De la victoria electoral sobre la reacción, a la unidad de acción de la clase obrera

Unión Proletaria

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El voto de resistencia obrera y popular ha logrado impedir, por ahora, el ascenso al gobierno español de las fuerzas políticas más reaccionarias. Además, va a poner en evidencia los límites y contradicciones de los demás partidos, cuando sus líderes -también serviles al imperialismo y a la monarquía heredada del fascismo- se dispongan a negociar la investidura de un nuevo poder ejecutivo. Lo veremos claro con el caso del derecho democrático a la autodeterminación para las nacionalidades del Estado español, una línea roja infranqueable para el régimen al que se integraron los dirigentes del PSOE, del PCE y de una parte del nacionalismo periférico. Ceder en esta reivindicación le ha costado a Esquerra Republicana de Catalunya casi la mitad de sus votos, y ahora le toca a Junts demostrar sus verdaderas prioridades. También han perdido respaldo electoral (salvo EH Bildu por la imagen de radicalidad que le atribuyó la derecha) los demás partidos que siguieron apoyando al gobierno de Pedro Sánchez incluso después de incumplir lo esencial de sus compromisos con ellos.

Ha hecho falta una disminución de la abstención de dos millones de electores y cinco puntos porcentuales (comparando con las generales de 2019 y las municipales de mayo de este año), así como una concentración del voto de izquierda en el PSOE, para compensar el aumento de diputados de PP y Vox causado por la derechización -extrema, en el segundo caso- de casi un millón de votantes, también concentrados en su fuerza mayor, el Partido Popular. La derecha chovinista española ya representa el 46% de los votantes y el 32% del censo electoral. Buena parte de la culpa la tienen los parlamentarios de izquierda que se pliegan a esa derecha y a sus políticas, pero es ésta -y no el resto de la izquierda o la abstención- quien cosecha los frutos.

La explicación radica en que el imperialismo hace frente a su declive económico y político incubando una nueva guerra mundial contra las potencias emergentes, principalmente China y Rusia. Esta necesidad suya engendra un ambiente ideológico-político chovinista y militarista. Todavía no recurre al fascismo más clásico, salvo en Ucrania y otros países de Europa Oriental, probablemente porque la resistencia obrera es todavía escasa. Pero sí crece la fascistización a través del auge electoral de la ultraderecha europea, de la preparación de grupos de choque y de la promulgación de leyes que recortan los derechos y libertades del pueblo que protesta. En España, esta fascistización se expresa en el continuo crecimiento en votos de la derecha, pero también en la política de los dirigentes del PSOE que globalmente beneficia a los capitalistas a costa de los trabajadores (con el asentimiento cobarde de casi todos los demás parlamentarios de izquierda).

En definitiva, la acción electoral de la clase obrera sólo ha conseguido contener por poco tiempo esta ofensiva capitalista, la cual se va a intensificar incluso con un gobierno de esa izquierda sumisa. Ya no se trata sólo de la consabida verdad de que la lucha obrera circunscrita a la democracia formal parlamentaria es insuficiente para que nos liberemos de las lacras del capitalismo. Lo más grave es que nuestra clase social carece de organización suficiente para llevar siquiera una mínima representación realmente suya a las instituciones electivas y convertirlas así, de un medio de engaño y desmoralización de los oprimidos, en un medio más desde el que sumar a éstos a la lucha por la revolución socialista. Esta debilidad organizativa es lo que debemos ponernos a corregir de inmediato.

Ninguno de los diversos partidos obreros hemos conseguido organizar a una parte de nuestra clase social que baste para incidir en la actitud política de las masas laboriosas. Esto no quiere decir que no pueda lograrlo en un futuro, con condiciones objetivas más favorables o corrigiendo sus defectos. Aun así, no cabe duda de que cualquier progreso en la unidad de acción de nuestros partidos favorecería y aceleraría su desarrollo y el del movimiento obrero en conjunto. Es lo que Unión Proletaria pretende con la propuesta de Plataforma para la Unidad Obrera: https://www.unionproletaria.com/propuesta-de-plataforma-para-la-unidad-obrera/.

Pero, aparte de la conveniencia, incluso de la necesidad, ¿es posible la unidad de acción de las actuales organizaciones proletarias, empezando por las más avanzadas?

Desde luego que somos multitud de pequeños colectivos comunistas y revolucionarios los que compartimos, no sólo objetivos finales (revolución socialista, dictadura del proletariado, comunismo, etc.), sino también reivindicaciones inmediatas asumibles por amplias masas de trabajadores. Pero éstas no las pueden llegar a asumir si no nos juntamos para llevárselas, porque no alcanzamos a hacerlo cada colectivo por separado. Reivindicaciones como mejoras para los trabajadores a costa de los capitalistas, nacionalizaciones, reformas democráticas, república, derecho de autodeterminación nacional, salida de la OTAN, la UE y el euro, etc., nos unen con los anhelos de cientos de miles de proletarios y empiezan a dibujar la fisonomía de un partido político que no sólo se diferencia de la derecha burguesa reaccionaria y de la izquierda pequeñoburguesa vacilante, sino que adquiere una verdadera capacidad de combate.

Ahora bien, ¿qué hay de lo que nos separa, de nuestros desacuerdos? ¿No son un impedimento insalvable para esta deseada unidad de acción?

Es cierto que, a pesar de tener muchas demandas programáticas comunes, discrepamos en muchos aspectos: en el análisis de la realidad, en la estrategia y, todavía más, en la táctica. Pero no es necesario que alcancemos un completo acuerdo sobre ellos para empezar ya a organizar y ejecutar conjuntamente una campaña de difusión sistemática de las reivindicaciones comunes. Además, cada colectivo debe conservar su independencia, su libertad de actuación separada y de crítica, excepto en lo que haya sido expresamente acordado. Podremos así atraer a esta labor unitaria a trabajadores no organizados políticamente y aprender tanto de ellos como del resto de las masas a las que nos dirijamos. Se irá formando un frente único de la clase obrera contra la ofensiva capitalista. Y en esta combinación de debates y acciones conjuntas, podremos avanzar hacia la reconstitución del Partido Comunista que fusione el marxismo-leninismo y el movimiento obrero.

Pero, ¿acaso no estamos practicando ya esa unidad de acción en frentes parciales (sindical, antiimperialista, servicios públicos, pensionistas, etc.)?

En primer lugar, ésta es una unidad de acción que excluye a la mayoría de los colectivos políticamente avanzados porque se establece sobre la base decisiones tácticas prefijadas por algunos, sin molestarse en explorar con otros la posibilidad de ensanchar esta base táctica para acciones comunes más amplias. Por ejemplo, la unidad de acción es planteada tomando partido de antemano por los sindicatos minoritarios contra los mayoritarios, sin evaluación previa entre los colectivos comunistas y bajo la presión de la lucha fraccional entre tales sindicatos. Todos los comunistas estamos de acuerdo en combatir al oportunismo en el movimiento sindical, pero de ahí no se deduce la conveniencia de dirigirnos únicamente a los pequeños sindicatos “libres” de oportunistas y de abandonar a la mayoría de los obreros sindicalmente organizados que siguen bajo dirección oportunista.

En segundo lugar, es una unidad de acción sobre una base política tan elevada que junta a más colectivos comunistas que a masas. Pero, como hay una minoría de colectivos que no son comunistas, resulta que ni es posible concretar con ellos la acción de manera subordinada a los objetivos estratégicos que les son ajenos, ni los colectivos comunistas que los profesan sienten la necesidad de acordar previamente entre sí dicha dirección estratégica.

En tercer lugar, lo que los obreros necesitan para volver a actuar como clase no son única ni principalmente frentes de batalla parciales y aislados entre sí, que ya ellos solos pueden librar y libran sin el aporte de los marxistas-leninistas. Lo que necesitan es la unidad de acción global, es decir, política, de éstos, conjuntamente con ellos. Necesitan la iniciativa de los comunistas empezando desde arriba, desde lo más consciente de la clase y desde un esbozo de programa político que responda al conjunto de sus necesidades de una manera sistemática, planificada y disciplinada.

Por tanto, la unidad de acción de las organizaciones obreras es no solo necesaria sino posible, empezando poco a poco, por las menos afectadas de oportunismo y de sectarismo, hasta convertirla en una tendencia arrolladora.

¡Aprovechemos la victoria electoral infligida a las fuerzas más reaccionarias para forjar la máxima unidad de la clase obrera contra la ofensiva capitalista, por la república democrática y por el socialismo!