Gavroche
Viernes 17 de abril de 2020
La pandemia del COVID19 está agravando la crisis del capitalismo al poner en evidencia los intereses antagónicos de las diferentes clases sociales. Es en momentos así cuando puede organizarse una fuerza de masas suficiente para resolver estos antagonismos, es decir, para que el proletariado acometa la revolución socialista. Con este fin, las organizaciones comunistas están lanzando diversas valoraciones, propuestas y consignas. Pero la clase obrera necesita una línea de actuación política única y correcta. Por muy complejo que sea, los comunistas la debemos analizar y debatir, hasta que la crítica y la autocrítica nos permitan definirla.
Todas nuestras organizaciones están de acuerdo en el objetivo del socialismo, en las medidas programáticas, en la necesidad de que la clase obrera se organice y luche con independencia política respecto de otras clases, en convocar al resto del pueblo a unirse a la lucha del proletariado, en criticar al reformismo pequeñoburgués que forma parte del actual gobierno por limitar los derechos de los trabajadores al marco del capitalismo, en combatir a la derecha reaccionaria que pretende destruir los derechos y libertades democráticos conquistados por el movimiento obrero, etc.
Sin embargo, discrepamos en cuanto a la síntesis práctica de estas cuestiones, al vínculo que establecemos entre ellas y, en definitiva, a la táctica política a aplicar. En concreto, unos comunistas apoyamos a este gobierno reformista mientras se oponga a las políticas reaccionarias de la derecha; y otros comunistas lo consideran el enemigo principal a combatir. Unos comunistas estimamos necesario tomar por base la conciencia anti-reaccionaria de las masas obreras que han elegido a este gobierno para movilizarlas y, en el transcurso de su movimiento y con nuestra propaganda, ir resolviendo sus contradicciones hasta elevarlas a posiciones revolucionarias; otros comunistas consideran que este objetivo sólo puede alcanzarse mediante la crítica al reformismo del actual gobierno y el rechazo a cualquier compromiso con las masas que lo apoyen.
En esencia, estas contradicciones sobre estrategia y táctica no son nuevas. Ya fueron abordadas por los fundadores de la teoría marxista-leninista, a los cuales los comunistas debemos remitirnos para resolverlas correctamente. En todo el artículo, he destacado en letra negrita las expresiones más necesarias para el momento actual.
Estrategia y táctica en la teoría marxista-leninista.
La estrategia y la táctica del marxismo-leninismo son -en palabras de Stalin- «la ciencia de la dirección de la lucha revolucionaria del proletariado» [1]. Nuestras discrepancias actuales no son tanto un problema de estrategia, que compartimos en general, sino de táctica. «La táctica -continúa Stalin- consiste en determinar la línea de conducta del proletariado durante un período relativamente corto de flujo o de reflujo del movimiento, de ascenso o de descenso de la revolución… La táctica es una parte de la estrategia, a la que está supeditada, a la que sirve… La misión de la dirección táctica consiste en dominar todas las formas de lucha y de organización del proletariado y en asegurar su empleo acertado para lograr, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas existente, el máximo resultado necesario para la preparación del éxito estratégico».
La primera condición que menciona Stalin para una dirección táctica acertada es «poner en primer plano» lo que permite que las masas emprendan el combate revolucionario, porque ellas y sólo ellas son las que pueden realizar los cambios cuya necesidad objetiva ha madurado en la sociedad: «Lo que importa no es que la vanguardia se percate de la imposibilidad de mantener el antiguo orden de cosas y de la inevitabilidad de su derrocamiento. Lo que importa es que las masas, millones de hombres, comprendan esa inevitabilidad y se muestren dispuestas a apoyar a la vanguardia. Pero las masas sólo pueden comprenderlo por experiencia propia. Dar a las masas, a millones de hombres, la posibilidad de comprender por experiencia propia que el derrocamiento del viejo Poder es inevitable, poner en juego métodos de lucha y formas de organización que permitan a las masas comprender más fácilmente, por la experiencia, lo acertado de las consignas revolucionarias esa es la tarea».
Stalin también atribuye «una importancia primordial para la marcha de la revolución» a «las contradicciones y conflictos entre las clases no proletarias del propio país, contradicciones y conflictos que el proletariado puede aprovechar para debilitar al adversario y para reforzar las propias reservas«. Considera necesario aprender a utilizarlos acertadamente «para conseguir el objetivo fundamental de la revolución en cada etapa dada de su desarrollo».
