Publicamos este artículo publicado en The Communists, órgano de expresión del Partido Comunista de Gran Bretaña (marxista-leninista), en noviembre de 2020, sobre la experiencia del liderazgo de Jeremy Corbyn en el Partido Laborista británico y las lecciones para el movimiento comunista y obrero. El enlace original es el siguiente: https://thecommunists.org/2020/11/11/news/jeremy-corbyn-suspended-labour-party-alleged-antisemitism/. Traducido por Unión Proletaria.
Jeremy Corbyn, suspendido de militancia en el Partido Laborista
El 29 de octubre de 2020, Jeremy Corbyn, el líder del partido laborista de septiembre de 2015 a abril de 2020, fue suspendido de militancia en el partido laborista y se le quitó el mando. Esto se produjo en respuesta a la publicación del informe de octubre de 2020 de la Comisión [europea] de Igualdad y Derechos Humanos sobre el manejo de las acusaciones de antisemitismo por parte del partido laborista durante el tiempo en que el Sr. Corbyn fue líder del partido.
El informe de la Comisión de Derechos Humanos encontró al partido laborista culpable de tres cargos, y también responsabilizó a Jeremy Corbyn de las infracciones en esta cuestión. En un comunicado de prensa posterior a la publicación del informe, el Sr. Corbyn declaró que la cuestión del antisemitismo había sido «dramáticamente exagerada por razones políticas». Sir Keir Starmer, sucesor de Corbyn, ha declarado que Corbyn fue suspendido por su comunicado de prensa y su «falta de retractación de sus palabras», lo que, según Starmer, equivalía a que Corbyn se convierte en un negacionista del antisemitismo.
Sea cual sea la excusa, está perfectamente claro, incluso para los más torpes, que hay una caza de brujas en marcha para eliminar a los más afines al Sr. Corbyn. Anteriormente, en junio, Rebecca Long-Bailey, cercana al Sr. Corbyn y contendiente por el liderazgo contra Sir Keir, fue despedida del gabinete en la sombra por retwittear a Maxine Peake cuando éste dijo que la táctica de la policía de EE.UU. de hincar la rodilla en el cuello de alguien les había sido enseñada por el servicio secreto israelí.
Aunque la policía americana no necesita entrenamiento de nadie en la práctica de la brutalidad, la afirmación de que la aprendieron de los israelíes difícilmente puede ser descrita como un ejemplo de antisemitismo.
Cualquiera que sea la opinión de la gente sobre el Sr. Corbyn, nadie con el más mínimo grado de honestidad y objetividad puede acusarlo de ser racista, en particular de ser antisemita. Ha luchado a lo largo de su vida contra la intolerancia racial.
¿Por qué fue Corbyn el objetivo? Mentiras, malditas mentiras e hipocresía
Las verdaderas razones de la suspensión de Jeremy Corbyn del Partido Laborista son dos:
La primera es su postura contraria a la guerra. Se ha opuesto a las guerras imperialistas emprendidas por Gran Bretaña y los EE.UU. Al convertirse en el líder del partido laborista, se disculpó en el Parlamento ante el pueblo iraquí por la guerra criminal que llevaron a cabo contra él Tony Blair y George W. Bush, mientras sus colegas del partido laborista en la Cámara de los Comunes le gritaban «Cállate, hombre».
En segundo lugar, su constante apoyo al derecho de autodeterminación del pueblo palestino y sus críticas a las atrocidades del Estado israelí contra el pueblo palestino ocupado.
Mientras que los medios de comunicación británicos y destacados sionistas y organizaciones han estado ocupados pregonando la supuesta «tolerancia con el antisemitismo» de Corbyn en el partido laborista (siendo «antisemitismo», en su opinión, negar la existencia del inexistente problema del antisemitismo del partido laborista), todos guardan un silencio criminal sobre la ocupación de Palestina, el robo de las casas y hogares del pueblo palestino y la represión y las atrocidades diarias perpetradas por el Estado israelí contra millones de personas en Palestina. Aquella gente ni siquiera son demócratas; son sinvergüenzas de la peor clase.
