Gavroche

 

Los comunistas, a un año de gobierno de coalición

Hace poco más de un año, el PSOE y Unidas Podemos suscribían un acuerdo y conseguían los apoyos suficientes en el Congreso de Diputados para formar un gobierno de coalición, que calificaron como progresista. Aunque la derecha lo tilda de ilegítimo, filo-separatista, bolivariano o social-comunista, no son más que burdas exageraciones para impedir cualquier leve medida de izquierda y asustar a la gente ignorante víctima del fanatismo anticomunista. A pesar de la falsedad de sus argumentos y de su representación minoritaria en el parlamento, no debemos desdeñar a esa derecha filo-fascista porque es mayoritaria en los medios de comunicación y entre los mandos del ejército, la policía y la judicatura (manifiestos golpistas de militares retirados, manifestaciones de policías reaccionarios a las puertas del parlamento, un Consejo General del Poder Judicial rebelde contra la mayoría electoral, etc.).

Por mucho que esos sectores retrógrados y privilegiados lo ataquen por su “progresismo”, lo cierto es que el actual gobierno no ha hecho progresar la democracia y las condiciones de vida para la mayoría trabajadora, sino únicamente para una exigua minoría de ricos. Hay que reconocerle algunas medidas de alivio para esa mayoría, impulsadas junto a los sindicatos mayoritarios: protección frente a los despidos, persecución de la sobreexplotación y de los fraudes laborales en algunas empresas, desarrollo de ayudas sociales como el Ingreso Mínimo Vital, etc. Sin embargo, el gobierno –en realidad, su parte dominante, el PSOE- se escuda en la pandemia de la Covid-19 y la crisis económica para aplazar la ejecución de sus compromisos más necesarios como derogar las reformas laborales, la ley mordaza y otras. Por ahora, su faceta más positiva ha sido dejar de recortar derechos y recursos como venía haciendo el anterior gobierno de derechas (aunque tales recortes hayan ido a más en comunidades autónomas y ayuntamientos). En resumen, ha “dejado atrás” a mucha gente, aunque no tanto como la derecha. Ya veremos a quién hará pagar cuando toque devolver los préstamos extraordinarios acordados por la Unión Europea -mayoritariamente entregados a los grandes capitalistas- y a la hora de implementar las recomendaciones de ésta.

El PSOE no tiene ningún interés en cambiar el actual statu quo amplificador de desigualdades. Se ha convertido en el primer baluarte (aunque no el definitivo) de este régimen político y económico, al aplacar el descontento del pueblo con pequeñas dádivas y grandes discursos. Por tanto, aunque se presente como de izquierdas, obrero y socialista, es un partido de la clase social beneficiaria de dicho régimen: la burguesía capitalista, principalmente la oligarquía financiera. Lo ha vuelto a poner de manifiesto votando con la derecha por enésima vez para impedir que el Congreso de Diputados investigue los chanchullos del rey Juan Carlos I y también permitiendo a los oligopolios eléctricos elevar astronómicamente los precios en medio de una pandemia y una ola de frío. Su ministra de transición ecológica ha reconocido que antepone los intereses del puñado de accionistas de estas compañías sobre las necesidades de millones de personas. Es el mismo criterio aplicado frente a la pandemia y que diferencia a estos falsos socialistas del auténtico socialismo que está salvando la vida y la salud de millones de personas en China, Cuba, Corea, Vietnam y Laos. La propiedad privada de los capitalistas –sacrosanta para aquéllos- seguirá aplastando a los trabajadores, por más que el ala izquierda del gobierno intente paliar sus efectos.

En cuanto a ese ala izquierda -Unidas Podemos-, a pesar de que sus orígenes están en el heroico PCE antifascista y en la rebeldía popular del 15-M, no parece vislumbrar más salida que forzar al PSOE a ser más generoso con el pueblo. Para justificarlo, abusa del argumento de que la actual correlación de fuerzas favorece a la minoría pudiente. Tiene razón al reconocer esta realidad que muchos de sus críticos por la izquierda no parecen tener en cuenta[1]. Pero se equivoca al no confiar en la posibilidad de invertirla (suponiendo que quiera) o, más exactamente, cuando pretende mejorarla volcando su actividad en las elecciones, el parlamento y el gobierno. Esta actividad sólo puede ayudar a condición de dar preferencia a la educación y organización de las masas de la población para la lucha de clases. Las actuales instituciones representativas no son imparciales, sino que están condicionadas para favorecer a la minoría más rica que posee los medios de comunicación, el dinero para financiar las campañas electorales y los presupuestos públicos, la alta burocracia estatal (origen de clase, formación académica, sobornos,…), la maraña de leyes vigentes que impiden legislar a favor de las clases populares, etc. Pero los dirigentes de Podemos y del PCE-IU se niegan a reconocer esta realidad: los primeros, por su adhesión a la filosofía reaccionaria del posmodernismo; los segundos, por su revisión reformista del marxismo-leninismo.