Lejos de cualquier pragmatismo o de cualquier manipulación engañosa de los trabajadores, la táctica marxista-leninista resulta de la aplicación de la concepción del mundo del materialismo dialéctico a la solución de cada situación concreta. Por lo tanto, se corresponde exactamente con las leyes más generales del movimiento de la materia, las cuales explican cualquier parte o etapa en el desarrollo de ésta: «Marx trazó el objetivo fundamental de la táctica del proletariado en rigurosa consonancia con todas las premisas de su concepción materialista dialéctica del mundo. Sólo considerando en forma objetiva el conjunto de las relaciones mutuas de todas las clases, sin excepción, de una sociedad dada, y teniendo en cuenta, por lo tanto, el grado objetivo de desarrollo de esta sociedad y sus relaciones mutuas y con otras sociedades, podemos disponer de una base que nos permita trazar certeramente la táctica de la clase de vanguardia. (…) La táctica del proletariado debe tener presente, en cada grado de desarrollo, en cada momento, esta dialéctica objetivamente inevitable de la historia humana; por una parte, aprovechando las épocas de estancamiento político o de desarrollo a paso de tortuga -la llamada evolución «pacífica»- para elevar la conciencia, la fuerza y la capacidad combativa de la clase avanzada, y por otra parte, encauzando toda esta labor de aprovechamiento hacia el ’objetivo final’ del movimiento de dicha clase capacitándola para resolver prácticamente las grandes tareas de los grandes días…» [2]
Tipos de desviaciones.
Los comunistas de nuestros días suelen reparar únicamente en la necesidad de difundir un discurso anticapitalista, revolucionario y socialista contra las ilusiones reformistas que los capitalistas difunden en el movimiento obrero a través de su propaganda y de sus agentes oportunistas. Los comunistas somos muy conscientes de la traición a la revolución proletaria cometida por los socialdemócratas y también por los nuevos revisionistas que alcanzaron la dirección de los partidos comunistas para destruirlos como tal. Por culpa de ellos, se restauró el capitalismo en la URSS y en Europa oriental y se convirtió el PCE en un apéndice de la burguesía. Resulta evidente hoy la necesidad de combatir toda desviación del marxismo-leninismo por la derecha.
Pero no existe tanta conciencia entre los comunistas sobre la necesidad de combatir también toda desviación del marxismo-leninismo por la «izquierda» [3]. De hecho, es una necesidad que ni siquiera se menciona. Y, sin embargo, toda la historia de cómo nuestra doctrina se hizo hegemónica en el movimiento obrero está jalonada de luchas contra los excesos «izquierdistas», contra el dogmatismo, el doctinarismo y el sectarismo -bajo la forma de blanquismo, anarquismo, otzovismo, trotskismo, etc.- que también empujaban al movimiento revolucionario hacia la derrota.
Para Stalin, «… ambos peligros, el de «izquierda» y el de derecha, ambas desviaciones respecto de la línea leninista, es decir, la desviación de derecha y la de «izquierda», llevan, aunque partiendo de diferentes extremos, al mismo resultado. ¿Cuál de estos peligros es el peor? Yo creo que ambos son peores» [4].
En este preciso momento, debemos preguntarnos si el rechazo de todo lo que no sea derrocar inmediatamente el capitalismo responde a una desviación «izquierdista» o se ajusta al imperativo marxista-leninista de «tener en cuenta la correlación de fuerzas existentes», de «dar a las masas, a millones de hombres, la posibilidad de comprender por experiencia propia que el derrocamiento del viejo Poder es inevitable» y de «aprovechar las contradicciones y conflictos entre las clases no proletarias». ¿Se es consciente de la verdadera correlación de fuerzas entre las clases sociales, después de que el PCE, la URSS y el campo socialista estallaran en pequeños fragmentos incapaces de mantener la unidad revolucionaria de la clase obrera? ¿Se hace algo, aparte de criticar al reformismo, para que las masas obreras superen esta política ilusoria y se eleven a posiciones revolucionarias? ¿Se promueve la unidad de acción con los millones de obreros que siguen al reformismo? ¿Se hace todo lo necesario para unir a las pequeñas fuerzas revolucionarias en un partido único?