Al dar amplia publicidad a las declaraciones de todos los fanáticos de la derecha, judíos o no judíos, que acusan al partido laborista de albergar el antisemitismo y a Jeremy Corbyn de tolerarlo, los medios de comunicación imperialistas ignoran totalmente las voces de un número significativo de miembros judíos del partido laborista que han apoyado a Jeremy Corbyn y han refutado las acusaciones de antisemitismo formuladas tanto contra él como contra el partido. Aquí mencionaremos sólo uno de los muchos ejemplos:
Andrew Feinstein, un judío ex miembro del Congreso Nacional Africano (ANC) en el parlamento de Sudáfrica, ha acusado a los oponentes de Jeremy Corbyn de «abusar de la noción de antisemitismo» para atacarlo. Hablando en el Canal 4, el Sr. Feinstein, que ha dado una conferencia en Auschwitz sobre el genocidio y cuya familia perdió 39 miembros en el holocausto judío, declaró enfáticamente que Jeremy Corbyn no es ni remotamente antisemita; que Keir Starmer no tiene motivos para suspenderlo y que el informe de la Comisión Europea de Derechos Humanos apoya explícitamente el derecho de Corbyn a hacer los comentarios por los que fue suspendido.
Preguntado si él mismo temía ser amenazado con la suspensión del partido laborista, declaró con vehemencia que la gente debería saber que fue la primera persona en presentar una moción sobre el holocausto en la historia del parlamento sudafricano. Podemos añadir, para conocimiento del lector, que el Sr. Feinstein ha luchado toda su vida contra el antisemitismo y ciertamente nunca toleraría el antisemitismo en el partido laborista al que pertenece si éste existiera en alguna medida significativa. Dijo que si se le intentara suspender de afiliación, lucharía enérgicamente.
La verdad es que, entre otras cosas, el engaño del antisemitismo en el partido laborista se está utilizando como una tapadera para atacar a quienes se oponen a la ocupación de Palestina y a la represión del pueblo palestino, por no hablar de quienes ponen en duda el fundamento mismo de la existencia del Estado-colonia colonialista israelí, que por sus propias razones el imperialismo creó y sigue apoyando financiera, militar, diplomática y políticamente.
De todos modos, como Estado-colonia colonialista, está destinado a colapsar. Las leyes de la historia son mucho más fuertes que las leyes de la artillería.
Una campaña de cinco años
Los intentos de deshacerse del Sr. Corbyn no han cesado desde que fue elegido líder del partido laborista en septiembre de 2015. Se encontró en la carrera electoral por su liderazgo sólo porque bastantes de los que nunca quisieron votar por él prestaron sus firmas para que pudiera participar en las elecciones con el fin de animar una contienda que de otra manera iba a ser aburrida.
Debido a su pasada asociación con varias causas progresistas, su sola presencia en la lista electoral entusiasmó literalmente a varios cientos de miles de personas para unirse al partido. Como resultado, el número de miembros del partido laborista se disparó de 180.000 a 610.000. Corbyn también pudo asegurarse el apoyo del mayor sindicato del país, Unite the union, junto con varios otros.
Durante su campaña por el liderazgo, el Sr. Corbyn llenó mítines en todo el país, incluso en el festival de Glastonbury, en todos los cuales fue recibido con gran entusiasmo. A pesar de la hostil recepción que recibió de los medios de comunicación, el establishment y los grandes del partido laborista, Corbyn ganó en la primera votación por un contundente 59,9 por ciento de los votos.
Su victoria sorprendió y escandalizó tanto al establishment británico como al partido laborista. Al mismo tiempo, había euforia entre una minoría significativa de la población que sufría de la ilusión de que la victoria de Corbyn era un pasaporte para el socialismo; que el socialismo podía ser alcanzado en Gran Bretaña con un bajo coste a través de medios parlamentarios.
Tan pronto como Corbyn se convirtió en el líder del partido laborista, el establishment preparó planes para neutralizarlo. Un papel muy importante en este plan lo jugaron los criminales de guerra de la cosecha Blair-Brown.
Los antiguos líderes laboristas atacaron a Corbyn alegando que, bajo su mando, el partido laborista se convertiría en un movimiento de protesta permanente, incapaz de ganar electoralmente: de hecho, «un retroceso marxista». En el Royal Festival Hall, el ex primer ministro laborista Gordon Brown dijo que bajo la dirección de Corbyn el partido laborista pondría en práctica (¡ojalá fuera cierto!) una «economía dirigida al estilo soviético y nuestros aliados serían Hezbolá, Hamas, Hugo Chávez y Vladimir Putin».
Los laboristas bajo Corbyn, dijo el Sr. Brown, se convertirían en «no elegibles». ¡No se dio cuenta de la ironía de que él mismo había demostrado ser un líder muy poco elegible! Jack Straw, otro criminal de guerra, y varias criaturas similares, se lanzaron a la carga con comentarios de la misma naturaleza.
Yvette Cooper, una de las contendientes por el liderazgo que perdió contra Corbyn, declaró que Jeremy Corbyn ofrecía viejas soluciones a viejos problemas, no nuevas respuestas a los problemas de hoy. La Sra. Cooper quizás no se daba cuenta de que los viejos problemas de hambre, indigencia, falta de vivienda, desempleo, racismo, guerra y superexplotación de las naciones oprimidas, siguen siendo una plaga hoy en día, y que la vieja solución para deshacerse de todos estos problemas a través de la abolición del capitalismo y el derrocamiento de la clase capitalista es tan válida hoy como siempre.
No queriendo quedarse atrás, el Jewish Chronicle, un periodicucho sionista, se unió a la incursión para minar al Sr. Corbyn.
Corbyn nunca tuvo el apoyo de más de 15 de sus 232 colegas parlamentarios. Los 217 restantes se oponían a él o no estaban entusiasmados con que fuera su líder. No es sorprendente, entonces, que la mayoría de los parlamentarios laboristas libraran una guerra abierta contra él, con el resultado de que tuvo grandes dificultades para formar un gabinete en la sombra.
Incapaces de seguir apoyando a Corbyn, los parlamentarios del partido laborista aprobaron en junio de 2016 una moción de desconfianza contra él, forzando otra elección de liderazgo. El candidato del aparato del partido laborista en esta elección fue el antipático Sr. Owen Smith, quien tenía un historial de apoyo al establecimiento de la criminal «zona de exclusión aérea» sobre Libia, a los ataques aéreos británicos sobre Irak y a la renovación del programa de armas nucleares Trident de Gran Bretaña. Smith trató de presentarse como un izquierdista, pero no funcionó y Jeremy fue elegido una vez más.
Como resultado, los laboristas fueron a las elecciones generales de 2017 bajo el liderazgo de Corbyn, con el acompañamiento de una feroz campaña por parte de los medios de comunicación, el partido Tory [derecha conservadora] y un montón de valientes laboristas con el objetivo de asegurarse de que el Partido Laborista perdiera miserablemente, proporcionando así una oportunidad para deshacerse del Sr. Corbyn.
Sin embargo, la elección resultó ser una decepción total para los oponentes de Corbyn. El partido laborista obtuvo el 40 por ciento de los votos y el 40 por ciento de los escaños, mientras que la mayoría que tenían los conservadores se redujo mucho como resultado de perder varios escaños ante los laboristas. Esto tuvo el efecto de acallar, aunque temporalmente, a los oponentes de Corbyn en general, y particularmente en el partido laborista.
De todas formas, el ataque a Corbyn se mantuvo implacablemente. Bajo este ataque, Corbyn demostró no estar a la altura a la hora de defender su posición. Una a una fue desechando sus convicciones hasta entonces más preciadas. Desde la cuestión del apoyo a Venezuela y los ataques aéreos en Siria hasta la renovación del programa Trident, el apoyo a los palestinos, la defensa del resultado del referéndum de Brexit y varias otras cuestiones, Jeremy fue rindiéndose.
El establishment incluso hizo pronunciarse a oficiales militares de alto rango en servicio, incluyendo un general, para decir que Corbyn constituía un riesgo para la seguridad, afirmando además que, si se convertía en primer ministro, las fuerzas armadas se negarían a obedecerle. Esto fue nada menos que una amenaza de golpe de Estado contra un primer ministro electo. ¡Demasiado para la tan cacareada democracia británica y la «Madre del Parlamentarismo»!
No hay duda de que, si no hubiera habido sublevación interna del partido laborista en su contra, los laboristas habrían ganado las elecciones generales de 2017 y Jeremy Corbyn habría sido el primer ministro. Sin embargo, el aparato del Partido Laborista y la mayoría de sus representantes parlamentarios entregaron gustosamente la victoria a los Tories en lugar de permitir que el Sr. Corbyn entrara en el nº 10 de Downing Street, sede del gobierno británico.
Luego vinieron las elecciones generales de 2019. La cuestión principal en liza era esta vez la de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Fue, en efecto, una elección centrada en el Brexit. Una vez más, bajo la presión de la clase dirigente, su prensa, sus medios electrónicos y sectores importantes de los miembros del partido laborista, Corbyn desertó del campo del Brexit, traicionando así la confianza de 17,5 millones de personas que en el referéndum del Brexit de 2016 habían votado para abandonar la UE.
Al hacerlo, selló el destino electoral de su partido. Muchos de los que habían votado por abandonar la UE eran partidarios de los laboristas, especialmente en las circunscripciones parlamentarias del norte, donde se votaba habitualmente por los diputados laboristas. El resultado fue una victoria conservadora en las elecciones de 2019 y la dimisión de Corbyn como líder del partido laborista.
Keir Starmer fue elegido como nuevo líder en abril de 2020 y, desde entonces, ha tomado varias medidas para asegurar a la clase gobernante que los laboristas estén en buenas manos y que los intereses imperialistas británicos, en el país y en el extranjero, estarán bien protegidos si fuera elegido (en realidad, lo habrían estado incluso bajo una administración encabezada por Corbyn, pero ésa no era la percepción de gran parte de la clase dominante).
Las lecciones resumidas para nuestro movimiento
Toda la saga del ascenso de Corbyn a la dirección del laborismo y su posterior suspensión de militancia en éste, tiene importantes consecuencias.
Lo primero, y más importante, es una lección para la clase obrera británica sobre la verdadera naturaleza del partido laborista. Lejos de ser un instrumento para la conquista del socialismo, es un partido que siempre ha sido, es ahora y será en el futuro un partido del imperialismo. Defenderá hasta el final los intereses del imperialismo en general, y los del imperialismo británico en particular.
Esta es una lección que ha sido ofrecida a la clase obrera británica varias veces antes. Es de esperar que el último episodio de esta lección confirme el principio de que la repetición es la clave del aprendizaje.
En segundo lugar, esta experiencia será decisiva para acelerar la desintegración de la rémora trotsko-revisionista, que durante tanto tiempo ha estado vendiendo la ilusión de que el partido laborista es un partido socialista y un instrumento para traer el socialismo por medio del Parlamento.
En tercer lugar, los trabajadores con conciencia de clase, disgustados con la política del partido laborista y de sus parásitos -los trotskistas y los revisionistas-, deben unirse a las filas de un partido marxista-leninista verdaderamente revolucionario que luche resueltamente contra el imperialismo y el capitalismo.