Unión Proletaria

Jueves 28 de septiembre de 2017

  • En la época del imperialismo, todo movimiento burgués que discurra por los cauces del capitalismo monopolista y burocrático no tiene nada más que ofrecer a las la clase obrera y demás clases populares que un futuro de explotación y opresión.

A la hora de comprender el problema nacional en general y el problema catalán en particular es necesario situarlos en un marco histórico determinado. Teniendo en cuenta que por derecho de las naciones a la autodeterminación se entiende el derecho a decidir incluso acerca de la separación, conviene determinar cuál es el significado político y de clase de la formación de nuevos Estados nacionales según el contexto histórico del que se trate.

Ante todo, este requerimiento de aplicar un análisis concreto para cada situación concreta significa que es necesario distinguir dos épocas distintas en el capitalismo. De una parte, el la del capitalismo que convive con un agonizante feudalismo por una burguesía ascensional que trae consigo toda una serie de medidas democráticas y a la que le acompañaron casi siempre movimientos nacionales que van a configurar los modernos estados nacionales. De otra parte, una vez que el capitalismo ha madurado y desarrollado lo suficiente como para dar lugar a la aparición del capital monopolista y el imperialismo como su resultado, su rasgo fundamental en la cuestión nacional (como en el resto de las cuestiones) no es la democratización sino precisamente la ausencia de cualquier componente democrático en todo movimiento burgués, la subyugación y expolio de unas naciones por otras y del conjunto del pueblo por un puñado de capitalistas.

  • De la tesis anterior se desprende entonces que, en la época del imperialismo, los movimientos burgueses y nacionalistas solo deben encontrar el apoyo y alianza con la clase obrera y otras clases trabajadoras en los eslabones más débiles de la cadena del imperialismo, esto es, en países semicoloniales y aquéllos en los que la burguesía nacional no tiene otra forma de desarrollo que la de enfrentarse al imperialismo que la ahoga, a saber. Se trata de países que no han completado el tránsito entre el semifeudalismo y la república democrática (India, Pakistán, etc.), países oprimidos por las grandes potencias imperialistas (EE.UU., Alemania, Gran Bretaña, Francia, Japón, etc.) y en los que una burguesía nacional iza la bandera del antiimperialismo e impulsa reformas democráticas con las que la clase obrera es capaz de arrancar mejoras para sus condiciones de vida (es el caso de algunos países latinoamericanos como Argentina, Ecuador, etc.
  • La opresión nacional es inversamente proporcional al desarrollo democrático que supone la transición de las viejas sociedades semifeudales y de dictadura militar a otras formas de sociedad modernas de carácter democrático-burgués o por supuesto, socialistas. Fueron los casos de la Rusia zarista, la China ocupada e incluso la España de Franco.

El camarada Stalin contestaba así: «Con la diferencia en el grado de democratización de estos Estados. Cuando a la cabeza del poder estatal de Rusia, en los años anteriores, estaba la aristocracia agraria, la opresión nacional podía tomar, y tomaba efectivamente, las formas escandalosas de pogroms y de fusilamientos en masa. En Inglaterra, donde existe hasta cierto grado una democratización y libertad política, la opresión nacional tiene unas características menos duras. Y en lo que se refiere a Suiza, ésta se acerca a la sociedad democrática; las pequeñas nacionalidades tienen más o menos completa libertad. En una palabra, cuanto más democrático es el país, tanto más débil es la opresión nacional y viceversa. Puesto que en la palabra democratización nosotros entendemos la existencia de determinadas clases que se encuentran en el poder, podemos decir desde este punto de vista que cuanto más cerca del poder se encuentra la antigua aristocracia agraria, como lo fue en la Rusia zarista, tanto más fuerte es la opresión y tanto más escandalosas sus formas

Así, podemos concluir en este punto que del mismo modo que la cuestión de las nacionalidades en la gran Rusia no fue superada dentro del modelo zarista, como tampoco lo fue en la China feudal, tampoco lo será en una Catalunya o en una España dominadas por el capital monopolista.

  • El problema de las nacionalidades de España no puede ser examinado ni superado al margen de la cuestión general del marco conjunto de España.