Para responder científicamente a estas preguntas, no nos queda más remedio que comparar la práctica actual con la experiencia histórica del movimiento obrero y comunista internacional. Trataré de contribuir modestamente a ello recordando algunos hechos y su valoración por parte de los fundadores de la teoría revolucionaria del proletariado.
La lucha de Marx y Engels contra el «izquierdismo».
Marx y Engels se incorporan a la Liga de los Comunistas en 1847-48 exigiendo la unidad del proletariado y de sus organizaciones frente al sectarismo entonces imperante, así como el apoyo de éste a las clases sociales intermedias en la medida en que luchan contra las clases reaccionarias. En El Manifiesto del Partido Comunista redactado por ellos, leemos:
«Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales [sectarios] con los que aspiren a modelar el movimiento proletario. (…) Las proposiciones teóricas de los comunistas… Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. (…) Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante. (…) Finalmente, los comunistas laboran por llegar a la unión y la inteligencia de los partidos democráticos de todos los países. [5]»
En vísperas del movimiento revolucionario que iba a estallar en aquellos años, Marx y Engels también fundaron un periódico del proletariado que tenía en cuenta las condiciones reales en que se encontraban las masas de esta clase social:
«El proletariado, inconsciente aún de su propio papel histórico, hubo de asumir por el momento, en su inmensa mayoría, el papel de ala propulsora, de extrema izquierda de la burguesía. (…) De esta suerte, el proletariado alemán aparece por primera vez en la escena política principalmente como un partido democrático de extrema izquierda. Por eso, cuando fundamos en Alemania un gran periódico, nuestra bandera no podía ser otra que la bandera de la democracia; pero de una democracia que destacaba siempre, en cada caso concreto, el carácter específicamente proletario, que aún no podía estampar de una vez para siempre en su estandarte. Si no hubiéramos procedido de este modo, si no hubiéramos querido adherirnos al movimiento, incorporándonos a aquella ala que ya existía, que era la más progresiva y que, en el fondo, era un ala proletaria, para impulsarlo así hacia delante, no nos hubiera quedado más remedio que ponernos a predicar el comunismo en alguna hojita lugareña y fundar, en vez de un gran partido de acción, un pequeña secta. Pero el papel de predicadores en el desierto ya no nos cuadraba; habíamos estudiado demasiado bien a los utopistas para caer en ello. No era para eso para lo que habíamos trazado nuestro programa» [6].
Con la derrota que sufrió el proletariado en aquellos años, las condiciones sociales ya no permitían esperar un inmediato repunte de la revolución, por lo que Marx y Engels defendieron un «retraimiento» táctico que «no era del gusto de estas gentes empeñadas en que nos lanzásemos al deporte de hacer revoluciones. Y como nos negamos a ello del modo más enérgico sobrevino la escisión» [7]. Marx criticaba así a estos «izquierdistas»:
«La minoría remplaza el punto de vista de la crítica por el dogmatismo, y el materialismo por el idealismo. Considera a la voluntad pura como la fuerza motriz de la revolución, en lugar de las condiciones reales. En tanto que nosotros les decimos a los obreros: ‘Vosotros tendréis que pasar por quince, veinte, cincuenta años de guerras civiles y guerras nacionales, no meramente para cambiar vuestras condiciones, sino a fin de cambiaros vosotros mismos y volveros aptos para el poder político’; ustedes, en cambio, les dicen: ‘Debemos obtener el poder de inmediato, de lo contrario podemos acostarnos e irnos a dormir’. (…) Igual que los demócratas, ustedes sustituyen el proceso revolucionario por frases revolucionarias, etc.» [8]
Tras esta derrota, vino un período de depresión del movimiento obrero que duró más de 10 años, tras el cual éste comenzó a reanimarse poco a poco. Fue entonces cuando Marx y Engels lanzaron la iniciativa de organizar la Primera Internacional (Asociación Internacional de los Trabajadores), siguiendo un criterio realista y prudente:
«Fue muy difícil disponer la cosa de manera que nuestra vieja concepción apareciera en una forma aceptable desde el punto de vista actual del movimiento obrero. (…) Tomará cierto tiempo hasta que el reanimado movimiento se permita la antigua audacia de expresión. Será necesario ser fortiter in re, suaviter in modo [audaz en las cosas y suave en los modales]» [9].
Por ejemplo, con respecto a la plataforma de lucha económica adoptada por el Congreso de Ginebra de la Internacional (1866), Marx escribió: «La limité intencionadamente a los puntos que hacen posible un acuerdo inmediato para la acción conjunta de los obreros y que pueden satisfacer directamente las necesidades de la lucha de clases y desenvolver la organización de los obreros como clase.» [10]
[La Asociación Internacional de los Trabajadores] «… formada con la finalidad concreta de agrupar en su seno a todo el proletariado militante de Europa y América no pudo proclamar inmediatamente los principios expuestos en el Manifiesto. La Internacional estuvo obligada a sustentar un programa bastante amplio para que pudieran aceptarlo las tradeuniones inglesas, los adeptos de Proudhon en Francia, Bélgica, Italia y España y los lassalleanos en Alemania. Marx, al escribir este programa de manera que pudiese satisfacer a todos estos partidos, confiaba enteramente en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que debía resultar inevitablemente de la acción combinada y de la discusión mutua. Los propios acontecimientos y vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas más aún que las victorias, no podían dejar de hacer ver a la gente la insuficiencia de todas sus panaceas favoritas y preparar el camino para una mejor comprensión de las verdaderas condiciones de la emancipación de la clase obrera» [11].
Cuando la Primera Internacional estaba creciendo, surgió una desviación «izquierdista» minoritaria en su seno. Marx y Engels tuvieron que combatir a los anarquistas encabezados por Bakunin por la siguiente razón:
«Nuestra fuerza reside en la amplitud con que interpretamos el artículo primero de los Estatutos, a saber: que son admitidos todos los hombres que aspiran a la emancipación completa de la clase obrera. Por desgracia, los bakuninistas, con la estrechez de espíritu común a todos los sectarios, no se han considerado satisfechos con eso. El Consejo General, según ellos, estaba compuesto de reaccionarios y el programa de la Asociación era demasiado inconcreto.» Exigían que el ateísmo y el materialismo fueran obligatorios y que se incluyeran, entre las reivindicaciones de la Internacional, la abolición de la herencia y del Estado. «Pero incluir todo eso en nuestro programa significaría alejar a un inmenso número de nuestros miembros y dividir, en lugar de unir, al proletariado europeo» [12].
Marx denunció la actitud de la Alianza de la Democracia Socialista, encabezada por Bakunin:
«He aquí una sociedad que, bajo la máscara del más extremado anarquismo, dirige sus golpes no contra los gobiernos existentes, sino contra los revolucionarios que no aceptan su ortodoxia ni su dirección. (…) Toda sección que no estuviera sometida a su dominio era considerada por ella como enemiga, más enemiga aún que la burguesía. Quien no está con nosotros, está contra nosotros , ésa es la regla que ella declara abiertamente en sus manifiestos rusos. El éxito del movimiento general es para ella una desgracia si dicho movimiento no se ha sometido a su yugo de secta. Cuando la clase obrera francesa necesitaba antes que nada alguna organización, la Alianza ayuda a Thiers y a los Rurales, declarando la guerra a la Internacional.» [13]
Los bakuninistas provocaron la escisión de la AIT, pero, afortunadamente, ya se estaban construyendo entonces partidos obreros de masas en diversos países europeos. En Alemania, a principios de la década de 1870, se unieron los marxistas con los partidarios de Lassalle y hubo que luchar contra los puntos de vista erróneos de éstos, particularmente contra su desprecio «izquierdista» hacia las clases sociales intermedias (entonces, la burguesía y la pequeña burguesía). Los lassalleanos consideraban que, frente a la clase obrera, «todas las demás clases no forman más que una masa reaccionaria«. A lo que Marx responde:
«En el Manifiesto Comunista se dice: ’De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar’. Aquí, se considera a la burguesía como una clase revolucionaria -vehículo de la gran industria- frente a los señores feudales y a las capas medias, empeñados, aquéllos y éstas, en mantener posiciones sociales que fueron creadas por formas caducas de producción. No forman, por tanto, juntamente con la burguesía, una masa reaccionaria. Por otra parte, el proletariado es revolucionario frente a la burguesía, porque habiendo surgido sobre la base de la gran industria, aspira a despojar a la producción de su carácter capitalista, que la burguesía quiere perpetuar. Pero el Manifiesto añade que las ’capas medias . . . se vuelven revolucionarias cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado’. Por tanto, desde este punto de vista, es también absurdo decir que frente a la clase obrera ’no forman más que una masa reaccionaria’, juntamente con la burguesía e incluso con los señores feudales. ¿Es que en las últimas elecciones [14] se ha gritado a los artesanos, a los pequeños industriales, etc., y a los campesinos: Frente a nosotros, no formáis, juntamente con los burgueses y los señores feudales, más que una masa reaccionaria?» [15]
En aquellos años, también intentaban reorganizarse los seguidores de Augusto Blanqui, tras la derrota de la Comuna de París de 1971. Los blanquistas pretendían alcanzar el comunismo por medio de un golpe audaz de una minoría, y no a través de la lucha revolucionaria de masas. Engels criticó su desviación «izquierdista»:
«Somos comunistas (decían en su manifiesto los comuneros blanquistas) porque queremos alcanzar nuestro fin, sin detenernos en etapas intermedias y sin compromisos, que no hacen más que alejar el día de la victoria y prolongar el periodo de esclavitud». Los comunistas alemanes son comunistas porque, a través de todas las etapas intermedias y de todos los compromisos creados no por ellos, sino por la marcha del desarrollo histórico, ven claramente y persiguen constantemente su objetivo final: la supresión de las clases y la creación de un régimen social en el cual no habrá ya sitio para la propiedad privada de la tierra y de todos los medios de producción. Los 33 blanquistas son comunistas por cuanto se figuran que basta su buen deseo de saltar las etapas intermedias y los compromisos para que la cosa quede ya arreglada, y que si –ellos lo creen firmemente- ‘se arma’ uno de estos días y el Poder cae en sus manos, el ‘comunismo estará implantado’ al día siguiente. Por consiguiente, si no pueden hacer esto inmediatamente, no son comunistas. ¡Qué ingenua puerilidad la de presentar la propia impaciencia como argumento teórico!» [16]
En los Estados Unidos, el capitalismo se desarrolló más tarde, aunque más deprisa. Los emigrados alemanes intentaban llevar el marxismo a su incipiente movimiento obrero, pero cometían errores dogmáticos e «izquierdistas» que Engels criticaba:
«Nuestra teoría no es un dogma sino la exposición de un proceso de evolución, y este proceso incluye etapas sucesivas. Esperar que los norteamericanos arranquen con una conciencia cabal de la teoría elaborada en viejos países industriales, es esperar lo imposible. Lo que debieran hacer los alemanes es elevarse hasta su propia teoría –si la comprenden, como lo hicimos entre 1845 y 1848-, entrar en todo movimiento obrero real, aceptar sus puntos de partida prácticos y conducirlos gradualmente al nivel teórico, señalando cómo todo error cometido, todo revés sufrido, es consecuencia necesaria de las concepciones teóricas erróneas del programa original; debieran, en las palabras del Manifiesto Comunista, representar el movimiento del futuro en el movimiento del presente. Pero sobre todo darle a este movimiento tiempo para que se consolide, no aumentar la inevitable confusión de los primeros pasos haciéndole tragar a la gente cosas que no puede ahora comprender adecuadamente, pero que pronto comprenderá» [17].
«El movimiento de allá, lo mismo que el de aquí y que el que se está desarrollando en las regiones mineras de Alemania, no puede hacerse sólo con la prédica. Son los hechos los que deben penetrar en la cabeza de la gente,…» [18]
La lucha de Lenin y de los bolcheviques contra el «izquierdismo».
Aunque es más conocida su lucha contra el oportunismo reformista, «el bolchevismo ha crecido, se ha formado y se ha templado en largos años de lucha contra el revolucionarismo pequeñoburgués, parecido al anarquismo o que ha tomado algo de él y que se aparta en todo lo esencial de las condiciones y exigencias de una consecuente lucha de clase del proletariado» [19].
En los momentos de creación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, el «izquierdismo» se manifestaba fuera de él, en el populismo ruso, y también en jóvenes militantes marxistas que, por su espontaneísmo, se dejaban influir por los métodos terroristas de los populistas. Cuando se inicia la división del POSDR entre bolcheviques y mencheviques, será un miembro de este ala -Trotski- el primero en promover una táctica «izquierdista» a la que llamaría «revolución permanente». Consistía en que la clase obrera tomara inmediatamente el poder político, a pesar del carácter democrático-burgués y no socialista de la revolución que Rusia estaba viviendo en 1905. Después de la derrota de ésta, apareció entre los bolcheviques una tendencia minoritaria llamada otzovista que se oponía a seguir una táctica de repliegue organizado y a renunciar momentáneamente a los métodos revolucionarios de lucha. El siguiente brote de esta enfermedad -al que Lenin llamó «economismo imperialista»- surgió al estallar la Primera Guerra Mundial, cuando Piatakov, Bujarin, Luxemburgo y otros intelectuales marxistas dedujeron de la época del imperialismo y de la guerra imperialista que ya no había que luchar por las reivindicaciones democráticas para poder conquistar el socialismo. En plena revolución de 1917, a los pocos días de instaurarse la república burguesa, hubo un pequeño grupo de bolcheviques que pretendía derrocar inmediatamente al gobierno provisional, a pesar de que éste todavía tenía el apoyo del Soviet de Petrogrado, elegido por las masas de obreros y soldados-campesinos. Después de la Revolución de Octubre, el partido socialista-revolucionario y los «comunistas de izquierda» dentro del partido bolchevique (Bujarin, Trotski y otros) se opusieron a la Paz de Brest-Litovsk y a las medidas de capitalismo de Estado propuestas por Lenin. Mientras éste todavía vivía, tuvo que enfrentarse a la oposición militar «de izquierda» dentro del Ejército Rojo, a los fraccionalistas Trotski, Bujarin y otros a inicios de la NEP y a la «izquierda comunista» italiana, alemana y holandesa dentro de la Internacional Comunista.
Para no alargar más este recordatorio de las luchas de Marx, Engels y Lenin contra las desviaciones «izquierdistas», vamos a limitarnos a los últimos años de vida de este último. A partir de 1920, pese a que el flujo de la revolución proletaria se mantiene todavía, las masas obreras mayoritarias de Europa siguen más a los oportunistas socialdemócratas que a los comunistas. Entonces, el líder bolchevique observa que la Internacional Comunista se encuentra amenazada por los errores «izquierdistas» de algunos de sus miembros. Para remediar este peligro, empieza por dar a conocer la experiencia del bolchevismo en la lucha contra este tipo de errores, primeramente con su libro La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, y luego, aplicándola a las condiciones del momento, formula la consigna del frente unido del proletariado.
«… toda la tarea de los comunistas consiste en saber convencer a los elementos atrasados, en saber trabajar entre ellos y no en aislarse de ellos mediante fantásticas consignas infantilmente ‘izquierdistas’. (…)
El capitalismo dejaría de ser capitalismo, si el proletariado ’puro’ no estuviese rodeado de una masa abigarradísima de tipos que señalan la transición del proletario al semiproletario (el que obtiene en gran parte sus medios de existencia vendiendo su fuerza de trabajo), del semiproletario al pequeño campesino (y al pequeño productor, al artesano, al pequeño patrono en general), del pequeño campesino al campesino medio, etc., y si en el interior mismo del proletariado no hubiera sectores de un desarrollo mayor o menor, divisiones según el origen territorial, la profesión, la religión a veces, etc. De todo esto se desprende imperiosamente la necesidad –una necesidad absoluta- para la vanguardia del proletariado, para su parte consciente, para el Partido Comunista, de recurrir a la maniobra, a los acuerdos, a los compromisos con los diversos grupos proletarios, con los diversos partidos de los obreros y de los pequeños patronos. Toda la cuestión consiste en saber aplicar esta táctica para elevar, y no para rebajar, el nivel general de conciencia, de espíritu revolucionario y de capacidad de lucha y de victoria del proletariado» [20].
Aplicando este criterio general a la perspectiva de estancamiento o reflujo que se vislumbraba para el movimiento proletario, Lenin explicaba la línea a seguir por parte de los comunistas de los países capitalistas:
«Nuestra única estrategia en la actualidad consiste en ser más fuertes y, por ello, más inteligentes, más sensatos, más ’oportunistas’, y debemos decírselo así a las masas. Pero después de que hayamos conquistado a las masas gracias a nuestra sensatez, aplicaremos la táctica de la ofensiva, y precisamente en el sentido más estricto de la palabra» [21].
«Imaginaos que un representante comunista debe penetrar en un local en el que los mandatarios de la burguesía hacen propaganda ante una reunión obrera bastante concurrida. Imaginaos, además, que la burguesía nos exige un precio alto por la entrada en dicho local. Si el precio no ha sido fijado antes, deberemos, como es natural, regatear para no recargar el presupuesto de nuestro Partido. Si pagamos demasiado caro por entrar en el local, cometeremos, sin duda, un error. Pero vale más pagar caro –por lo menos mientras no aprendamos a regatear como es debido- que renunciar a la posibilidad de hablar a unos obreros que se han encontrado hasta ahora en «posesión» exclusiva, por así decirlo, de los reformistas, o sea, de los más fieles amigos de la burguesía» [22].
«Hay que dar ahora un carácter un tanto distinto a la crítica de la política de la II Internacional y de la Internacional II y ½ [oportunistas reformistas], a saber: hay que dar a esta crítica (sobre todo en las reuniones en que participen obreros partidarios de dichas Internacionales y en octavillas y artículos dirigidos a ellos) un carácter más explicativo, con paciencia y profundidad especiales, sin espantar a esos obreros con palabras bruscas, aclarándoles las contradicciones inconciliables existentes entre las consignas aprobadas por sus representantes … y toda la política reformista» [23].
El IV Congreso de la Internacional Comunista, el último en vida de Lenin, aprobó la Tesis sobre la unidad del frente proletario, en la que se relata cómo los bolcheviques criticaron el reformismo menchevique a la vez que aceptaban toda posibilidad de acción conjunta con éste:
«El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista cree útil recordar a todos los partidos hermanos las experiencias de los bolcheviques rusos, cuyo partido es el único que hasta ahora ha logrado vencer a la burguesía y adueñarse del poder. Durante los quince años transcurridos entre el surgimiento del bolchevismo y su victoria (1903-1917), éste nunca dejó de combatir a los reformistas o, lo que es lo mismo, al menchevismo. Pero durante ese mismo lapso de tiempo los bolcheviques suscribieron acuerdos en varias ocasiones con los mencheviques. La primera escisión formal se produjo en la primavera de 1905. Pero bajo la influencia irresistible de un movimiento obrero de vasta envergadura, los bolcheviques formaron ese mismo año un frente común con los mencheviques. La segunda escisión formal se produjo en enero de 1912. Pero desde 1905 hasta 1912, la escisión alternó con uniones y acuerdos temporales (en 1906, 1907 y 1910). Uniones y acuerdos que no se produjeron solamente después de las peripecias de la lucha entre fracciones sino sobre todo bajo la presión de las grandes masas obreras iniciadas en la vida política y que querían comprobar por sí mismas si los caminos del menchevismo se apartaban realmente de la revolución. Poco tiempo antes de la guerra imperialista, el nuevo movimiento revolucionario que siguió a la huelga del Lena originó en las masas proletarias una poderosa aspiración a la unidad que los dirigentes del menchevismo se dedicaron a explotar en su provecho, como lo hacen actualmente los líderes de las internacionales ’socialistas’ y los de la internacional de Ámsterdam. En esa época, los bolcheviques no se negaron a constituir el frente único. Lejos de ello, para contrarrestar la diplomacia de los jefes mencheviques adoptaron la consigna de la ’unidad por la base’, es decir de la unidad de las masas obreras en la acción revolucionaria práctica contra la burguesía. La experiencia demostró que esa era la única táctica verdadera. Modificada según la época y los lugares, esta táctica ganó para el comunismo a la inmensa mayoría de los mejores elementos proletarios mencheviques» [24].
Partiendo de esta experiencia, durante este IV Congreso de 1922, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista apremió a ésta y a sus secciones para que «apoyen la consigna de la unidad del frente proletario y encarnen su realización«.
