Desde Unión Proletaria, queremos celebrar el centenario del nacimiento del Partido Comunista de España anunciando un nuevo trabajo dirigido a impulsar su reconstitución revolucionaria. Sobre la base del marxismo-leninismo y de lo mejor de la historiografía española, queremos arrojar algo de luz para clarificar la línea política del presente al servicio de la clase obrera en su misión histórica de conquistar el socialismo. Aunque esperamos poder terminar el trabajo el año que viene, podemos adelantar algunas de las conclusiones. La principal es que, en España al igual que en Europa occidental, el marxismo no ha sido suficientemente comprendido por las organizaciones de nuestra clase obrera.

En este trabajo arrancaremos desde la segunda mitad del siglo XIX, donde el desarrollo de un incipiente capitalismo y la lucha de clases contra el Antiguo Régimen configuraron una economía y formación social duales, dando lugar a una realidad muy particular, con rasgos comunes a todos los países mediterráneos, pero también   a otros tan lejanos como   Rusia. A esta realidad le correspondió un movimiento popular de tipo anarquizante. El socialismo español nace en el peor momento del movimiento obrero en Europa, tras la derrota de la Comuna de París (1871) y ya disuelta la Primera Internacional. En 1876, Jules Guesde toma el relevo del socialismo en Francia e influye en el de nuestro país junto a Lafargue, figuras que nunca asumieron plenamente la concepción del mundo marxista. Finalmente se fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879.

A finales del siglo XIX y principios del XX con el desarrollo del capitalismo imperialista, las tesis reformistas defendidas por E. Bernstein fueron imponiéndose en los diferentes partidos socialistas. Dichas tesis revisaban el marxismo volviéndolo inocuo, renunciando a la teoría marxista del Estado, condenando la dictadura del proletariado y apostando por la vía pacífica y democrático-burguesa al socialismo, el cual se alcanzaría según ellos a través de reformas al sistema capitalista. Y como sucedió en otros países europeos, en el PSOE se impusieron esas posiciones revisionistas progresivamente.

El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 y la traición de los partidos socialistas que apoyaron la confrontación bélica en vez de promover la revolución en sus respectivos países supusieron que la II Internacional y los partidos socialistas que la integraban entrasen en una profunda crisis. Esto unido al triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia en 1917, que cristalizaba el éxito de las tesis bolcheviques (marxistas) frente a las tesis revisionistas, aceleró los acontecimientos. Tras los ecos de la Revolución de Octubre se producen intentos de emulación en Hungría (1919) y otros países como Alemania. A pesar de que en España encontramos el trienio bolchevique en Andalucía (1918-1921), éste es de carácter campesino, y su máxima aspiración es un reparto agrario. En cuanto al potente movimiento obrero en la industrializada Catalunya, es donde el anarquismo encontraba su feudo. Algo más adelantado se sitúa el socialismo en la industrializada Euskadi, en Asturias y en Madrid, donde tendrá lugar el nacimiento del PCE.

Durante este periodo de auge revolucionario en Europa, los bolcheviques liderados por Lenin constituyeron la III Internacional Comunista (IC) en 1919 que apostaría por la constitución de partidos comunistas por todo el mundo. En este contexto empiezan a darse en el seno del PSOE debates para la adscripción o no del partido a la III Internacional. Finalmente, a pesar de que los llamados “terceristas” eran mayoría, acabarían abandonando e PSOE para constituir   primero, el Partido Comunista Español (1920), de tendencia ultraizquierdista; y, después, el Partido Comunista Obrero Español (1921), con tendencias centristas. En 1921 y por iniciativa de la Internacional, ambos se fusionarían en el Partido Comunista de España (PCE).

El socialismo y comunismo español comparten de sus inicios el sectarismo, sin apenas influencia sobre las masas frente al dominante y extendido anarquismo.

La mencionada dualidad de la sociedad española impidió que hasta bien entrada la primera mitad el siglo XX existiera en nuestro país una verdadera economía nacional. Al menos no antes de 1923 con la dictadura de Primo de Rivera, régimen en el que existe una clara apuesta política de desarrollo capitalista nacional. Aunque, como veremos, este siempre será relativamente dependiente hasta el día de hoy de capital y tecnología extranjeros. Es entonces cuando el socialismo español abandona su sectarismo, asume el krausismo y colabora corporativamente con la dictadura. Si “por abajo” siguieron dominando las tendencias de socialismo espontaneísta, “por arriba” el krausismo que incorpora el socialismo refuerza el reformismo.

En sus inicios, el PCE será incapaz de superar su sectarismo, dogmatismo y maximalismo, lo que conllevaba su escasa implantación en el movimiento obrero. Esto se debía a la gran influencia que ejercieron los “izquierdistas” holandeses, durante los primeros momentos de la Internacional Comunista, en los jóvenes Partidos Comunistas de la Europa Occidental. Dichas posiciones   fueron duramente criticadas por Lenin en su famosa obra “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”. Además, hay que añadir la dura represión que el recién nacido partido sufrió durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1931), que lo llevó a la práctica desaparición en varias ocasiones. No obstante, no será hasta el progresivo avance de la reacción y el fascismo en Europa que los partidos comunistas y la IC se planteen ampliar su táctica del “frente único obrero”, naciendo así los “frentes populares antifascistas” que se pondrán en práctica por primera vez en Francia. En el Estado Español, este cambio se tradujo en el relevo de Bullejos por José Díaz (1932) al frente del Partido que supuso el progresivo abandono del sectarismo, hasta alcanzar su mayor grado de comprensión y aplicación del marxismo-leninismo. Para 1936, el PCE ya se constituye como partido de masas destacado tras aplicar de forma creadora el frente   popular antifascista sobre la base del frente único proletario.

En la guerra, el PCE se convierte en el gran organizador de la defensa de la República frente al fascismo, siendo consecuente con ella hasta el final. En contraste, no lo fueron los frentes defendidos por la burguesía nacionalista vasca y el trotskismo (POUM) -sobre este, José Díaz dirá que son “una banda de espías y provocadores al servicio del fascismo internacional”-, ni la coalición anticomunista liderada por el coronel Casado apoyada por la derecha socialista y los anarquistas que puso fin a la guerra mediante un golpe de estado que entregó la Republica a los fascistas encabezados por el general Franco.

La derrota de la guerra también lo sería para la línea creadora de José Díaz. Así, el fracaso de la autarquía franquista (1939-1959) no se traduce en un rearme organizativo hasta 1948 gracias al cambio táctico que supuso la sustitución de la lucha armada por el entrismo sindical. Este cambio táctico se produjo por el cambio de coyuntura en la lucha de clases a nivel internacional que tuvo lugar tras la II Guerra Mundial, así como por los cambios socioeconómicos y políticos   en España desde ese momento. Pero en lo ideológico, una parte de la dirección del PCE transita ya hacia un abandono de la línea política revolucionaria por la reformista y economicista. En 1956, se impone una línea exclusivamente democrática antifranquista cuando los jóvenes comunistas procedentes de la JSU, liderados por Santiago Carrillo, se hacen con las riendas del PCE tras la conmoción que supuso para el Movimiento Comunista Internacional el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, el cual en 1956 sustituye la lucha contra el imperialismo por la “coexistencia pacífica” y la revolución por “la transición pacífica al socialismo”. Inmediatamente, el PCE importa esta línea a nuestro país, adoptándola bajo la denominación de política de “Reconciliación Nacional” que supone la ruptura con el marxismo-leninismo (aunque, formalmente, renunció al mismo en su IX Congreso de 1979 y lo recuperó recientemente en su   XX Congreso de 2017).

Frente a la creciente deriva revisionista en la dirección del Partido Comunista de España (y del resto de países) durante los años 1960-80, la gran masa de militantes y cuadros siguió luchando por aplicar el marxismo-leninismo: heroicamente, sostuvo al Partido como baluarte de la resistencia al fascismo y reconstruyó las organizaciones comunistas fuera del PCE cuando eran expulsadas por la dirección reformista. Sin embargo, no pudo impedir que la vieja estructura del partido tocara fondo con el eurocomunismo (conciliación con el franquismo y el imperialismo), ni que las nuevas estructuras anti-revisionistas sucumbieran al seguidismo, al “izquierdismo” y al sectarismo. Entre las causas de esta derrota, están el atraso de España y la victoria temprana del fascismo que dificultaron el desarrollo del Partido. Sin embargo, circunstancias análogas no impidieron la victoria de la revolución en Rusia y, en cambio, en otros países, las condiciones más favorables tampoco han sido suficientes para evitar el retroceso del comunismo. En todos los casos, la diferencia radica en el grado de asimilación del marxismo-leninismo por parte de los comunistas.

1.- La historia del PCE nos muestra que es estrictamente necesario el estudio, el conocimiento, la interiorización y la práctica del marxismo-leninismo. Es imprescindible para reconstituir el Partido Comunista, para ser vanguardia revolucionaria de la clase obrera y para elevarla a dirigente de la revolución.

2.- Tenemos que construir el Partido luchando contra el revisionismo reformista e “izquierdista”, por una estrategia firme y una táctica flexible para que las masas comprendan que necesitan la revolución socialista. Sólo así podremos resolver cuestiones concretas como la actitud hacia un gobierno, un sindicato, etc., de una manera útil para la revolución.

3.- Hoy, no existe Partido Comunista en España: las diversas organizaciones marxistas-leninistas somos sólo partes de él, pero la clase obrera necesita su partido.

¡Urge la unidad comunista marxista-leninista!

¡Urge la reconstitución del Partido Comunista, heredero de lo mejor del Centenario PCE!