El gran David quiere exterminar al pequeño Goliat

Pepe Sánchez

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Los sionistas siempre se han manifestado orgullosamente con sus grandes leyendas bíblicas, que convirtieron en base de su “esencia cultural nacional”. Las exportaron mundialmente a través del dominio de una parte fundamental de los medios de comunicación de masas, para mostrar el ejemplo de los sufrimientos y la persecución del pueblo judío. Lo vimos en centenares de películas, nos lo enseñaron en el colegio, a los creyentes en el catecismo, se escribieron miles de libros sobre el tema, los periódicos, …, hasta en las fiestas y los nombres propios. Conocemos la esclavitud en Egipto; el gran éxodo en busca de la tierra prometida dirigido por Moisés y perseguidos por los ejércitos del faraón; el triunfo del pequeño David contra el gran filisteo Goliat; la diáspora y el cautiverio en Babilonia, etc. Si a esto le unimos las persecuciones modernas (expulsión por los Reyes Católicos, por ejemplo) y contemporáneas (pogromos y holocausto), nos daría el resultado del sufrimiento histórico de un pueblo. Para los sionistas, que ostentan el poder en Israel, y para los Estados Unidos, su principal apoyo y sustento, este afán por mediatizar internacionalmente leyendas e historia, tiene un sentido distinto al del aprendizaje de la historia. Su fin va destinado a adquirir ante la opinión pública mundial el derecho particular del estado israelí a la destrucción de sus vecinos, a los asesinatos individuales y masivos y al genocidio del pueblo palestino.

¡Cómo recuerda el “muro de la vergüenza” a la esclavitud en Egipto o el cautiverio en Babilonia!, ¡qué parecidas son las expulsiones de los palestinos de sus tierras con la diáspora!, ¡cómo se asemeja el genocidio de los palestinos al holocausto! La única diferencia es que el pueblo palestino lo está sufriendo hoy. Ahora es el pequeño Goliat quien tiene que defenderse del gran David y de su tío Sam. Hoy el estado de David (Israel) se ha convertido en un monstruo contra los pueblos del mundo, incluido su propio pueblo; un monstruo creado por el imperialismo anglosajón, con los imperialistas europeos de cómplices, para la defensa de sus intereses en el próximo oriente; un gendarme con bula para las prácticas nazis de genocidio, apartheid y expansionismo en busca del “espacio vital”.

La nueva masacre que están viviendo en Palestina se une a una larga lista al cabo de los años y se sitúa dentro del espacio geopolítico en el que también se encuentran Siria, Líbano, Irak, Afganistán, Irán, Jordania, Egipto y hasta Libia. Una zona en la que se juega el dominio sobre las fuentes de energía, donde se juega la dominación mundial y desde donde el imperialismo yanqui quiere cercar a China y Rusia de cara al futuro próximo. Para eso ya no vale la dominación económico-financiera, sino también tener el dominio palpable del territorio, de los recursos y de los habitantes. Israel hace su papel como aliado de las potencias imperialistas, pero también tiene su propio programa expansionista y de dominio que se transforma en genocida con el pueblo palestino. El estado israelí utiliza la religión judía como derecho histórico, como ‘pueblo elegido’ y como legalidad, la excusa democrática para mostrarse como civilizado (dicen que defienden la “civilización”) y los tanques para expandirse, asesinar y subyugar a todo un pueblo. Así empuja ideológicamente y en la práctica a los palestinos desesperados a ponerse en manos del islamismo que representa Hamas. Pero los pueblos oprimidos del mundo de África, de Asia y de América Latina, se están rebelando contra los imperialistas (USA, Gran Bretaña, la UE, la OTAN y sus acólitos), hartos de opresión, quieren elegir su propio destino.

También el pueblo palestino quiere defenderse de tanta agresión y está en su derecho, y debería ser apoyado por todos los trabajadores del mundo, incluso por los trabajadores israelíes. Hasta la declaración universal de los derechos humanos de 1948, realizada por las grandes potencias y que no se puede decir que sea muy revolucionaria, en su preámbulo defiende para los pueblos el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.

Desde la lejanía vemos en los medios la destrucción y la masacre, vemos las bombas, los muertos, los niños con los miembros amputados, el terrible sufrimiento de todo un pueblo. Desde el sofá nos indignamos de impotencia. Pero seguro que algo podemos hacer. Tal vez podamos salir a la calle a organizar la solidaridad con el pueblo palestino y exigir al gobierno español que prohíba la venta de armas a Israel y que cancele todos los negocios con empresas israelíes hasta que no pongan fin a la masacre. Tendremos que reivindicar el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado. También seremos capaces de difundir que el gobierno español mantiene, desde 2006, 700 militares en el sur del Líbano (desde la invasión de Líbano por parte de Israel y su derrota militar), dentro de un contingente de 15.000 soldados de la ONU, para defender a Israel frente a Hezbolá y de los palestinos refugiados en Líbano. ¿Cómo es posible? Debemos exigir la vuelta inmediata de todos los soldados españoles en misiones en el extranjero. Y reivindiquemos la unidad de todos los trabajadores y de los pueblos oprimidos del mundo frente al imperialismo criminal, como hace la Plataforma Mundial Antimperialista.

Hace tres mil años el rey David unificó a “los hijos de Israel” y forjó un imperio subyugando a los filisteos, moabitas, edomitas, ammonitas y arameos, a quienes convirtió en vasallos, incluso liquidando a poblaciones enteras. Hoy el gobierno de Israel imita a su ídolo David haciendo lo mismo que él hizo, ahora con el pueblo palestino. Pero el pequeño Goliat resiste.

Pepe Sánchez