Más adelante, cuando la burguesía imperialista lanzó su ofensiva reaccionaria a través del fascismo, la Internacional Comunista consiguió desbaratarla por medio de acuerdos aun más amplios, incluso con los demócratas burgueses: fue la táctica del frente popular antifascista. Gracias a ella, la URSS pudo vencer al nazi-fascismo, el socialismo triunfó en un tercio del planeta, los pueblos barrieron el viejo sistema colonial y la clase obrera de los países capitalistas obtuvo mejores condiciones que nunca, desde las cuales habría podido hacer la revolución si sus dirigentes no se hubieran desviado de la teoría y la práctica del marxismo-leninismo.
* * *
En el presente, la pandemia del COVID19 está poniendo en evidencia lo miserable que es el capitalismo y lo solidarios que son los países socialistas. La lucha de clases que está germinando puede acercarnos nuevamente al socialismo si, además de criticar al reformismo burgués y su gobierno, los comunistas hacemos todo lo posible por alcanzar la unidad de acción, tanto entre nosotros, como con las grandes masas obreras que todavía confían en ellos: unidad de acción contra los intereses explotadores de la gran patronal, la monarquía, la alta burocracia militar y civil, los medios reaccionarios y las potencias imperialistas sobre las que se apoyan. Para vencer a tamaño enemigo, necesitamos a aquellas masas. Y, para acercarlas a las posiciones comunistas, es preciso que las persuadamos: por supuesto, criticando su confianza en los reformistas, pero también empatizando con su situación y sus aciertos. Sus criterios políticos no son totalmente equivocados y la soberbia «comunista» no es la actitud más eficaz para conseguir que superen sus errores. Menos condena moralizante y más materialismo dialéctico.
Gavroche
Notas
[1] Los fundamentos del leninismo, Stalin. https://www.marxists.org/espanol/stalin/1920s/fundam/fundam7.htm.
[2] Carlos Marx, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/carlos_marx/carlosmarx.htm
[3] Cuando el marxismo-leninismo entrecomilla la palabra izquierda para caracterizar este tipo de desviaciones, es porque están a su izquierda sólo en apariencia; en realidad, sus planteamientos están a su derecha y sirven a la derecha.
[4] Sobre el peligro de derecha en el PC(b) de la URSS, Stalin. https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe1/Stalin%20-%20Obras%20escogidas.pdf)
[5] El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[6] «Marx y la Nueva Gaceta del Rin«, Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/1884-nrz.htm
[7] Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas, Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/1885-hist.htm
[8] Marx en el CC de la Liga de los Comunista, 15 de septiembre de 1850, en las Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia.
[9] Carta de Marx a Engels, de 4 de noviembre de 1864.
[10] Carta a L. Kugelmann citada en El movimiento obrero internacional, tomo 1, pág. 603, Ed. Progreso.
[11] Prefacio de Engels a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto del Partido Comunista. http://archivo.juventudes.org/prefacios-de-marx-y-engels-distintas-ediciones#PREFACIO_A_LA_EDICION_INGLESA_DE_188813
[12] Carta de Engels a Carlos Cafiero, de 1-3 de julio de 1871.
[13] La Alianza de la Democracia Socialista y la Asociación Internacional de Trabajadores, Marx.
[14] Se trata aquí de las elecciones del lo de enero de 1874 al Reichstag.
[15] Crítica del Programa de Gotha, Marx. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gotha.htm#n1
[16] Programa de los comuneros blanquistas, F. Engels. Publicado en el periódico socialdemócrata alemán «Volksstaat», 1874, núm. 73. https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe2/mrxoe225.htm
[17] Carta de Engels a Florence Kelley Wischnewetski, 28 de diciembre de 1886. https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e28-12-86.htm
[18] Carta de Engels a Sorge, 8 de febrero de 1890. https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e1890-2-08.htm
[19] La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, Lenin. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#p64
[20] Ibídem.
[21] Discursos pronunciados en la reunión de las delegaciones alemana, polaca, checoslovaca, húngara e italiana al III Congreso de la Internacional Comunista, Lenin. https://www.revolucionrusa.net/index.php/indice-tematico/la-tercera-internacional/72-discursos-de-v-i-lenin-en-los-cuatro-primeros-congresos-de-la-internacional-comunista
[22] Hemos pagado demasiado caro, Lenin, Obras Completas, tomo XXXVI, pág. 299. AKAL EDITOR.
[23] Carta a G. Zinóviev de 11 de abril de 1922, Lenin, íbid., pág. 309-310.
[24] https://www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf