Construir el partido proletario unificado: de la teoría a la práctica

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En nuestros dos últimos artículos, hemos relatado cómo se formó en Rusia la primera organización que fusionó el socialismo científico con el movimiento obrero; y cómo batalló posteriormente por unir a todos los marxistas alrededor de este objetivo. Sin embargo, esto no resultó suficiente porque, como dice la sabiduría popular: “del dicho al hecho, va un gran trecho”. Los militantes de Unión Proletaria también lo hemos experimentado, alcanzando acuerdos teórico-políticos con otras organizaciones comunistas que quedaron en agua de borrajas al intentar ejecutarlos. Esto no significa que la discusión teórica sea inútil, sino que debemos además asegurar la ejecución práctica de los acuerdos políticos mediante unas normas organizativas que sean suficientes para seguir progresando hasta la completa reconstitución del Partido Comunista. En definitiva, los marxistas-leninistas debemos luchar contra los revisionistas, no únicamente en el terreno del programa y la táctica, sino también en el terreno de la organización: sin luchar de manera concreta por el centralismo democrático, el proletariado revolucionario queda atado de pies y manos a la hora de luchar por el poder político, el socialismo y el comunismo.

Lenin nos proporcionó así un vívido ejemplo de cómo construir un partido obrero de nuevo tipo, el único que sirve para la época del imperialismo y de la revolución socialista que entonces comenzaba: el Partido bolchevique.

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Preparación del II Congreso

La difusión del periódico Iskra y de la obra teórica de Lenin ¿Qué hacer? fue una condición fundamental para unir a la mayoría de las organizaciones socialdemócratas y sentar las bases del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a través de la celebración de su II Congreso. Sin el deslindamiento preciso con los oportunistas y sin la cohesión ideológica firme de la inmensa mayoría de los socialdemócratas en las posiciones del marxismo revolucionario, Lenin no concebía la unificación del partido, y por eso rechazaba toda tentativa precoz y prematura de convocar el congreso. «Esta unificación —escribía— no sólo es imposible decretarla, sino que es imposible crearla de golpe, con meras resoluciones de los delegados reunidos, hace falta prepararla y elaborarla sistemática y paulatinamente, de modo que el congreso de todo el partido ratifique y corrija lo hecho, continúe lo iniciado, termine y confirme formalmente el sólido fundamento para un trabajo ulterior más amplio y profundo.»[1]

Contra este criterio, los adversarios de Iskra convocaron precipitadamente un “congreso de todo el partido” en marzo de 1902, al que asistieron solamente tres organizaciones locales de Rusia. A pesar de que la redacción de Iskra recibió tarde la invitación al mismo, lo consideraba ilegítimo y criticó sus planteamientos eclécticos, decidió no obstante participar en él y consiguió que se transformara en una conferencia previa que nombró un Comité de Organización (del que formó parte) para convocar el congreso. Al publicar el comunicado de éste en la Iskra, Lenin insertó un epílogo donde advertía: “lo que necesitamos no es la unificación de unos pocos puñados de intelectuales de sentimientos revolucionarios, sino la unificación de todos los dirigentes del movimiento obrero, que ha despertado a la vida independiente y la lucha a toda una vasta clase de la población”.[2]

El camino hasta el Congreso resultó tortuoso por las sucesivas detenciones de militantes que debilitaban sobre todo al sector iskrista del Comité de Organización. Pero Lenin se oponía a rebajar el cometido del Congreso a la mera elección de un Comité Central y se empeñaba en lograr la participación de todos los círculos del partido, incluidos los más oportunistas. El Congreso debía arrojar luz sobre las discrepancias en el Partido y zanjar el camino que éste habría de tomar. “Lenin conjugó inteligentemente su táctica flexible con el aseguramiento consecuente del papel decisivo de Iskra en el proceso de creación del partido”.[3]

Por ejemplo, frente al Bund que cuestionaba la existencia del POSDR para crear en su lugar una federación obrera por nacionalidades, Lenin sostenía que “El partido no ha dejado de existir, no ha hecho más que replegarse en sí mismo para acumular fuerzas y dar una base firme a la unificación de todos los socialdemócratas de Rusia.»[4] Y le escribía a un miembro iskrista del Comité de Organización: “El problema del Bund es muy importante. Hemos suspendido la polémica con él sobre el CO, pero no, por supuesto, la polémica sobre los principios. Eso es indiscutible. Debemos hacer comprender a todos, ‘meterles bien en la cabeza’, que es necesario prepararse para una guerra contra el Bund si queremos vivir en paz con él. Guerra en el congreso, guerra incluso hasta llegar a una división; a cualquier precio… No podemos aceptar en absoluto, y jamás aceptaremos, la necia idea de una federación. Como mucho, autonomía conforme a los viejos estatutos de 1898, con la participación de un delegado designado por el CC en el CC del Bund”.[5]

