En la guerra en Ucrania se está librando una batalla en todos los órdenes. No es solamente en el terreno militar por la liberación del pueblo del Donbás, contra el nazismo y por la seguridad de Rusia frente a la agresividad de la OTAN; sino también a nivel mundial en los aspectos económicos, políticos e ideológicos. En esta guerra, el proletariado internacional y los pueblos del mundo se juegan muchas cosas, también está en juego el dominio del imperialismo de la llamada ‘civilización occidental’ y su debilitamiento.

Son tan candentes e importantes los acontecimientos que el proletariado con política independiente y de vanguardia, no puede dejar de tener una posición política. Pero esta posición y las tareas políticas que debe conllevar no pueden estar regidas por la influencia de otras clases o por los intereses de esas otras clases. Su posición política ante esta guerra, con todas sus contradicciones, condicionantes, particularidades,…, tiene siempre que tender a hacer avanzar el movimiento revolucionario, y no a paralizarlo. Con el gran retroceso del movimiento comunista, la confusión y las dudas en cuanto al reconocimiento del marxismo-leninismo que seguimos sufriendo, salen a la luz posiciones políticas entre los comunistas que se desvían del marxismo-leninismo. Unos caen en posiciones del pacifismo en general, el pacifismo pequeñoburgués, como una idea moral del ‘deber ser’ o de valores universales  y de derecho natural. Y otros se sumergen en el revolucionarismo abstracto, diseñando un mismo patrón para cualquier acontecimiento sin atender a lo concreto, a las particularidades y al análisis de las contradicciones. Ambas posiciones se alejan del marxismo, se adentran en la metafísica y la resultante política favorece al imperialismo, impidiendo organizar a las masas.

Los marxistas-leninistas tenemos que afrontar esta polémica fundamental para poder independizar políticamente al proletariado y para que, en España, podamos reconstituir el Partido Comunista sobre la base del marxismo-leninismo. Para ayudarnos en esta labor de intentar dar luz a la línea política comunista, publicamos esta crítica del Colectivo de Comunistas Griegos a las posiciones sobre la guerra en Ucrania del KKE, que también tiene sus representantes en España y hace dudar a otros comunistas. A Unión Proletaria esa crítica nos parece esencialmente correcta, salvo un par de defectos en los cuales hemos incluido notas de remarque sin profundizar.

«…el marxismo, …, exige un análisis histórico de cada guerra para determinar si esta guerra particular puede o no ser considerada progresista, si es útil a los intereses de la democracia y del proletariado, y si, en tal sentido, es legítima, justa, etc.» (Lenin: «Una caricatura del marxismo y el ‘economismo’ imperialista»).

Unión Proletaria.

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Colectivo de Comunistas Griegos:

Sobre las opiniones relativas a la naturaleza de la guerra en Ucrania

(Traducido de: https://histoireetsociete.com/2022/05/17/collectif-de-communistes-grecs-sur-les-opinions-concernant-la-nature-de-la-guerre-en-ukraine/)

El 17 de abril, nos posicionamos sobre la guerra en Ucrania a partir de un artículo de Elias Vagenas en el Rizospastis [periódico del Partido Comunista de Grecia, KKE] del domingo. Hoy hemos visto un artículo de un tal Nikos Mottas en las publicaciones “Atechnos”, atacando a los partidos comunistas de la Federación Rusa, acusándolos de una “perspectiva antileninista y antidialéctica”. El texto, a pesar de las pomposas afirmaciones anteriores, muestra una profunda ignorancia o incluso distorsión del marxismo, del leninismo y del simple sentido común. Escruta esta “perspectiva dialéctica” a través de un telescopio, pero no la ve. El texto en sí no debería retener nuestra atención: al fin y al cabo, cada uno puede tener sus propias opiniones, buenas o malas. Pero en la situación actual, cuando vamos como ovejas a la guerra, tal vez a una guerra mundial, el movimiento comunista, que es y debe ser la esperanza de la humanidad, no puede ignorar estas posiciones que tocan cuestiones fundamentales y que corren el riesgo, si prevalecen, de enterrar tanto al partido como al movimiento en general. Y, por desgracia, no son sólo las personas mencionadas las que exponen estos puntos de vista. Estas posturas, como veremos a continuación, no son ni mucho menos fortuitas y se vienen gestando en el seno del movimiento y del partido desde hace tiempo. Pero ahora, con la guerra, como era natural, la dinámica cambia, las contradicciones afloran y las máscaras caen, nos guste o no. Incluso en la Primera Guerra Mundial, que fue puramente interimperialista, Lenin dijo que “las cabezas coronadas caerán al suelo por montones”. Por lo tanto, las preguntas que requieren una respuesta inmediata y correcta son las siguientes:

  1. ¿Qué es el imperialismo?
  2. ¿Cuál es la naturaleza de las fuerzas implicadas en la guerra (hasta ahora) en Ucrania?
  3. ¿Cuál es la principal oposición en el mundo actual?
  4. ¿Cuál debería ser la estrategia y la táctica de un partido comunista hoy en día?
  5. ¿Cuáles son las lecciones del siglo XX y en particular de la gran guerra antifascista?

Cuando decimos “hoy”, no es por casualidad. Los comunistas han aprendido a hablar de forma concreta, tangible. Durante la guerra civil, un alto cargo de la policía nos hizo un cumplido sin darse cuenta. Nos dijo: “Puedo reconocer a los comunistas por la palabra ‘concreto’ que incluyen en su discurso”. Así que veamos las cuestiones una por una.

1. Hay una enorme confusión sobre lo que es el imperialismo, incluso entre los comunistas. Evidentemente, esto se debe al hecho de que desde 1956, progresivamente y cada vez más rápidamente, la formación intelectual ha desaparecido en el seno de los partidos comunistas, más o menos rápidamente según los partidos, y esto ha adquirido, por supuesto, proporciones trágicas con el hundimiento del campo socialista. Recordemos la definición científica. El imperialismo, etapa superior del capitalismo según Lenin, se caracteriza por la fusión del capital bancario con el capital industrial, lo que lleva a la creación del capital financiero, a la creación de monopolios y, en este proceso, la exportación de mercancías se sustituye gradualmente por la exportación de capital (1). Es comprensible que no toda sociedad capitalista sea automáticamente imperialista, y menos aún toda sociedad mercantil (el feudalismo era una sociedad mercantil, y también la sociedad esclavista [EN UNA PROPORCIÓN MENOR, nota de Unión Proletaria]). Sin embargo, otra definición simplista está muy extendida: todo agresor es un imperialista, sobre todo si, además, conquista territorios… Por supuesto, tal acepción no tiene nada que ver con el materialismo histórico ni con Lenin, sino con Karagiozis, el personaje del teatro de sombras (“La cabeza duele, cortamos la cabeza”). Sobre la base de tal definición, se llega a conclusiones erróneas desde el punto de vista matemático: ¿acaso el ataque de la Unión Soviética a Finlandia en 1939 frente al expansionismo nazi debe calificarse de imperialista?, o también su propuesta de enviar tropas en 1938 para proteger a Checoslovaquia de la partición -propuesta rechazada por Polonia-; todo ello carece de fundamento. Lo preocupante es que, incluso entonces, el mismo estribillo fue repetido por algunos comunistas “puros”, como veremos más adelante.

2. La guerra en Ucrania no es sólo una guerra local. Es muy posible que se generalice, incluso a nivel mundial. Por lo tanto, es necesario aclarar la naturaleza de las fuerzas en liza y su dinámica, porque una guerra de este tipo tiene su propia dinámica y, como decía Clausewitz, si leemos su libro más allá de una frase que se repite constantemente, “entre los planes de los estados mayores y su ejecución (el resultado) hay una fricción (die Reibung) que cambia completamente los hechos” (2).

Por un lado tenemos, no a “Ucrania”, como gritan todos los voceros norteamericanos, sino concretamente al régimen resultante del golpe de Estado de 2014, profundamente impregnado de los sucesores directos del nazismo y herederos de los colaboracionistas y seguidores ideológicos de las SS: un régimen dirigido directamente por EEUU (potencia imperialista por excelencia) y por sus subordinados imperialistas de segunda fila, británicos y franceses, es decir “nuestra Europa” como dicen los “demócratas” de toda laya. Señalemos de una vez por todas que utilizamos el término “imperialista” estrictamente en su definición científica y leninista.