Lo anterior significa que es una cuestión que sólo podrá superarse de forma democrática una vez creadas y consolidadas las condiciones legales y materiales de igualdad. Es decir, sin superar las contradicciones que el capitalismo engendra -desarrollo desigual, contradicciones entre las diferentes clases dominantes, intervencionismo de tal o cual potencia extranjera- es imposible una solución a las contradicciones nacionales, tanto si se apuesta por una unidad o separación territorial, mientras sea bajo la dominación de unas clases que en ningún caso deparan un futuro de progreso para las clases populares. Esto significa que, la cuestión nacional, como el resto de contradicciones que recorren la sociedad burguesa se hallan subordinadas a alcanzar otro tipo de sociedad y Estado a fin de estar en condiciones materiales y espirituales de superar tales contradicciones.

Es Lenin a principios del siglo XX, quien quiso dejar claro que “si el marxista ucraniano se deja arrastrar por su odio legítimo y natural a los opresores gran-rusos hasta el extremo de hacer extensiva aunque sólo sea una partícula de ese odio a la causa proletaria de los obreros gran-rusos, ese marxista se habrá deslizado a la charca del nacionalismo burgués.”

  • Sin embargo, sería erróneo concluir que la cuestión nacional no deba ser tratada antes de alcanzar y consolidar una victoria política y económica clara por parte de la clase obrera y el pueblo sobre sus enemigos. Así, ciertos sectores del nacionalismo, aunque sirvan a intereses contrarios a la clase obrera, dividiéndola y enfrentándola, es decir, objetivamente sirvan a intereses opuestos a la clase obrera, lo hacen sin embargo como consecuencia de concepciones que no se ajustan a las nuevas realidades políticas, se equivocan de buena fe, de forma honrada. Esto significa que, pese a lo profundamente erróneo de su actuación, pueden llegar a ser aliados del pueblo.

Entonces, al mismo tiempo que los comunistas no ignoramos la necesidad de tratar la contradicción nacional sin postergarla, nos declaramos como los más firmes enemigos de aquellos quienes bajo consignas aparentemente democráticas, defienden intereses y practican las posiciones más etnicistas, fascistas y enfrentadas a cualquier proyecto democrático, antiimperialista y de solidaridad y colaboración entre las clases populares.

  • Todo proyecto de envergadura tiene un Estado Mayor y es dirigido por un sector de clase.

El procés no nace del conflicto del Estatut, no es un movimiento espontáneo, como tampoco hunde sus raíces en el catalanismo popular. Es un proyecto que tiene un largo recorrido en el seno de sectores principalmente burocráticos de la burguesía catalana cuyos objetivos son bien claros: dotarse de un Estado propio que les permita desplegar un marco jurídico-político propio de explotación y opresión, ligado íntimamente a una acumulación en base a la explotación de proyectos públicos de la Generalitat. Al mismo tiempo, incluye sectores que encuentran cada vez mejores oportunidades en los mercados europeos y no latinoamericanos y por tanto, no necesitan la influencia diplomática del Estado español para establecer nuevas relaciones comerciales. Por tanto, es un proyecto en el que las clases populares no tienen nada que ganar ni conquistas que arrebatar a la burguesía que lo dirige.

  • Todo reordenamiento que altere las relaciones internacionales no puede desarrollarse al margen de las potencias imperialistas, en mayor o menor grado, con su impulso o aborto, ningún nuevo orden que altere sustancialmente la territorialidad ni las relaciones económicas y políticas internaciones existe ni se desarrolla en la época del imperialismo sin el apoyo de tal o cual potencia o sectores imperialistas en el extranjero.

La historia de los movimientos secesionistas, en la época del imperialismo siempre ha contado con el apoyo directo o indirecto, de forma más o menos velada de las principales potencias de la época: la separación de Pakistán-India, Panamá-Colombia, la fragmentación de la Yugoslavia socialista, etc., todos y cada uno de los procesos secesionistas han sido aprovechados por el imperialismo de potencias extranjeras que han azuzado contradicciones culturales internas hasta que las han convertido en antagónicas.