Unidas Podemos tiene un programa ya de por sí demasiado moderado para satisfacer las necesidades de los trabajadores: no rompe el yugo del imperialismo extranjero (OTAN, UE, euro, FMI, etc.) ni del imperialismo español (propiedad monopolista, monarquía y resto de instituciones heredadas del fascismo, etc.). Si a pesar de esta rebaja ni siquiera consigue cumplirlo, lo atribuye a que está en minoría en el gobierno y en el parlamento. Es una razón cierta, pero no es la única. Para ejecutar su programa, no bastaría con que ganara las elecciones, ni tampoco podría ganarlas mientras los grandes medios de producción y de comunicación estén en manos del capital financiero. En estas condiciones, es engañoso y cruel hacer a los trabajadores responsables de lo que votan, puesto que carecen de información objetiva sobre el conjunto de la sociedad en que viven.

Todas estas cuestiones han sido sobradamente experimentadas por el movimiento obrero y esclarecidas por la teoría marxista-leninista a lo largo de los siglos XIX y XX. De ahí que, por mucho que un sector de Unidas Podemos se presente como comunista y tenga por base social a miles de proletarios, no se trata realmente de una fuerza política obrera, sino pequeñoburguesa: como representante objetivo de las capas intermedias de la sociedad, oscila continuamente entre la defensa sentimental de los oprimidos y el sometimiento a los opresores.

En España, como en muchos otros países, los comunistas carecemos del apoyo de una parte suficiente de la clase obrera para emprender una lucha resolutiva contra el régimen explotador de los capitalistas. El Partido Comunista de España se vio debilitado y fraccionado principalmente porque se desvió de las posiciones políticas proletarias hacia las posiciones pequeñoburguesas de la socialdemocracia. El resultado de esta prolongada decadencia de más de medio siglo es que la conciencia y la determinación combativa de los obreros han retrocedido. La mayor parte de sus masas más activas respaldan a esa democracia pequeñoburguesa, en vez de seguir las consignas de las diversas organizaciones marxistas-leninistas (por supuesto que la burguesía contribuye a ello alentando a los reformistas frente a los revolucionarios). Y los obreros no simpatizan con esta lucha sin unidad que los comunistas libramos entre nosotros y con las fuerzas políticas intermedias, porque conservan la intuición de que, para vencer en la lucha, hace falta unir las fuerzas propias y conquistar aliados.

Para que los comunistas podamos ayudar a las masas obreras a liberarse del yugo capitalista, debemos adoptar una posición correcta hacia esta democracia pequeñoburguesa que consigue engañarlas precisamente porque tiene más influencia en ellas que nosotros. En primer lugar, debemos ayudar a los obreros a romper con las monsergas de ésta y a tomar conciencia de sus verdaderos intereses de clase. En segundo lugar, debemos trazar un programa que pueda atraer a la masa de la pequeña burguesía al lado del proletariado para que la lucha de éste contra la burguesía capitalista pueda verse coronada por la victoria. Lo primero se viene haciendo, pero no debería hacerse de cualquier manera, y menos, evitando lo segundo.

¿Acaso cualquier ‘resistencia’ al imperialismo alemán ayuda a la revolución alemana?”, preguntaba Lenin a los ultraizquierdistas en 1918. “Quien quiera reflexionar un poco o, al menos, recordar la historia del movimiento revolucionario en Rusia, verá con facilidad que sólo una resistencia racional a la reacción sirve a la revolución. Conocemos y hemos visto en medio siglo de movimiento revolucionario en Rusia multitud de ejemplos de resistencia inoportuna a la reacción. Nosotros, los marxistas, nos hemos enorgullecido siempre de saber determinar, teniendo en cuenta estrictamente las fuerzas de las masas y las relaciones entre las clases, la conveniencia de una u otra forma de lucha[2].

En general, la teoría marxista-leninista exige actuar con empatía hacia las masas de pequeñoburgueses que también son trabajadores, unos asalariados y otros no, y que sufren la explotación de los monopolios capitalistas. Pero esta empatía hacia las capas medias se vuelve aún más necesaria ahora que las masas obreras han perdido conciencia de sus intereses de clase, los confunden con los de esas capas medias y buscan amparo en los partidos políticos inmersos en esta misma confusión. En estas condiciones, si queremos ayudar a los obreros a recuperar la conciencia de sus intereses de clase, la crítica de los comunistas a los partidos pequeñoburgueses debe ser del todo veraz y, por tanto, omnicomprensiva, evitando la unilateralidad y la exageración. Debe referirse “a lo esencial, sin adquirir jamás formas capaces de favorecer a los enemigos de clase del proletariado[3].

Ésta es la fundamentación de la táctica que Unión Proletaria propugnó hace más de un año: apoyar al gobierno de coalición exclusivamente frente a la tendencia fascistizante neoliberal; combatir su conservadurismo capitalista mediante críticas y acciones de masas; y aprovechar la débil tregua que representa para reunificar y reconstituir su Partido Comunista.

Ha pasado un año y todavía no hemos sido capaces de convencer de esta táctica a las demás organizaciones comunistas. Es más, los encuentros más o menos regulares entre cuatro de ellas (la quinta se había descolgado antes) que venían celebrándose desde 2019 cesaron en los primeros meses de 2020 al discrepar sobre la valoración del gobierno en el comunicado comunista unitario para el 14 de Abril. Las otras tres organizaciones instaron a Unión Proletaria a proponer enmiendas al borrador propuesto, pero no respondieron a las mismas. Lo más grave no es la falta de acuerdo en esta cuestión, sino que se pusiera fin a la dinámica de encuentros para debatir, clarificar y acordar acciones unitarias. Al contrario, lo que necesitamos es continuar y desarrollar esta experiencia, hasta incorporar a ella a todas o casi todas las organizaciones y personas honestamente interesadas en la unidad comunista.

Decía Lenin que “Discutir el problema, expresar y oír opiniones distintas, conocer el criterio de la mayoría de los marxistas organizados, estampar este criterio en una resolución y cumplir honestamente esa resolución es lo que se llama unidad en todas las partes del mundo y por toda la gente sensata. Y esta unidad es infinitamente valiosa e importante para la clase obrera. Los obreros separados no son nada. Los obreros unidos lo son todo[4].

Afortunadamente, al lado de estos movimientos centrífugos, hay otros movimientos centrípetos. Es el caso de la labor de la Asociación Volver a Marx dirigida a formar en la teoría científica del marxismo-leninismo a comunistas de diversas organizaciones y sin partido. Y también es el caso del proceso de unidad entre el PCPE y el PCOE abierto a otras organizaciones comunistas.

Unión Proletaria reitera su disposición a colaborar con estos y otros propósitos unitarios, en la medida de nuestras fuerzas. Insistimos en que la discusión multilateral debe retomarse y en nuestra propuesta más urgente de poner en marcha un aparato mediático comunista unitario. No sólo es necesario para que el proceso de clarificación se extienda a todos los militantes, sino para poder acercar a las masas obreras al socialismo científico, orientarlas políticamente y organizarlas para la lucha de clases. No hay justificación para que los burgueses tengan un aparato mediático disciplinado a pesar de la competencia mercantil que los enfrenta permanentemente, mientras los comunistas nos damos la espalda unos a otros a pesar de representar a los obreros que están vitalmente interesados en su unidad como clase.

También somos conscientes de que la fragmentación comunista sólo podrá superarse a medida que se resuelvan las diferencias políticas, a la luz del marxismo-leninismo. Después de años de estudio de esta teoría y de balance de la experiencia histórica de la revolución proletaria, hemos constatado que cuesta debatir nuestra discrepancias de manera científica, racional y lo menos emocional posible. Intuimos pues que existen obstáculos que atañen a la propia concepción del mundo de los revolucionarios de hoy, contaminada por el espíritu de derrota y la ideología dominante enteramente reaccionaria. Por esta razón, al tiempo que vamos a redoblar nuestros esfuerzos en la clarificación política para la unidad -mediante una actualización de nuestro programa y su divulgación-, profundizaremos en el conocimiento del materialismo dialéctico para ayudar a remover los prejuicios filosóficos que atenazan a muchos comunistas.

Vamos más despacio de lo que deberíamos, y no nos ayuda el ambiente asocial que generan las precauciones frente a la pandemia. Pero podemos hacer mucho más y todavía estamos a tiempo. ¡Adelante, camaradas!

 

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[1] Lenin se quejaba de que los “comunistas ‘de izquierda’ -a quienes gusta también denominarse comunistas ‘proletarios’, pues tienen muy poco de proletario y mucho de pequeñoburgués- no saben pensar en la correlación de fuerzas, no saben tomar en consideración la correlación de fuerzas. En eso reside la médula del marxismo y de la táctica marxista, pero ellos pasan de largo por delante de la ‘médula’ con frases ‘orgullosas’…” (Acerca del infantilismo “izquierdista” y del espíritu pequeñoburgués. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1918/mayo/05.htm)

[2] Lenin, Acerca de la frase revolucionaria. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas07-12.pdf

[3] Lenin, Proyecto inicial de resolución del X Congreso del PC de Rusia sobre la unidad del partido. (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo43.pdf)

[4] Lenin, La unidad obrera. (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo24.pdf)