Por consiguiente, aunque Iskra tenía el apoyo de la mayoría de las organizaciones locales, no se impuso como convocante formal del II Congreso: “El Comité de Organización —escribía Lenin— era, ante todo, una comisión formada para convocar el congreso, una comisión formada intencionadamente por representantes de diversas tendencias, incluso del Bund; pero el verdadero trabajo de crear la unidad orgánica del partido lo había llevado por entero sobre sus hombros la organización de Iskra…”.[6]

Así es como fue posible celebrar el II Congreso del POSDR dirigido a «crear un partido efectivo sobre aquellas bases orgánicas y de principio que habían sido propugnadas y elaboradas por la Iskra«[7].

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Empieza el II Congreso

Este Congreso se celebró a lo largo de tres semanas de julio-agosto de 1903 en Bélgica y Londres, asistiendo 43 delegados que representaban 26 organizaciones. La mayoría de ellos eran “iskristas”, pero no todos enteramente identificados con las posiciones de Lenin. Los más firmes contaban con solo 24 votos y los inconsecuentes -agrupados en torno a Mártov-, con 9 votos. Además, estaban los adversarios declarados de Iskra que contaban con 8 votos (3 “economistas” y 5 del Bund), así como los centristas que vacilaban entre las dos posiciones contrarias y que contaban con 9 votos. Por consiguiente, el Congreso se presentaba complicado e incierto.

La actitud que los participantes adoptaban ante las luchas entre ellos delataba su posición de clase: “No puedo menos de recordar -escribe Lenin- una conversación que tuve en el congreso con uno de los delegados del ‘centro’. ‘¡Qué cargada está la atmósfera de nuestro congreso!’ —me decía en tono de queja—. ‘¡Esa lucha encarnizada, esa agitación de uno contra otro, esa polémica, tan dura, esa actitud impropia de camaradas!…’ ¡Qué cosa más maravillosa es nuestro congreso!’ —le contestaba yo—. ‘Lucha franca, libre. Se han expresado las opiniones. Se han señalado matices. Apuntan grupos. Se han levantado las manos. Se ha adoptado un acuerdo. Se ha dejado atrás una etapa. ¡Adelante! Muy bien. Eso es la vida. Esto no son ya las interminables y aburridas discusiones propias de intelectuales y que terminan, no porque se haya resuelto un problema, sino sencillamente porque la gente se ha cansado de hablar…’ El camarada del ‘centro’ me miraba con ojos asombrosos, y se encogió de hombros. Hablábamos lenguajes distintos».[8]

La discusión comenzó con la determinación del lugar del Bund en el partido. Lenin explicó así la esencia del problema: “La federación es nociva porque legitima la segregación y el aislamiento, los eleva a la categoría de principio, los convierte en ley. Es verdad que existe entre nosotros un aislamiento total, pero lo que hace falta no es legitimarlo, cubrirlo con hojas de parra, sino luchar contra él, reconocer y declarar con decisión la necesidad de marchar firmemente y sin flaquear hacia la más estrecha unidad. Por eso rechazamos por principio, in limine (según la conocida expresión latina [desde el umbral]), la federación, por eso rechazamos cualquier barrera obligatoria que sirva para dividirnos.”[9] La gran mayoría del Congreso aprobó que, en su lucha por derrocar el poder reaccionario, la socialdemocracia revolucionaria debía actuar como una organización única, centralizada y combativa, apoyada en todo el proletariado, sin distinción de idioma y nacionalidad.

Se llegó entonces al punto más más importante del Congreso, que era la aprobación del programa del Partido. Los “economistas” se opusieron sin éxito a la necesidad de introducir la conciencia socialista en el movimiento obrero porque, según ellos, éste podía elaborarla por sí mismo. Tampoco consiguieron colar la revisión bernsteiniana de la tesis marxista según la cual el desarrollo capitalista conduce al empeoramiento relativo y a veces absoluto de la situación de la clase obrera.

“El problema fundamental que provocó la oposición del sector oportunista en la discusión del programa fue el de la dictadura del proletariado”. No era éste el único punto en que no estaban de acuerdo, pero centraron la batalla en él porque “este punto no figuraba en los programas de una serie de partidos socialdemócratas del extranjero, razón por la cual no había, según ellos, por qué incluirlo en el programa de la socialdemocracia de Rusia”. Trotski también manifestó una posición oportunista sobre la dictadura del proletariado: «será posible sólo y cuando el partido socialdemócrata y la clase obrera… se identifiquen al máximo» y el proletariado «constituya la mayoría de la nación».[10]

Los oportunistas también se oponían a las reivindicaciones del programa agrario y al derecho de autodeterminación de las naciones. Desconfiaban del papel revolucionario que entrañaba el despertar nacional de los pueblos y la lucha democrática de los campesinos, como aliados de la clase obrera en la revolución. Para Lenin, en cambio, ahora que “la socialdemocracia se ha lanzado a la lucha por los intereses campesinos, creemos que podemos contar en el futuro con que la masa campesina se habituará a ver en la socialdemocracia a la defensora de sus intereses».[11] En cuanto al derecho a la autodeterminación de las naciones que forman parte del Estado, Lenin lo planteaba “no de manera abstracta sino de manera histórica concreta, subordinándose a las tareas de la lucha de clase del proletariado.”[12]

El programa (que estuvo vigente hasta el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917) constaba de dos partes: “el programa máximo y el programa mínimo. En el programa máximo se hablaba de la misión fundamental del Partido de la clase obrera: de la revolución socialista, del derrocamiento del poder de los capitalistas y de la instauración de la dictadura del proletariado. En el programa mínimo se exponían los objetivos inmediatos del Partido, que podían realizarse sin aguardar a que fuese derribado el régimen capitalista y se instaurase la dictadura del proletariado, a saber: derrocamiento de la autocracia zarista, implantación de la República democrática, introducción de la jornada de 8 horas para los obreros, destrucción de todos los vestigios feudales en el campo, (…)”

Con la aprobación del programa, quedó definida la actitud del partido de la clase obrera hacia los partidos no proletarios de oposición al zarismo: la socialdemocracia debía apoyar a los liberales sólo en la medida en que ellos actuaban contra la autocracia. Al mismo tiempo, … exigía que se denunciara la limitación de clase del movimiento oposicionista de la burguesía liberal. El Congreso condenó también toda tentativa de unificación con los socialistas revolucionarios (populistas) porque propugnaban el terror individual en lugar de la lucha revolucionaria de masas de la clase obrera, admitiendo no obstante la posibilidad de “acuerdos parciales” con ellos bajo el control del Comité Central.[13]

Una vez aprobado el programa y sentadas las bases para la unificación ideológica del Partido, el II Congreso pasó a la discusión del proyecto de estatutos, “para poner fin a los métodos artesanos de trabajo y al espíritu de círculo, a la dispersión orgánica del Partido y a la ausencia de una disciplina firme dentro de él”. Pero si la aprobación del programa había sido relativamente fácil, el problema de los estatutos provocó furiosas discusiones incluso entre los iskristas.

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Se divide el II Congreso en bolcheviques y mencheviques

La discrepancia más aguda surgió en torno al primer artículo de los estatutos, en el que se definía la condición de miembro del Partido. Con Lenin, estaban los iskristas consecuentes y, con Martov, los iskristas vacilantes y todos los oportunistas. “La fórmula de Lenin consistía en que sólo pudiese ser miembro del Partido quien aceptase su programa, ayudase al partido en el aspecto material y estuviese afiliado a una de sus organizaciones”. En cambio, para Mártov, este último no debía ser un requisito necesario; el partido debía admitir en su seno a cualquiera que simpatizara con él, aunque no fuera a través de una de sus organizaciones y sin someterse a su disciplina. Así, abría las puertas del Partido a los elementos vacilantes, individualistas, federalistas, etc. “En vez de un Partido monolítico y combativo, netamente organizado, por el que luchaban Lenin y los leninistas en el Congreso, los martovistas querían un Partido heterogéneo, difuso e informe, que no podría jamás ser un Partido combativo, aunque sólo fuese por razón de su heterogeneidad, y porque jamás podría poseer una recia disciplina.” Respondiendo al martovista Trotski, Lenin defendió que «el partido debe ser sólo el destacamento de vanguardia, el dirigente de la inmensa masa de la clase obrera, que actúa toda ella (o casi toda) ‘bajo el control y la dirección’ de las organizaciones del partido, pero que en su conjunto no pertenece ni puede pertenecer al partido».[14]

Con el apoyo de los “economistas” y de los “bundistas”, los martovistas consiguieron imponerse en este punto con una mayoría de 28 votos contra 22 y una abstención.

Posteriormente, como la mayoría de los delegados rechazó que el partido se estructurara según la nacionalidad en lugar del territorio, los del Bund se retiraron del Congreso, porque pretendían ser los únicos representantes de los obreros judíos de Rusia. También se marcharon los economistas porque no se les reconoció como representación del partido en el extranjero. Como resultado de la retirada de estos 7 delegados, la correlación de fuerzas se volvió a favor del ala izquierda que obtuvo la mayoría en la elección del Órgano Central Iskra, del Comité Central y del Consejo Central que vinculaba a ambos. Mártov dimitió de la redacción de Iskra debido a que el Congreso no aceptó que se incorporara a la misma a los antiguos redactores que eran de su cuerda. Así es como se empezó a llamar “bolcheviques” (en ruso, mayoritarios) a los partidarios de Lenin y “mencheviques” (en ruso, minoritarios) a sus adversarios.

Con sus decisiones (exceptuando al artículo 1º de los Estatutos), el Congreso dio la única respuesta acertada a la cuestión principal de su tiempo: ¿Cómo debe ser el partido marxista en condiciones en que la revolución está madurando?

Con respecto al Primer Congreso, el Segundo había progresado mucho en la formación de un partido verdaderamente revolucionario, pero este progreso todavía no era completo.

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Después del II Congreso, se agudiza la lucha dentro del POSDR

Quedaba mucha confusión en las cuestiones organizativas, es decir, en la traducción de la teoría a la práctica.  De ahí que, inmediatamente después del Congreso, se produjera un recrudecimiento de la lucha entre bolcheviques y mencheviques, cuya génesis explicó Lenin del modo siguiente:

«El origen del bolchevismo va unido inseparablemente a la lucha del llamado ‘economismo’ (oportunismo que rechazó la lucha política de la clase obrera y negó el papel dirigente de ésta) contra la socialdemocracia revolucionaria en el período de 1897 a 1902. El ‘economismo’, que contaba con el apoyo del Bund, fue vencido y eliminado por la conocida campaña de la vieja Iskra (Munich, Londres y Ginebra, 1900-1903), la cual restableció, sobre la base de los principios del marxismo y de la socialdemocracia revolucionaria, el partido socialdemócrata (fundado en 1898, pero más tarde destruido por las detenciones). En el II Congreso del POSDR (agosto de 1903), los iskristas se dividieron: la mayoría se mantuvo fiel a los principios y la táctica de la vieja Iskra; la minoría en cambio, viró hacia el oportunismo, y fue respaldada por los ‘economistas’ y bundistas, antiguos enemigos de Iskra. De ahí las denominaciones de bolchevismo y menchevismo (bolcheviques y mencheviques). En 1903-1904 el objeto principal de la lucha fue el oportunismo de los mencheviques en cuestiones de organización».[15]

Éstos intentaban echar por tierra las decisiones del Congreso y apoderarse de los organismos centrales del Partido. En palabras de Lenin, trataron de desorganizar “todo el trabajo del Partido, saboteándolo y entorpeciéndolo en todo lo que podían”. Recibieron el considerable apoyo de Plejánov que, asustado por las amenazas de escisión de sus viejos camaradas y bajo el peso de sus viejos errores y del influjo de los líderes de la socialdemocracia europea, se convirtió en conciliador con los mencheviques, nada más terminar el Congreso, y en un menchevique más, desde noviembre de 1903.

Lenin consideraba que, para fortalecer la unidad del partido, había que introducir «más luz» en la solución de las cuestiones litigiosas, es decir, «no ocultar al partido los motivos potenciales de escisión que surgen y crecen».[16] En cambio, para Plejánov, la unidad era un objetivo en sí, que se lograba como resultado de una “buena paz” entre elementos revolucionarios y oportunistas.

En contra de lo acordado por el Congreso, éste incorporó al Órgano Central a los antiguos redactores mencheviques, empeñados en imponer al partido sus posiciones derrotadas en el Congreso. Así, a partir de su número 52, la nueva Iskra se convirtió en el órgano del oportunismo menchevique contra el bolchevismo: “Era una propaganda desenfrenada que tendía a relajar los lazos de la organización, a minar la cohesión y la disciplina del Partido, a glorificar el individualismo peculiar de los intelectuales y a justificar una indisciplina anárquica.” Lenin se salió de su redacción para, desde el Comité Central, dar la batalla contra la revisión de las decisiones del congreso del partido en favor de un círculo.[17]

En diciembre, envía una carta al CC del POSDR proponiendo dirigirse inmediatamente a los comités: “La única salvación es un congreso. Su consigna: lucha contra los desorganizadores».[18]

Constatando que en el CC predominaban los conciliadores –“burócratas y formalistas en lugar de revolucionarios”[19]– que se negaban a luchar realmente contra el Órgano Central, Lenin llegó a la conclusión de que el combate por los centros del partido había perdido por completo su sentido, trasladándose a los comités y grupos locales del POSDR (22 sobre un total de 27 organizaciones locales condenaban la línea escisionista de la nueva Iskra y apoyaban a los bolcheviques leninistas).

En la primera mitad de marzo de 1904, abandonó temporalmente el cumplimiento de sus obligaciones formales como representante del CC en el Consejo del partido para dedicarse por entero a escribir su famosa obra “Un paso adelante, dos pasos atrás”, publicada en mayo de 1904. En ella, resumía así la degeneración del ala menchevique desde el congreso: «…la nueva división tiene por base la divergencia en cuestiones de organización, que empezó por una controversia sobre los principios de ésta (artículo primero de los Estatutos) y terminó en una ‘práctica’ digna de los anarquistas.»[20]

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 “Un paso adelante, dos pasos atrás”

Las tesis fundamentales de este libro sirvieron de base para la organización del Partido bolchevique y de los restantes partidos comunistas de nuevo tipo en el mundo:

1º) El Partido es una parte de la clase obrera, pero no cualquiera, sino un destacamento de vanguardia, un destacamento consciente, un destacamento marxista de la clase obrera. No debe rebajar su nivel al de cualquier huelguista, sino elevar a las masas obreras al nivel del Partido.

“»Nosotros -escribía Lenin- somos un Partido de clase, y por eso casi toda la clase (y en tiempo de guerra, en épocas de guerra civil, la clase en su integridad) tiene que actuar bajo la dirección del nuestro Partido, tiene que adherirse a él lo más estrechamente posible; pero sería manilovismo [placidez, inactividad, imaginación ociosa] y «seguidismo» creer que casi toda o toda la clase puede estar nunca, bajo el capitalismo, en condiciones de elevarse al grado de conciencia y de actividad de su destacamento de vanguardia, de su Partido socialdemócrata. Ningún socialdemócrata que esté aún en su sano juicio ha puesto nunca en duda que, bajo el capitalismo, ni aun la organización sindical (más primitiva y más asequible al grado de conciencia de las capas menos desarrolladas) está en condiciones de abarcar a toda o a casi toda la clase obrera. Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que marcha detrás de él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su propio nivel avanzado, sólo significa engañarse a sí mismo, cerrar los ojos a la inmensidad de nuestras tareas y empequeñecer éstas”.

2º) El Partido es, además, un destacamento organizado, con su disciplina propia obligatoria para todos sus miembros. Sólo así puede tener una voluntad única y conseguir una unidad de acción de sus miembros que le permita dirigir prácticamente la lucha de la clase obrera hacia una meta única. No son los obreros los que temen la organización y la disciplina, sino los intelectuales individualistas.

3º) El Partido es la forma más alta de organización entre todas las de la clase obrera; la que debe dirigir a las demás para que el proletariado pueda luchar como clase. La tendencia de los mencheviques a disminuir y rebajar el papel dirigente del Partido conduce a debilitar todas las demás organizaciones del proletariado dirigidas por él; y consiguientemente, a debilitar y desarmar al proletariado, pues éste «no dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la organización».

4º) El Partido es la encarnación de los vínculos que unen al destacamento de vanguardia de la clase obrera con las masas de millones de personas del proletariado. Para existir, no puede encerrarse en sí mismo y aislarse de esas masas, sino que debe multiplicar sus vínculos con ellas y conquistar su confianza y apoyo.

5º) El Partido debe estar organizado sobre la base del centralismo, con estatutos únicos, con una disciplina de partido igual para todos, con un solo órgano de dirección a la cabeza, a saber: el Congreso del Partido y, en los intervalos entre congreso y congreso, el Comité Central, con la sumisión de la minoría a la mayoría, de las distintas organizaciones a los organismos centrales, y de las organizaciones inferiores a las superiores.

«Antes -escribía Lenin- nuestro Partido no era una unidad formalmente organizada, sino simplemente una suma de grupos privados, razón por la cual no existía ni podía existir entre ellos más relación que la de la influencia ideológica. Ahora, somos ya un Partido organizado, y esto entraña la creación de una autoridad, la transformación del prestigio de la idea en prestigio de la autoridad, la sumisión de los organismos inferiores a los organismos superiores del Partido».

6º) El Partido tiene que mantener una disciplina proletaria única, que obligue por igual a todos los miembros del Partido, tanto a los dirigentes como a los militantes de filas. Por eso, en el Partido no pueden hacerse distinciones entre gente «selecta», a la que no obliga la disciplina del Partido, y gente «del montón», obligada a someterse a ella. No tiene cabida el anarquismo señorial de los dirigentes e intelectuales “consagrados” que pretenden utilizar sus méritos anteriores para imponer su criterio al resto de la militancia. Sin una disciplina única e igual para todos, no se podrá mantener la integridad del Partido y la unidad dentro de sus filas.

Lenin denuncia “la psicología del intelectual burgués, que cree estar por encima de la organización y la disciplina de las masas, que se considera un «espíritu selecto»… Para el individualismo intelectual… toda organización y toda disciplina proletarias son idénticas a la servidumbre«.

Los mencheviques acusaban a Lenin de “blanquismo” y “jacobinismo” para asustar a los militantes, como si el bolchevismo hubiera querido repetir los métodos de la Revolución francesa, válidos para una revolución burguesa pero inservibles para una revolución proletaria. Lenin, entonces, ponía las cosas en su sitio: «El jacobino indisolublemente ligado a la organización del proletariado, consciente de sus intereses de clase, es precisamente el socialdemócrata revolucionario. Un girondino que echa de menos a los profesores y a los estudiantes de bachillerato, que teme la dictadura del proletariado y sueña con el valor absoluto de las reivindicaciones democráticas es precisamente el oportunista … La división en mayoría y minoría es continuación directa e inevitable de la división de la socialdemocracia en revolucionaria y oportunista, en Montaña y Gironda, que no es de ayer, que no sólo existe en el partido obrero ruso y que, seguramente, no desaparecerá mañana.»

Lenin concluye su libro Un paso adelante, dos pasos atrás con estas palabras proféticas: «El proletariado, diseminado por el imperio de la anárquica concurrencia dentro del mundo burgués, aplastado por los trabajos forzados, al servicio del capital, lanzado constantemente a la «sima» de la miseria más completa, del embrutecimiento y de la degeneración, sólo puede hacerse y se hará inevitablemente invencible, siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material de la organización, que funda a los millones de trabajadores en el ejército de la clase obrera. Ante este ejército no prevalecerán ni el poder senil de la autocracia rusa ni el poder caduco del capitalismo internacional».

La difusión de esta obra decidió a la mayoría de las organizaciones locales del Partido a agruparse bajo la bandera del bolchevismo, contrariamente a la campaña furibunda que desataron los mencheviques contra Lenin. Ésta fue abierta por Plejánov pero alcanzó su máximo grado de calumnia con el folleto de Trotski “Nuestras tareas políticas” donde acusaba al líder bolchevique de “centralismo burocrático” y alababa la libertad de fracciones, la indisciplina, etc.

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Los bolcheviques salvan al POSDR con el apoyo de la base obrera

Poco después, en el verano de 1904, tras la detención de dos miembros bolcheviques del Comité Central, los mencheviques consiguieron hacerse con la mayoría este órgano, gracias a que conciliaron con ellos otros dos miembros del CC hasta entonces bolcheviques. Para salvar los acuerdos del II Congreso, la voluntad de la mayoría y al propio Partido, se había vuelto necesario convocar el III Congreso desde sus organizaciones locales y venciendo la oposición a dicha convocatoria por parte de los organismos centrales. En agosto, se celebró una conferencia de 22 bolcheviques para impulsar la convocatoria del nuevo Congreso. A tal fin, se aprobó un llamamiento Al Partido, se eligió un Buró de Comités de la Mayoría y se decidió fundar un periódico bolchevique Vperiod (Adelante). El primer número de éste apareció el 4 de enero de 1905, en vísperas de la primera revolución rusa. Lenin explicó así su cometido: “… defenderá y desarrollará los principios de la mayoría en la lucha contra el confusionismo orgánico y táctico sembrado en el partido por la minoría y estará al servicio de la labor positiva de las organizaciones rusas…».[21] Vperiod se publicó hasta mayo de 1905, apareciendo 18 números del mismo.

El impetuoso desarrollo de los acontecimientos revolucionarios en Rusia aceleró el proceso de superación de la crisis en el POSDR y de preparación del III Congreso del partido. «Ahora — decía el Comunicado de los bolcheviques— todos los medios están agotados. A todas las cuestiones planteadas por la mayoría, el CC contestó negándose a convocar el congreso o tratando de dar largas al asunto por medio de respuestas evasivas. Entre tanto, el tiempo apremia. Se aproximan acontecimientos tempestuosos. En vista de ello el Buró de Organización emprende la organización del congreso. Si alguien tiene aún dudas de si es legítima la convocatoria del congreso no a través de los centros, a este camarada contestaremos: los acontecimientos revolucionarios ponen en acción el derecho revolucionario que prácticamente niega las instituciones inservibles. Hay que salvar el honor del partido, salvar la causa del proletariado.»[22]

Al levantar al partido contra los dirigentes oportunistas, éstos acusaron a Lenin de organizar una fracción, la de los leninistas, de la que nos enorgullecemos hoy todos los comunistas. Pero era una medida necesaria para combatir a una dirección que actuaba fraccionalmente contra los acuerdos del Congreso. A los miembros de Unión Proletaria nos han difamado con la mentira de que nos manteníamos como fracción dentro las dos unificaciones en que hemos participado. Hemos escuchado recientemente que nuestros esfuerzos y sacrificios por la unidad comunista no eran tales, sino algo parecido al “entrismo” de los trotskistas. Todos estos “crímenes” que los dirigentes sectarios nos imputan tienen un único propósito: intimidar a sus propios militantes (“sus”, porque los consideran propiedad privada) para que no se atrevan en enjuiciar la veracidad de nuestras críticas. Lo cierto es que sólo nos volvimos a reunir como fracción DESPUÉS de que los dirigentes procedentes de la otra organización actuaran como fracción para saltarse los acuerdos de unidad y para impedir que los defendiéramos. Y la prueba de que su problema no era nuestro “fraccionalismo” está en que, después de nuestra separación, estas organizaciones siguieron fraccionándose y empequeñeciéndose. Así que más nos vale dejarnos de autojustificaciones demagógicas y aprender seriamente de la experiencia. Lo que debemos hacer es perseverar y hacerlo mejor, enfrentando el espíritu de círculo con espíritu de partido de manera mucho más concreta, es decir, con estatutos que encarnen –como decía Lenin- la “desconfianza organizada del Partido frente a todos sus sectores”[23].

El éxito de los bolcheviques a la hora de conquistar la adhesión de la base obrera del Partido obligó al Comité Central a cambiar su actitud hacia la convocatoria del III Congreso. Éste accedió a entablar negociaciones con el Buró de Comités de la Mayoría y a convenir en la creación de un Comité de Organización conjunto para dicha convocatoria. Pero Lenin ya no se fiaba y exigió que el Congreso lo convocara solo el Buró bolchevique, invitando a formar parte del mismo a los órganos de dirección mencheviques. Como era de esperar, éstos no prestaron ninguna ayuda real a los preparativos y el III Congreso del POSDR se celebró en abril y mayo de 1905 como el primer congreso puramente bolchevique, pues los mencheviques se negaron a participar y celebraron su propio congreso aparte.

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Los líderes de la socialdemocracia internacional tomaron partido por los mencheviques

Mientras el bolchevismo conseguía el apoyo de la mayoría de las organizaciones locales del partido, ligadas al movimiento obrero, el menchevismo iba reuniendo a los dirigentes desligados de él y también el apoyo de los dirigentes de la socialdemocracia internacional. Aunque éstos condenaran de palabra el revisionismo de Bernstein, los líderes y teóricos de la II Internacional se arrastraban tras él en el terreno de la táctica y la organización de la lucha de clase del proletariado. En aras de la “unidad de éste y de su partido”, conciliaban con la aristocracia obrera. De este modo, surgía y se enquistaba el centrismo en la política de los viejos dirigentes de los viejos partidos obreros.

En consecuencia, los tres líderes de la socialdemocracia alemana -Kautsky, Bebel e incluso Rosa Luxemburgo, representante de su ala izquierda- salieron en defensa de los mencheviques contra la línea de organización leninista. Ellos veían la causa de la división en el POSDR no en la ley dialéctica de desarrollo del partido proletario a través de las contradicciones internas, sino en la «intransigencia» de Lenin y de los bolcheviques. La propia Rosa Luxemburgo no era capaz de llevar su combate contra el revisionismo bernsteiniano hasta el deslinde orgánico con él. Su crítica a Lenin se caracterizaba por un planteamiento dogmático, abstracto, de la cuestión del partido; un planteamiento enfocado hacia el pasado, sin comprender el papel decisivo del partido proletario en las nuevas condiciones revolucionarias que estaban madurando después del largo reflujo causado por la derrota de la Comuna de París.

El partido de los bolcheviques se levantaba sobre una base ideológica y organizativa esencialmente distinta. En oposición a los partidos de la II Internacional, que adaptaban su actividad al sistema del parlamentarismo burgués y no protegían sus filas ante la penetración de elementos oportunistas, el partido bolchevique -que se planteaba como objetivo principal la conquista de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo- se dedicaba incansablemente a fortalecer la unidad de sus filas, a depurarlas constantemente de la escoria del oportunismo. Sólo un partido así -el partido de nuevo tipo- podía cumplir efectivamente el papel de vanguardia combativa de la clase obrera en la época revolucionaria que se iniciaba.

Lenin y los bolcheviques no se dejaron abatir por la tendencia centrista dominante en la II Internacional. Al contario, desplegaron en ella una intensa actividad de clarificación y lucha que, junto con sus éxitos prácticos, hizo posible su reconstitución revolucionaria como Internacional Comunista a partir de 1919.

Toda la epopeya del leninismo comenzó con unas pocas decenas de revolucionarios que confiaban en que las masas obreras asimilarían las ideas socialistas que les infundían, organizándolas sobre esta base. La pequeña organización clandestina que apenas contaba con 3.500 militantes en 1903 se convirtió en el partido de 350.000 que llevó a la clase obrera al poder en 1917 y, luego, en el partido de millones de miembros que edificó el socialismo en la URSS, venció al imperialismo nazi-fascista e impulsó un movimiento emancipador mundial que, a pesar de su crisis de crecimiento, ha producido unos frutos que hoy están poniendo en jaque al imperialismo.

Nadie ha conseguido hacer más por otra vía: ésta es la que debemos seguir.

 

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[1] Comentario final al “Comunicado sobre la constitución del ‘Comité de Organización’”, V. I. Lenin: file:///D:/Perfiles/mvr19/Documents/UP/tomo07.pdf, pág. 95.

[2] Ibíd., pág. 94.

[3] La creación del partido de nuevo tipo en Rusia, A. Kostin, pág. 210, Editorial Progreso, 1983.

[4] Nuestra tarea inmediata, V. I. Lenin: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo04.pdf, pág. 199.

[5] A G. M.. Krzhizhanovski, 6 de abril de 1903, V. I. Lenin: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo46.pdf, págs. 325-326.

[6] Un paso adelante, dos pasos atrás, V. I. Lenin: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo08.pdf

[7] Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, I. V. Stalin, para esta y todas las demás citas que carezcan de otra referencia (https://www.marxists.org/espanol/tematica/histsov/pcr-b/cap2.htm)

[8] Un paso adelante, dos pasos atrás.

[9] II Congreso del POSDR, V. I. Lenin: file:///D:/Perfiles/mvr19/Documents/UP/tomo07.pdf, págs. 282-283.

[10] II Congreso del POSDR. Actas, pág. 419. Citado por Kostin en íbid., pág. 225.

[11] II Congreso del POSDR, V. I. Lenin, pág. 299.

[12] La creación del partido de nuevo tipo en Rusia, A. Kostin, pág. 226.

[13] II Congreso del POSDR. Actas, pág. 430. Citado por Kostin en íbid., pág. 232.

[14] II Congreso del POSDR, V. I. Lenin, pág. 305.

[15] Acerca del bolchevismo, V. I. Lenin: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo22.pdf, pág. 292.

[16] Carta a la Redacción de Iskra, V. I. Lenin: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo08.pdf, pág. 99.

[17] Sobre las circunstancias de mi renuncia a la Redacción de «Iskra», V. I. Lenin, íbid., págs. 183-189.

[18] Al Comité Central del POSDR, 10 de diciembre de 1903, V. I. Lenin: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo46.pdf, pág. 379.

[19] Al Comité Central del POSDR, febrero de 1904, íbid., pág. 410.

[20] Esta cita y todas las del apartado siguiente son de Un paso adelante, dos pasos atrás.

[21] Carta a los camaradas, V. I. Lenin: file:///D:/Perfiles/mvr19/Documents/UP/tomo09.pdf, pág. 103.

[22] El PCUS en resoluciones y decisiones de los congresos, conferencias y plenos del CC. Citado por Kostin en op. cit., pág. 306.

[23] Un paso adelante, dos pasos atrás.