Por otro lado, tenemos a las poblaciones que se rebelaron tras el golpe, que fueron masacradas por los nazis de Kiev y que formaron democracias populares autónomas y posteriormente independientes. Hay que tener en cuenta que estas regiones siempre han sido las más industriales de la URSS y que para defenderse de los nazis que intentaron masacrarlas -y lo hicieron localmente, véase Mariupol, Odessa, etc.- formaron milicias populares compuestas principalmente por obreros de las minas y fábricas. Estas fuerzas, cuando la agresión de las reconstituidas fuerzas OTAN-nazis era ya un secreto a voces, pidieron y recibieron ayuda de Rusia (no confundamos sospechosamente esto con las diversas “revoluciones de colores” que a veces atrapan a los trabajadores en su primera fase): imagínense que los rusos les hubieran dicho, como hubieran querido nuestros angelitos: “No, no os ayudamos porque no queremos que nos llamen imperialistas”. Así que estas fuerzas, que son quizás las únicas milicias verdaderamente obreras, comprometidas en una verdadera lucha por la liberación nacional, y más aún en una lucha por la supervivencia, nuestros comunistas “puros” las llaman imperialistas y tachan su lucha de imperialista. Con la misma lógica, la revolución griega de 1821 debería llamarse imperialista, sobre todo porque al final fue ayudada por las grandes potencias de la época.

Pero digamos unas palabras sobre Rusia: las relaciones de producción allí son hoy capitalistas, es cierto. Pero, ¿podemos creer, a no ser que no tengamos nada en la cabeza, que el campo imperialista lleva cuarenta años planificando metódicamente (olvidemos la labor de socavamiento en la propia URSS, después de 1956) el cerco y la eventual desaparición de Rusia sólo porque se pelean por los mercados? Pero las disputas por los mercados son cotidianas entre los verdaderos imperialistas sin que acaben en guerra. Recordemos aquí a Marx que escribió en su “Crítica de la Economía Política” que la economía decide las relaciones en última instancia (3). Está la superestructura, la historia de los pueblos, la ideología, etc., y estos elementos también son objeto de conflicto. Y en este punto, las diferencias son notables: la situación cultural de la sociedad decadente hasta los huesos del Imperio anglosajón y de “nuestra Europa” contrasta fuertemente con la sociedad rusa, así como con las sociedades del resto del mundo, incluida Grecia, salvo para los admiradores de “nuestra Europa”. Otra cosa más: en el campo “occidental”, las sanciones contra Rusia incluyen la prohibición de las obras de Dostoievski, Tolstoi, Rachmaninoff, etc. Es una verdadera histeria de carácter racista. Un pensamiento surge en la mente de cualquier persona razonable: ¿no habrá entre los diseñadores de la estrategia del campo imperialista quienes, teniendo un enfoque más serio del futuro, temen, no tanto la situación actual como la dinámica de las sociedades, especialmente las que están condicionadas por la fuerte herencia de la revolución socialista? ¿Y los cuales quieren deshacerse de ella de una vez por todas? Por supuesto, la misma reacción, pero a la inversa, proviene del instinto de la clase obrera y especialmente de los comunistas que espontáneamente dicen: “Estoy cien por cien en contra de los nazis ucranianos”. Que salgan de sus despachos y salones, nuestros “puristas”, para descubrir lo que hay en el corazón del pueblo.

3. Los marxistas neófitos se quedan atónitos al descubrir la terrible verdad: los capitalistas oprimen y explotan a la clase obrera. Y más allá de eso, ya no son capaces de ver nada. Recordemos a Marx y su 11ª tesis sobre Feuerbach: “Hasta ahora los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, cuando de lo que se trata es de cambiarlo” (4). Y para cambiarlo, no basta con una verdad general. En cada momento, necesitamos un análisis científico de la correlación de fuerzas, basado en el materialismo dialéctico, un análisis que determine la estrategia y la táctica del movimiento y, sobre todo, las alianzas que la clase obrera y su partido necesitan para alcanzar el poder. Ay de nosotros si imaginamos que, de entrada, la clase obrera puede tomar el poder por sí sola luchando contra un sistema que, durante siglos, ha creado una red de poder y opresión dentro del Estado de clases y a nivel internacional. Recordemos aquí de nuevo a Marx y su notable crítica al “Programa de Gotha” del Partido Socialista Alemán, que decía en su artículo 4: “La liberación del trabajo debe ser obra de la clase obrera, frente a la cual todas las demás clases no forman más que una masa reaccionaria”. Marx escribió lo siguiente en confrontación con la formulación del Manifiesto Comunista [EN REALIDAD, AL LEER LO QUE DICE ESTE TEXTO NO EXISTE TAL CONFRONTACIÓN, nota de Unión Proletaria]: “Desde este punto de vista, es otro absurdo hacer de las clases medias, junto con la burguesía y aún más con las clases feudales, ‘una masa reaccionaria’ en relación con la clase obrera. ¿Acaso en las últimas elecciones hemos apelado a los artesanos, a los pequeños industriales, etc., y a los campesinos y les hemos dicho: ‘Formáis, con la burguesía y los señores feudales, una sola masa reaccionaria contra nosotros’?” (5).

Debemos precisar aquí que la oposición entre trabajo y capital es la contradicción fundamental e histórica de las sociedades de clase modernas. Pero en cada momento histórico, la correlación de fuerzas dentro de las multiformes oposiciones y alianzas de clase configura la contradicción principal propia de cada época que determinará tanto las posibilidades como el alcance de las necesarias alianzas del movimiento obrero. Por ejemplo, con el auge del fascismo y del nazismo en el mundo, la contradicción principal era con el fascismo, y la Tercera Internacional determinó acertadamente la línea de los frentes antifascistas. Hoy creemos que la contradicción principal es contra el monstruo imperialista que ha llegado a tal punto de crisis económica y cultural que sólo tiene la solución desesperada de jugárselo todo a una guerra. No olvidemos que la guerra de Ucrania relega -equivocadamente- a un segundo plano lo que ocurre con el dólar, esa “moneda” gaseosa que, desde 1973, no se basa en otra cosa que en su imposición, en forma digna de los peores gánsteres, a las naciones y los pueblos.

4. Nos parece obvio que, con esta contradicción principal, la lucha sea, en esta etapa, una lucha por la liberación nacional en relación, en lo que respecta a nuestro país, con el imperialismo estadounidense y sus lacayos en “nuestra Europa”. Esto significa que hay que formar un amplio frente de liberación nacional. Y no nos vanagloriemos de que en dicho frente vayamos a encontrar -estamos hablando de las bases, no de tales o cuales “líderes”- sólo aliados “puros”. Lenin dijo sobre las alianzas: “Quien espere una revolución social ‘pura’ no vivirá para verla. Sólo es un revolucionario de palabra, que no entiende en absoluto lo que es una revolución. La revolución rusa de 1905 fue una revolución democrático-burguesa. Consistió en una serie de batallas libradas por todas las clases, por todos los grupos y elementos descontentos de la población. Entre ellos había masas con los prejuicios más bárbaros, que luchaban por las causas más mediocres y fantasiosas, había grupos que aceptaban dinero japonés, había especuladores y aventureros, etc. Sin esta participación, la lucha de masas no es posible, no hay revolución posible. Y, asimismo inevitablemente, aportarán al movimiento sus debilidades y errores. Pero, objetivamente, atacarán al capital” (6). Muchos de los “eruditos” de hoy le llamarían oportunista. Pero bajo su dirección triunfó la Revolución de Octubre y se creó la gran URSS, el primer Estado de la historia que levantó la bandera de la abolición de la explotación del hombre por el hombre; esa URSS que más tarde, bajo la dirección del Partido Bolchevique y de Stalin personalmente, aplastó al monstruo nazi y abrió brillantes perspectivas en la historia mundial hasta que fue traicionada por todo tipo de revisionistas y cómplices.

5. Los comunistas tienen como herramienta el materialismo histórico. ¿Qué nos dice esencialmente la historia del siglo XX? Al salir del matadero de la primera guerra, había dos líneas: las posiciones de Wilson sobre la supuesta autodeterminación de los pueblos (en esencia, ustedes se van y nosotros vendremos) y las posiciones de Lenin. La socialdemocracia adoptó las posiciones americanas y se unció al carro americano del que nunca se ha alejado hasta hoy, mientras los comunistas se unían a la Tercera Internacional. Tras el cataclismo que supuso la Revolución de Octubre para la burguesía, tras la intervención de los imperialistas contra la URSS con la ayuda de los “blancos” de Kolchak y Denikin (ya tenían sus cómplices) y su fracaso, la obsesión de los imperialistas de entonces era buscar cómo destruir la URSS.

Por parte de los comunistas, en el VI Congreso de la Internacional de 1928, por recomendación de Bujarin, se adoptó la política de “clase contra clase”, que redujo las posibilidades de alianzas del movimiento. Con la aparición del ascenso del fascismo en Europa, especialmente en Italia y Alemania, desde 1922, pero también con la crisis económica del 29, tenemos un ejemplo bien conocido de la complejidad de las interacciones entre superestructura e infraestructura: no fue la crisis del 29 la que dio origen al fascismo, aunque lo alimentó, sino la histeria política y el pánico del gran capital frente a la existencia de la URSS. En el 7º Congreso de la Internacional (1935), Dimitrov hizo una presentación histórica en la que, entre otras cosas, dijo que el fascismo era la sustitución de una forma de gobierno de la clase dominante por otra, que poco después caracterizó como una brutal dictadura terrorista. (Entre paréntesis, esto nos dice algo de lo que ocurre hoy en día cuando se violan las libertades más elementales y los principios democráticos burgueses más básicos en los países “occidentales” bajo diversos pretextos). Así, el 7º Congreso definió la política de frentes antifascistas que finalmente condujo al exterminio del fascismo de entonces. Algunos, por supuesto, incluso en aquel momento, se oponían a ello. Se trata de los seguidores de Trotski, que describieron la Segunda Guerra Mundial como interimperialista. Esta posición les llevó inevitablemente a la traición y, después de la guerra, a la ruptura del movimiento sindical en Europa en 1946 y 1947, bajo la dirección y con el dinero de los servicios estadounidenses. Por lo general, incluso hoy, los principales miembros de la reacción global en los llamados países occidentales son antiguos o actuales trotskistas organizados (Condolezza Rice, Paul Wolfowitz, Lionel Jospin, la lista es larga pero disponible).

En el caso que nos ocupa, desgraciadamente, se trata de una posición más general que deja entrever su trasfondo. Discretamente, se promueve la crítica a la posición del 7º Congreso de la Tercera Internacional sobre las alianzas antifascistas, “que separan la lucha contra el fascismo de la lucha por el derrocamiento del capitalismo”. Esto nos recuerda algo, algo inquietante… Esto es lo que decían los trotskistas en aquella época.

En resumen, a pesar de las referencias totalmente selectivas e históricamente distantes a los escritos de Lenin que acompañan a textos como los de Vagenas y Mottas, el análisis se basa, en el mejor de los casos, en un marxismo no digerido. El término “imperialismo” se utiliza de forma irreflexiva y poco científica: esta etapa del capitalismo tiene una definición concreta y no debe convertirse en un caramelo de propaganda (véase más arriba).

No nos equivoquemos. Estos textos pretenden responder a las justificadas protestas no sólo de los comunistas, sino también del pueblo griego en su conjunto, contra la política de “equidistancias” respecto a la guerra de Ucrania. Si la crítica a la Tercera Internacional había pasado relativamente desapercibida en los últimos tiempos, la guerra, como siempre, abre los ojos. Cuando se mantiene una equidistancia entre dos “malos”, se alinea uno del lado del peor de los dos, se quiera o no. Sobre todo teniendo en cuenta que, por un lado, está el imperialismo descarado de Estados Unidos y sus aliados, que ha masacrado sistemáticamente a los pueblos del mundo, y, por otro, las repúblicas populares del Donbass, con el apoyo y la ayuda de Rusia (ahora capitalista).

Éstos son los hechos reales, y demuestran sin lugar a dudas que la lucha del pueblo del Donbass y de toda Ucrania, que gime bajo el golpe de Estado de los nazis, es una lucha por la liberación nacional y nada más. Así que tengamos cuidado, especialmente como comunistas, con el camino que tomamos, porque como dice la canción popular, “hay un camino ingenioso que conduce recto a una pendiente resbaladiza”…

¡Viva la lucha de liberación nacional de los pueblos!

¡Vivan las democracias populares de Donbass y Novorossiya!

(1) Lenin, 1916/17, Der Imperialismus, als höchstes Stadium des Kapitalismus (El imperialismo, fase superior del capitalismo)

(2) Carl von Clausewitz, 1832. Vom Kriege (Sobre la guerra)

(3) Marx, 1859. Zur Kritik der politischen Oekonomie (Crítica de la economía política)

(4) Marx, 1845. Thesen über Feuerbach (Tesis sobre Feuerbach)

(5) Marx, 1875. Kritik des Gothae Programms (Crítica del Programa de Gotha)

(6) Lenin, 1916. Balance de una discusión sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación