Unión Proletaria

Martes 11 de diciembre de 2018

En anteriores artículos nos hemos ocupado de las debilidades y los errores por los que las fuerzas ajenas al marxismo condenan a nuestra clase al cruel destino de la eterna lucha y reforma capitalista. Ciertamente, luchar contra el reformismo (revisionismo dominante) es una tarea que nunca debemos abandonar. Todos los comunistas marxistas-leninistas (m-l) coincidimos en este punto y, como se ocuparon de clarificar Lenin y Stalin, la diferencia entre el comunismo y la socialdemocracia es la defensa o el rechazo de la necesidad que tiene el proletariado de luchar por conquistar el poder político e instaurar su dictadura de clase, la dictadura del proletariado [1]. También hemos denunciado, sin ahorrar esfuerzos, que la clase obrera se encuentra huérfana políticamente, tanto por la vieja como por la nueva socialdemocracia; sin embargo, se nos ha olvidado añadir: también por los comunistas.

La situación es peor, muchos comunistas y organizaciones por entero, practican la doble confusión. Ésta consiste en confundir al enemigo de clase y al enemigo principal al mismo tiempo. Tal práctica consiste en tratar a otras organizaciones peor que a la burguesía y tratar tal cuestión como una tarea que no tiene fin. Tan serio es el problema que practicar el enfrentamiento, la división y no luchar por la unidad entre comunistas son los principales defectos que los comunistas debemos corregir. Así, manifestamos que, desde hace más de 40 años, la tarea todavía pendiente que el MCE debió abordar y que se ha convertido en la más urgente de todas, es la lucha por tres grandes unidades: la de los comunistas, los comunistas y nuestra clase y, por último, la unidad y dirección de nuestra clase con el resto de clases populares. Estas tres unidades se deben llevar a cabo de forma concurrente, al mismo tiempo. Uno de los mayores errores que las organizaciones comunistas llevamos arrastrando durante muchos años es renunciar prácticamente a unir a todos los comunistas que defienden los principios del marxismo-leninismo. Sin embargo, conseguir la máxima unidad orgánica, ideológica y de acción entre los comunistas, sus organizaciones y los comunistas sin partido es la primera condición para poder completar las otras dos unidades necesarias para vencer: con nuestra clase y situarla como directora de las demás clases populares. Solo así estaremos preparados para organizar y preparar las condiciones revolucionarias en nuestro país, educar a nuestra clase en su misión histórica: la toma del poder para crear un Estado socialista obrero y popular.

Unidad de todos los comunistas en base a los principios del marxismo-leninismo.

Los comunistas hemos prestado mucha atención a la vieja y nueva socialdemocracia (posmoderna) pero nada o casi nada de nuestras propias debilidades y errores. Hemos prestado mucha atención a la unidad sin principios de los demás, pero poca o ninguna a los principios sin unidad entre nosotros. Lenin solía decir que “La concepción de la vida, de la práctica, debe ser la primera y fundamental concepción del conocimiento”. El criterio de la práctica social y del recorrido histórico en la praxis del comunismo español de los últimos 40 años no dice nada bueno a destacar de nuestro movimiento [2]

Existen muchos PC en nuestro país y cada uno hacemos el trabajo de agitación, propaganda y organización lo mejor que podemos. Además, a veces lo hacemos bien, pero lo hacemos por separado. Muchas veces la propaganda puede ser correcta pero cada organización somos tan pequeñas que no somos suficientes como para que ésta nos devuelva lo que el movimiento necesita. Por supuesto que lo determinante es que la propaganda sea correcta, pero en ocasiones lo que determina es más una cuestión cuantitativa. Esto es, en ocasiones, la razón de la fuerza es más que la fuerza de la razón. Por eso, insistimos que por muy buenos comunistas, agitadores y propagandistas que seamos, hay que ser número suficiente. Más cuando no sólo existe una sola organización que se afirma en el marxismo-leninismo, sino que somos alrededor de una decena y a pesar de que las condiciones objetivas no pueden ser mejores.

En su lugar, sí que han existido acciones y movimientos encaminados a la unidad comunista, pero han dominado en ellos los intentos de organizaciones que en nombre de la unidad han querido fagocitar a otras menores e imponer a las otras su estilo de trabajo. Pero no va de esto el comunicado, va de un llamado a inaugurar una etapa ascensional del MCE, protagonizado no por tal o cual organización sino por todas aquellas que sientan la necesidad de restaurar la vitalidad de un Movimiento Comunista cada vez más debilitado en nuestro país. En lo inmediato, va de empezar desde el día de mañana a trabajar en una comunicación constante y en la preparación de un posible Congreso de Unidad. Va de cambiar todo aquello que debe ser cambiado en el seno de nuestro movimiento: siglas, organizaciones, puestos de dirección, prácticas y directrices erróneas, ausencia de crítica y autocrítica, etc., con el objetivo de, entre dos, tres, cuatro u ojalá, todas las organizaciones m-l y el máximo número de comunistas sin Partido, podamos forjar un Nuevo Partido Comunista.

Unidad de los comunistas con la clase obrera para transformarla en clase dirigente.

A nuestra clase no le basta con elegir a sus representantes y dirigentes. Nuestra tarea es educarla, instruirla y prepararla a través de la agitación y propaganda, de la nueva organización para que sea capaz de constituirse como clase dirigente: de ella misma, de las demás clases populares y de toda la sociedad en su conjunto. Separados, de forma aislada y sin ninguna repercusión, todos nuestros esfuerzos son inútiles. Como Marx nunca se cansó de repetir en sus obras y hasta conseguir que fuera plasmado como el primer punto de los estatutos de la I Internacional: “que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos”.

Lo que hace al marxismo ser marxista, lo que hace revolucionario al marxismo y lo único que lo hace útil – y sin ello no sirve para nada – es el socialismo, es decir, el paso de la teoría a la práctica se da al fusionarse con el movimiento obrero ya existente, con un movimiento preexistente al PC. Movimiento que no se detiene ni cambia de rumbo pero que se eleva, asciende y desborda los límites económicos hasta alcanzar la lucha política legal e ilegal y observar en el horizonte la necesidad de conquista del poder político para instaurar una dictadura de nuevo tipo: la de la mayoría sobre la minoría. Es importante, insistir que no es el marxismo quien moviliza a la clase obrera (el Partido no es un sindicato ni lo sustituye), ella inicia su propio movimiento. Inicialmente de forma espontánea y con una dirección y objetivos claros: vender mejor su fuerza de trabajo y/o recuperar lo perdido. El marxismo no imprime nunca mayor movimiento que el que la propia clase obrera es capaz de imponerse. El marxismo amplía su horizonte; y al mismo tiempo que apoya las luchas por lo inmediato, señala la necesidad de combinar su actual forma – hasta ese momento exclusivamente económica – por la lucha política. Sin embargo, esta lucha política no la pone al servicio de solamente solucionar sus problemas inmediatos sino de superarlos de forma definitiva, no es una lucha política al uso para que la clase obrera elija a sus representantes en el Parlamento nacional y gestione, de forma más social, la explotación capitalista. ¡Esa tarea se la ofrecemos por entero a toda la socialdemocracia! Los comunistas, educando en el marxismo, promovemos la necesidad de una lucha política de nuevo tipo, orientada a destruir el actual estado imperialista y sustituirlo por un nuevo Estado obrero y popular: la República Socialista y Popular de España.

Muchos comunistas tendemos a tomar partes del leninismo como un todo inmutable, consignas y tesis a las que vaciamos de contexto y lucha ideológica en la que requieren ser fortalecidas. Así, muchos tomamos de forma imperativa “semper et ubique” las tesis más fuertes de obras como ¿Qué hacer?” y descuidamos la unidad con el movimiento económico-sindical y las luchas democráticas. El leninismo, sin embargo, nos advierte del error de exagerar ese opuesto. En “Nuestro Programa” Lenin nos dice: “Toda huelga dirigida contra los capitalistas tiene por resultado el que el ejército y la policía sean lanzados contra los obreros. Toda lucha económica necesariamente se transforma en una lucha política y la socialdemocracia debe fundir siempre una y otra en una lucha única de clase del proletariado

Sin embargo, igual de malo es pecar de exceso por el otro aspecto de la contradicción. Esto es, economicismo que, en última instancia no es más que bernsteinianismo camuflado de izquierdismo. A ello parece que han podido desplazarse -todavía es pronto para sancionar en firme- el PTB (Bélgica) y el PTD (España) en favor de aglutinar cada vez más a las masas y presentarse como solucionadores de lo inmediato, exponiendo el programa mínimo a la vez que entierran, cada vez a mayor profundidad, la perspectiva del programa máximo. Así, en lugar de trabajar por entregarlo a nuestra clase, consideran que éste debe ser realizado por la vía parlamentaria, por sus representantes y no por el conjunto de nuestra clase.

Es cierto que, en última instancia, la correlación de fuerzas es determinante, pero esto no es más que la última fase de la preparación de las condiciones subjetivas de la revolución. Si el movimiento comunista deja de ser comunista -renuncia de la dictadura del proletariado- el propio movimiento pierde todo su sentido y la clase obrera, abandonada en sí misma es completamente capaz de llevar a cabo esa empresa, porque es a ello a lo que tiende “espontáneamente” como Lenin nos enseña en ¿Qué hacer? La teoría revolucionaria, si sustituimos el marxismo y el socialismo científico por “el movimiento en sí” o exclusivamente en lo económico y democrático “para sí”, esa organización política de vanguardia que sepulte la lucha política por la económica-democrática, debe desaparecer o ser expulsada.

Unidad de nuestra clase con el resto de clases populares para dirigir al conjunto del movimiento democrático-popular.

Hay que diferenciar dos tipos de enemigos: unos nos hacen avanzar mientras que otros nos hacen estancar y retroceder. Así, la burguesía y la propia dinámica del capitalismo, en líneas generales nos hace avanzar, despierta la necesidad de asociación y unión entre los obreros, y de las capas más acomodadas de éstos por el riesgo de proletarización creciente. Así, a causa de la reproducción y agudización de las relaciones desiguales, el movimiento espontáneo avanza y toda esa lucha – aunque revista en exclusiva demandas democráticas y económicas- es portadora, en su seno y en potencia, de la lucha por el poder cuando el Estado pone en marcha su aparato represivo y se descubre, sin disimulo alguno como dictadura de clase que es. Pero en ese primer momento de avance, el devenir ulterior suele condenar a una dinámica pendular y conservadora: los dirigentes actúan como freno al desarrollo natural y objetivo de los intereses máximos de nuestra clase; los dirigentes que habían sido impulsados por el movimiento de las calles hasta el Parlamento apartan ahora a la clase obrera de los asuntos políticos y la lucha de clases se diluye, va perdiendo intensidad y queda sepultada por el parlamentarismo pequeñoburgués de sus representantes. Se debilita la lucha ilegal y es sustituida por la legal parlamentaria. Todo lo que el movimiento obrero ha avanzado en años, lo pierde en días.

No se trata de escoger entre una y otra sino en combinarlas, es cierto que ambas son contrarias, pero no antagonistas ni excluyentes. La clave está en que una debe estar al servicio de la otra y mientras ellos insisten en que primero se dé la ilegal para entregar el testigo a la legal, lo que los marxistas decimos es que la legal debe servir a la ilegal, el parlamentarismo debe servir de altavoz a la otra y para mejorar las condiciones de la otra: reformas democráticas que hagan más fácil la organización revolucionaria de los obreros conscientes, otorgar mayor libertad a las organizaciones revolucionarias, frenar los abusos del capital que permitan que el obrero pueda liberarse de la angustia de las dificultades de mantenerse a sí mismo como a su familia, etc.

Unión Proletaria

Unión Proletaria cumple una parte necesaria del proceso revolucionario, pero la clase obrera en particular y las masas oprimidas en su conjunto necesitan mucho más. Nuestra clase, nuestro pueblo y nuestro país necesitan mucho más. Los millones de hombres y mujeres de nuestro país necesitamos que todas las piezas se ordenen y ensamblen para dar lugar a una unidad orgánica de alcance social mucho mayor, capaz de articular un proyecto mucho más ambicioso.

Unión Proletaria es, quizás, la organización política más pequeña y débil de todo nuestro país. En toda nuestra trayectoria hemos iniciado, acompañado y vivido numerosos procesos de unidad con otras fuerzas. Es bastante reciente nuestra última experiencia terminada en fracaso. Aun así, seguimos convencidos de que es el único camino y hace décadas lleva siendo la tarea más importante que el MCE debió abordar. Como organización lo tenemos todo a perder: somos más pequeños, más débiles, no contamos con ayuda de ningún tipo, domina en nuestras filas casi absolutamente la clase obrera y semiproletariado. Creemos, firmemente que la emancipación económica de la clase obrera es, por lo tanto, el gran fin al que todo movimiento político debe ser subordinado como medio. No nos sentimos un partido, nos sentimos comunistas y, tal vez porque también somos trabajadores, sentimos de la forma más directa y antes que otros, que nos debemos a nuestra clase. Los comunistas no somos otra cosa que asalariados conscientes de que hemos de cambiar todo aquello que debe ser cambiado ¡y eso incluye a nosotros, al Partido! y, si hace falta que el Partido se disuelva en otra organización que aglutine a un puñado mayor, ¡se hace!

Notas

[1] “El leninismo es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular”. Fundamentos del leninismo. Stalin

[2] Es cierto que en ocasiones la práctica no deja ver los resultados certeros en determinadas situaciones o en cortos plazos de tiempo. Sin embargo, pero nuestro movimiento comunista las ha visto de todos los colores: crisis y consolidación democrático-burguesa, flujo y reflujo económico y lo mismo podemos decir en la esfera ideológico-política en el marxismo-leninismo, el revisionismo eurocomunista, el movimiento obrero y huelguístico y el democrático, todos ellos con años de intensa actividad y otros de “impasse”.