado y entendido a fondo toda la Lógica de Hegel. ¡¡Por consiguiente, hace medio siglo ninguno de los marxistas entendía a Marx!!”. Tal vez Lenin exagere aquí, pero, a modo de “hoja de ruta”, nos ofrece los siguientes “elementos de la dialéctica” que los comunistas deberíamos considerar antes de emitir cualquier juicio:
“1) la objetividad de la consideración (no ejemplos, no divergencias, sino la cosa en sí); 2) la totalidad íntegra de las múltiples relaciones de esa cosa con las otras; 3) el desarrollo de esa cosa ([correspondientemente], del fenómeno), su propio movimiento, su propia vida; 4) las TENDENCIAS (y los aspectos) internas contradictorias en esa cosa; 5) la cosa (fenómeno, etc.) como suma y UNIDAD DE LOS CONTRARIOS; 6) la LUCHA, [correspondientemente] el despliegue de esos contrarios, tendencias contradictorias, etc.; 7) la unión del análisis y la síntesis — la ruptura de las partes separadas y la totalidad, la suma de dichas partes; 8) las relaciones de cada cosa (fenómeno, etc.), no sólo son múltiples, sino generales, universales. Cada cosa (fenómeno, proceso, etc.) está vinculada con TODAS LAS DEMÁS; 9) no sólo la unidad de los contrarios, sino la TRANSICIÓN de CADA determinación, cualidad, rasgo, aspecto, propiedad, a CADA UNO de los otros (¿a su contrario?); 10) el infinito proceso del descubrimiento de NUEVOS aspectos, relaciones, etc.; 11) el infinito proceso de profundización del conocimiento por el hombre de la cosa, de los fenómenos, los procesos, etc., del fenómeno a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda; 12) de la coexistencia a la causalidad y de una forma de conexión y de interdependencia a otra forma más profunda, más general; 13) la repetición, en una etapa superior, de ciertos rasgos, propiedades, etc., de lo inferior y 14) el aparente retorno a lo antiguo (negación de la negación); 15) la lucha del contenido con la forma, y a la inversa. El rechazo de la forma, la trasformación del contenido; 16) la transición de la cantidad a la calidad y viceversa”.[6]
Basta con enfrentarse a la cita anterior para darse cuenta de que un nivel más profundo de comprensión del método o de la lógica del materialismo dialéctico exige ya una formación filosófica completa. Pero no es un punto de partida indispensable para poner en pie un partido revolucionario proletario (aunque sí lo será para el ulterior desarrollo de éste), como muestra el hecho de que el partido bolchevique naciera en 1903, diez años antes de que Lenin estudiara La ciencia de la lógica de Hegel. Y es que el método materialista dialéctico difiere del de Hegel en que su punto de partida ya no es la idea y la teoría, sino la materia y la práctica.
Engels explica que el materialismo dialéctico: “ya no es tampoco una filosofía como tal, sino una simple intuición del mundo que debe probarse y realizarse, no en una ciencia de las ciencias que tiene una existencia aislada, sino en las diversas ciencias positivas. Aquí, pues, la filosofía es … ‘conservada y superada a la vez’, superada en cuanto a la forma, conservada en cuanto al contenido. (…) Cuando digo de todos estos procesos [particulares] que son la negación de la negación, los subsumo, en conjunto, en esa ley única de la evolución, y por lo mismo prescindo de los detalles de cada proceso particular. La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales del movimiento y evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento. (…) Cada género de cosas implica, por tanto, una forma particular de negación, de la cual resulte un desenvolvimiento, … Si sé únicamente que el tallo de cebada y el cálculo infinitesimal están sometidos a la negación de la negación, eso ni me permitiría cultivar la cebada con éxito, ni diferenciar, ni integrar; de igual manera que no sé tocar el violín, cuando se reduce mi conocimiento a las leyes según las cuales las dimensiones de las cuerdas determinan la naturaleza del sonido”.[7]
De igual modo, para hacer la revolución, el materialismo dialéctico no basta por sí solo: hace falta conocer los hechos sociales y actuar sobre ellos. Aunque sí es útil esta concepción del mundo para tener una idea global del proceso, para ensanchar nuestro punto de vista, para evitar apasionamientos unilaterales, para cometer menos errores y que sean menos graves; para, como ejemplo particular, comprender el carácter dialéctico, contradictorio, del reformismo y vencerlo elevando a las masas que siguen esta política hasta posiciones revolucionarias, en vez de enfrentarse a este fenómeno como si fuera un todo homogéneamente burgués.
Ya conocemos grosso modo aquellos hechos sociales que hacen posible y necesaria la revolución comunista. Las fuerzas productivas (trabajadores, herramientas, máquinas, materias primas…) se desarrollan históricamente a través de las relaciones entre los obreros y capitalistas en el proceso de producción. Por tanto, aquellas fuerzas van cambiando y creciendo, hasta que estas relaciones se quedan atrasadas y se convierten en un obstáculo. Esto pone de manifiesto que la necesidad de la revolución comunista ha madurado. Pero sólo los obreros pueden comprenderlo así, porque son los únicos interesados en ella, por ser las víctimas de las relaciones capitalistas de producción. En cambio, los burgueses son sus beneficiarios y están interesados en mantenerlas aun a costa de sacrificar las fuerzas productivas. Los demás miembros de la sociedad oscilarán indefectiblemente entre una y otra posición según la correlación de las fuerzas respectivas. Este hecho empírico -comprobado infinitas veces- determina a qué sector de la sociedad debemos dirigirnos para instruirlo y organizarlo.
Pero los hechos empíricos son dialécticos, tienen aspectos contradictorios, cambian, etc. Lo empírico es lo que se basa en la experiencia y en la observación de los hechos. La experiencia de cada obrero es, en parte, directa: los hechos de los que es testigo a través de sus sentidos; pero, en parte, es también indirecta: lo que otros le cuentan y que él asume por aparente coherencia con su propia experiencia y por confianza en su interlocutor. En ambos casos, las relaciones sociales burguesas dominantes se expresan en una ideología burguesa que se impone espontáneamente a la conciencia de los obreros, a no ser que se agudice el conflicto entre aquellas relaciones y las fuerzas productivas, y que se tome conciencia del mismo. De ahí la importancia de la educación comunista de esta conciencia (una educación que no caiga en un empirismo estrecho y superficial, característico de los oportunistas, sino que ilumine lo empírico con los tres mil años de filosofía[8]).
Por ejemplo, el marxismo demuestra la tendencia del capitalismo a acrecentar la desigualdad económica y la miseria de la mayoría. Pero, en la etapa imperialista del capitalismo, la situación de los obreros de las naciones dominantes es menos mala que la de los obreros mucho más numerosos de las naciones dominadas. Además, cada obrero sabe cómo está él, pero sólo sabe cómo están los demás por lo que le cuentan y cuando el movimiento práctico de éstos lo arrastra. Las consecuencias del imperialismo (monopolismo, división internacional del trabajo, etc.), los crecientes medios de dominación cultural de la burguesía y la crisis del movimiento comunista han provocado una distorsión de la conciencia espontánea, empírica, de la mayoría de los obreros. Junto con el desarrollo de las contradicciones objetivas del capitalismo, el único medio revolucionario real es la acción educadora y organizadora de los comunistas.
Para ello, es absolutamente necesario que el contenido de la propaganda de los comunistas se ajuste a los hechos concretos, es decir, que proporcione un cuadro fiel de la realidad. Por tanto, no hay que dejarse llevar por las cuestiones que pone de moda la política burguesa (experiencia indirecta), sino explicar las condiciones de vida de los obreros y su relación real con otras clases sociales (investigaciones teóricas, encuestas, actividad reivindicativa [porque es en la práctica donde se prueba la verdad de los conocimientos], etc.). En relación con esto, encontramos fragmentos de verdad en los escritos de muchos intelectuales pequeñoburgueses, por lo que debemos utilizar estos fragmentos. Pero los comunistas no debemos reproducir acríticamente la totalidad de estos trabajos ya que, en ese caso, estaremos contaminando nuestra labor comunista e inoculando la ideología pequeñoburguesa a las masas. Al contrario, debemos citar aquellos fragmentos de verdad al tiempo que criticamos la falsedad que los rodea y a la que sirven.
Siguiendo el método del materialismo dialéctico tal como lo explica Marx, tenemos que partir de los hechos concretos; abstraer los aspectos determinantes y revolucionarios de tales hechos, apoyándonos en la teoría marxista-leninista; y elevar este abstracto hasta lo concreto, es decir, reconstruir idealmente lo concreto de manera esclarecedora para la conciencia de las masas. Sólo sobre esta base, podremos unir a los comunistas y construir la organización que oriente a los movimientos sociales espontáneos hacia la revolución.
Gavroche
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[1] Anti-Dühring, Engels: https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/78ad/78AD109.htm
[2] “… el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es sólo el procedimiento con que el pensamiento asimila lo concreto, lo reproduce espiritualmente como concreto.” (https://www.nodo50.org/gpm/Einstein/Grundrisse_Tomo_I.pdf, Marx)
[3] “Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la intuición y de la representación.” (Ibídem)
[4] Cuadernos filosóficos, pág. 225, Lenin https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-42.pdf.
[5] http://archivo.juventudes.org/textos/Friedrich%20Engels/Dialectica%20de%20la%20Naturaleza.pdf, Engels.
[6] Cuadernos filosóficos, Lenin, págs. 209-210.
[7] Anti-Dühring, Engels: https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/78ad/78AD113.htm
[8] Prólogo de 1886 al Anti-Dühring, Engels: https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/78ad/78AD002.htm