El grado de participación de estas potencias ha sido mayor o menor, de formas más o menos violentas según el caso, la coyuntura y la solidez de la unidad territorial de cada uno de esos países. España por los estrechos lazos que nos unen a vascos, catalanes, castellanos, etc., es improbable por ahora una guerra fratricida como el caso yugoslavo.

Tampoco cabe en los planes maestros de las principales potencias extranjeras: EEUU ni Alemania pero sí, como tradicionalmente lo ha sido de sectores no hegemónicos de esos mismos centros de poder. Con un panorama de gran inestabilidad en EEUU con Trump y una más que en declive línea de Merkel, es en esas “aguas revueltas” que otros sectores secundarios pero nada desdeñables aprovechan para reactivar viejos planes que nunca fueron suspendidos. Así, históricamente el nacionalismo ha tejido y mantenido relaciones con los círculos más reaccionarios de la burguesía alemana, la CSU bávara, que siempre ha considerado que una Europa dividida en pequeños estados étnicos es más fácil de someter, siguiendo el principio “divide et impera”. Tampoco son débiles los sectores en Washington que han defendido el derecho a decidir de Catalunya de voz de algunos editoriales de importantes medios de prensa.

  • El nacionalismo siempre es etnicista y niega la plurinacionalidad.

El nacionalismo español es reaccionario al oprimir al conjunto de realidades nacionales, así como también lo es el de tendencia secesionista: niega la plurinacionalidad y diversidad. Así, mientras el primero busca dividir y trocear al segundo con movimientos y entidades ampliamente subvencionadas dirigidas a dividir el idioma y otros rasgos de identidad cultural (blaverismo y gonellismo en el caso catalán) para debilitar a la otra comunidad cultural y facilitar la la imposición de una uniformidad castellana en todo el territorio del país, los comunistas debemos desplegar toda nuestra solidaridad, reclamar sin tapujos la unidad lingüística, cultural y territorial catalana como también de los territorios vascos y exigir el cese, la ilegalización y prohibición de estas actividades pues forman parte de la hostilidad y opresión cultural del reaccionario nacionalismo español que aun siendo contrario al régimen del 78 siguen siendo subalternas para los sectores más reaccionarios de la oligarquía española.

Al mismo tiempo, el proyecto principal del nacionalismo catalán no es menos reaccionario ni etnicista. Al mismo tiempo que defiende su legítimo derecho de autodeterminación, se lo niega a territorios lingüística y culturalmente distintos como el “Vall d’Aràn”. Del mismo modo que los comunistas defendemos el legítimo derecho a la separación, también lo hacemos extensible a toda nacionalidad en el seno mismo de Catalunya, así como defendemos el legítimo derecho a la unión, si es que ulteriormente, la mayoría del pueblo catalán así lo manifiesta.

  • Solo la unidad, la organización y tener claro quiénes son nuestros amigos y enemigos del pueblo son la clave para el éxito de todo movimiento popular.

Sobre esta gran verdad histórica se asientan todos los movimientos populares y democráticos que han tenido éxito a lo largo de la Historia. Desde las grandes revoluciones hasta las más recientes victorias de los pueblos venezolano, ecuatoriano, etc., y también la fortaleza de la resistencia nacionalrevolucionaria que, si bien resultó derrotada, consiguió transformar el golpe de estado de 1936 en una guerra prolongada. Todos y cada uno de los movimientos populares han forjado su fortaleza cimentando la unidad y teniendo claro los enemigos y amigos. Mao Zedong lo dejó claro como principio del movimiento revolucionario y de masas que estaba comenzando a andar: “Quiénes son nuestros enemigos y quiénes nuestros amigos? Esta es una cuestión de importancia primordial para la revolución. Todas las anteriores luchas revolucionarias de China sólo obtuvieron magros resultados, esencialmente porque los revolucionarios no supieron unirse con los verdaderos amigos para atacar a los verdaderos enemigos. Un partido revolucionario es el guía de las masas, y cuando las descamina, ninguna revolución puede triunfar. A fin de conquistar con seguridad la victoria en la revolución y no descaminar a las masas, tenemos que cuidar de unirnos con nuestros verdaderos amigos para atacar a nuestros verdaderos enemigos. Y para distinguir a los amigos verdaderos de los verdaderos enemigos, tenemos que hacer un análisis general del status económico de las clases de la sociedad china y de sus respectivas actitudes hacia la revolución.”

El principio de unidad, establecer alianzas y tener claro quiénes son los amigos y enemigos del pueblo recorre no solo las etapas prerrevolucionarias sino todo el proceso revolucionario y de desarrollo y profundización de la nueva sociedad. Este principio no es particular sino universal, al servicio del proletariado y de cualquier movimiento popular de masas que sirva “para sí” independientemente de la época, latitud, continente, sociedad o desarrollo histórico.

  • La clase obrera es la única consecuente hasta el final con la lucha por la igualdad, las medidas democráticas, el socialismo y la lucha antiimperialista que permita desplegar sin límites el accionar creador de las masas. Solo el proletariado, desposeído de todo medio de vida salvo su fuerza de trabajo es consecuente con toda lucha emancipadora. Solo una lucha emancipadora en cualquiera de las condiciones materiales encuentra en la clase obrera al sujeto revolucionario capaz de dirigir esas luchas de forma consecuente y de forma diligente trazando alianzas con el resto de clases subalternas a la burguesía y proletariado pero sin dejar de perder en ellas la dirección.

Así entonces, solamente sobre la base de construir y articular una lucha democrática y soberana como la del derecho de autodeterminación, dirigida por el proletariado y en alianza con otras clases populares, es que el movimiento general por la separación de una nación de otra adquiere verdaderas dimensiones de lucha revolucionaria y por tanto, se llena de contenido democrático y puede contar con el apoyo del conjunto de la clase obrera del resto.

Lo anterior significa que deben darse las condiciones objetivas y subjetivas que ni hoy se dan y tampoco se están preparando en modo alguno los promotores del procès. En primer lugar, una dirección política de las masas por parte de la clase obrera. En segundo lugar, un objetivo claro de tal dirección por superar el régimen actual catalán, y esto pasa por comenzar a crear las condiciones de ruptura con las instituciones imperialistas de EEUU, la UE y demás organismos internacionales alineados con el orden imperialista. Este segundo punto es condición “sine qua non” de conquistar una verdadera independencia y soberanía popular, liquidando a la burguesía burocrática que parasita en las instituciones públicas. En tercer lugar, tal organización debe superar el marco de relaciones económicas actuales, esto es, sentar las bases de una economía nacional, diseñar el control democrático y popular no solo de la política sino de la economía y de la defensa de la patria. En cuarto lugar, un movimiento realmente consecuente y al servicio de los intereses populares no debe ponerse como límites los métodos pacíficos y democrático-burgueses si de verdad quiere alcanzar sus objetivos. Por supuesto, no puede ser cuando domina como hoy en Catalunya, una conciencia de lucha que renuncia a la violencia, sino que debe tener claro que toda victoria, en última instancia, depende de una correlación de fuerzas no en los escenarios de libertad sino en escenarios de represión e incluso de violencia militar. Sin embargo, frente a ésta, no toda violencia es legítima y revolucionaria. El terrorismo y la violencia elitista queda excluida, y solo la violencia organizada de masas, dirigida por la clase obrera es verdaderamente legítima, justa y emancipadora.

Al no existir ni un ápice de tales condiciones materiales – lo anterior presupone la existencia de una burguesía nacional, una organización de masas y de carácter antiimperialista, al menos una fuerte y amplia organización comunista aliada o directora del movimiento en conjunto – no ha lugar a brindar apoyo alguno desde las filas del movimiento comunista catalán, español o internacional a lo que verdaderamente es y persigue el actual movimiento secesionista: un movimiento dirigido por diferentes sectores de la burguesía que no buscan otra cosa que construir un marco propio de explotación y opresión al tiempo que mantienen abiertas las puertas al intervencionismo de las mismas potencias de siempre.

En conclusión, el proletariado con conciencia de clase defiende el derecho de Cataluña a la autodeterminación y el derecho de los representantes elegidos por el pueblo catalán a convocar el referéndum del día 1 de Octubre, llamando a las masas obreras catalanas a votar contra la independencia y a estrechar su unidad combativa con toda la clase obrera de España contra el imperialismo, por la República democrática y la revolución socialista.