Unión Proletaria

Martes 6 de marzo de 2018

Estamos ante un momento histórico del capitalismo en el que la participación de la mujer en la sociedad como fuerza productiva es innegable, imprescindible. El movimiento femenino se ha ido desarrollando desde la caída de los países socialistas bajo las consignas e interpretaciones del mundo que el movimiento feminista occidental tiene. No negamos su relevancia ni la importancia que tiene que desde el movimiento feminista se luche por paliar las condiciones de vida de las mujeres como colectivo social y manifiesten su oposición, en cierto grado, hacia el capitalismo. Como comunistas apoyamos y reconocemos las reivindicaciones democráticas y justas por las que se tienen que movilizar. Reivindicaciones que miles de mujeres fortalecieron tras las conquistas obtenidas en los países socialistas mostrando el camino de su emancipación. La mujer comenzó a comprender que “el amor no es todo en la vida sino solo un aspecto que no debe eclipsar las otras facetas de las relaciones entre individuo y colectivo”. (Tesis sobre la moral comunista en el ámbito de las relaciones maritales . A. Kollontay).

Esclavas a lo largo de la historia, con el capitalismo las mujeres trabajadoras sufren una triple explotación: en la familia, en el trabajo y en el resto de los ámbitos sociales. Aquí y hoy, seguimos estando bajo el sistema social capitalista, bajo las reglas de la moral burguesa, bajo la dictadura “democrática” de la burguesía a pesar de los logros alcanzados en derechos y el enorme salto dado tras la toma del poder por los trabajadores y trabajadoras en Rusia en 1917.

Es necesario que, como entonces, las mujeres obreras en su lucha contra la opresión que sobre ellas se ejerce, apoyemos en este 8 de marzo la denuncia contra la precariedad en sanidad, servicios sociales, educación y dependencia; continuemos luchando por “condiciones laborales justas sin brecha salarial de género” y en la defensa de “vidas dignas con acceso a todos los recursos en condiciones de igualdad y sostenibilidad ambiental”; así como contra “las fronteras que dejan a las mujeres, niñas y niños que se mueven por guerras, causas económicas, sociales, medio ambientales, sometidas a explotación, violencia sexual, trata y abusos de todo tipo”; a que “se reconozca que no existe un modelo único de familia” y que debe ser un derecho democrático que “las lesbianas, bisexuales y mujeres trans” dejen de vivir en situación de discriminación.

Sometidas y esclavizadas, venden su fuerza de trabajo a cambio de su salario sin que por ello dejen de ser ellas fundamentalmente quienes cuidan de la familia. En las empresas y en el campo, trabajan padeciendo la sobre explotación, con aumento de las horas de trabajo, empeoramiento de las condiciones laborales, salarios mínimos, encarecimiento de los medios de subsistencia, etc. Como trabajadoras empleadas del hogar ajeno, dependen de los criterios de mujeres propietarias que olvidan que también quien les sirve es mujer y madre.

Pero es la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción lo que permite el enriquecimiento de unas pocas mujeres frente a la miseria de otra mayoría. Esta es la primera desigualdad de las mujeres. Desde la concepción ideológica capitalista, en el marco de la familia se fomenta que la mujer como madre críe herederos y satisfaga las necesidades del hombre a costa de sus propios deseos como mujer, es decir, se convierta en propiedad. Esto es lo que pone en igualdad de condiciones a todas las mujeres. Esta educación transmitida de generación en generación, bajo el desarrollo del capitalismo imperialista, se socializa. Con la incorporación de la mujer como fuerza productiva a cambio de un salario, surge la contradicción de la dependencia hacia el hombre frente a la independencia y fortaleza moral que adquiere la mujer en la fábrica, el campo o la escuela. Pero esta contradicción no puede resolverse bajo el sistema social basado en la esclavitud y la desigualdad. Afirmamos rotundamente que la propiedad privada es el origen de la triple explotación de la mujer y que beneficia solo a la clase de los explotadores. Ejemplo de ello es que las mujeres son quienes más sufren desahucios, la reprobación social cuando se divorcian, se separan para decidir sobre sí mismas, o caen en las garras de la prostitución para sobrevivir económicamente. Muchas se ven sometidas en la vida familiar por la violencia y el maltrato, y cuando algunas quieren adquirir un mínimo de independencia, son asesinadas. Desde los órganos de poder del capitalismo no se puede hacer la justicia que las mujeres necesitan para sentirse seguras. Ésta va más allá del encarcelamiento del agresor, incluso de su muerte, porque va contra las reglas de la propiedad privada y la acumulación del capital. Desaparece un opresor y aparecen dos: aumenta el número de mujeres asesinadas, la trata de mujeres para enriquecimiento y placer de otros, el aumento de la pederastia infantil, la perversión y el abuso en la sexualidad, etc. Y todo ello, es consecuencia de una educación que prima su sexo para cumplir la función social de parir herederos o mano de obra -según la clase a la que se pertenece- y para cumplir la función social de aumentar los beneficios del capital, se la usa como medio para regular a la baja los salarios de los obreros. Y en lugar de percibir que la mujer entra a formar parte de la clase obrera como un miembro más, los hombres trabajadores solo perciben que la mujer les quita el trabajo y es un obstáculo a sus intereses económicos. Y este enfado inducido por el capitalismo, lo trasladan a todos los aspecto de su relación con la mujer.

Las mujeres obreras deben hacer todo lo posible por cambiar las relaciones de producción capitalistas, luchar por acrecentar su fuerza como trabajadora fuera del hogar y en cualquier profesión, reivindicando sus derechos y haciéndose responsable de su propia vida. Prestar atención a sus hijas e hijos que son incitados socialmente a usar su cuerpo como escaparate tanto para intereses económicos de forma legal como para ser objeto a adquirir. Mientras por un lado a las jóvenes de la clase obrera se las intenta expulsar de las universidades, eliminando becas y encareciendo los estudios, por el otro, se las facilita el acceso a vivir de forma aparentemente fácil o para que, cuanto antes, encuentren al príncipe de sus sueños. Nuestras jóvenes son humilladas, ultrajadas y maltratadas en una sociedad en la que prima la violencia como resultado del embrutecimiento social. La educación que reciben los jóvenes se basa en la competitividad con niveles de violencia que destruyen el aprendizaje del menor hasta convertirlos en violadores, asesinos o maltratadores y, todo eso, sin que las madres trabajadoras, a pesar de dedicarse a su cuidado, puedan educarles con valores morales de clase ajenos a los del capitalismo. Se ha establecido una educación social que potencia la degradación de la persona y la irresponsabilidad ante la vida propia y la ajena. Una sociedad individualista que se sirve de la iglesia y la religión para someter y dar continuidad a la esclavitud de la mujer pero también del hombre.

Las mujeres obreras no podemos olvidar. La historia es el mejor ejemplo para aprender y la experiencia de las mujeres soviéticas en defensa de sus intereses en la sociedad, la empresa y la familia, ha ayudado a que el movimiento feminista actual, de carácter liberal y que incluye mujeres de diferentes capas de la sociedad, se vea obligado a reconocer al sistema de producción capitalista como sistema opresor, aunque desde ese mismo movimiento se continúe sosteniendo que el patriarcado es fiel aliado al capitalismo. Su carácter burgués se pone de manifiesto en que oculta que las mujeres burguesas sean explotadoras, es incapaz de mostrar un sistema de producción alternativo y, por ende, de propugnar el poder político de la clase obrera como el único capaz de, eliminando la propiedad privada, educar en igualdad de condiciones a niños y niñas, desarrollar la integración de la mujer como fuerza productiva y, con ello, posibilitar el avance cualitativo de su emancipación.

Cuando el 8 de marzo de 1917 las obreras de Petrogrado se manifestaron contra el hambre, la guerra y el zarismo no suponían que aceleraban el empuje de la lucha revolucionaria que culminaría en octubre con la conquista del Estado de los trabajadores y trabajadoras, Estado que implantaría leyes para la eliminación de la discriminación a la mujer. La URSS fue el primer Estado en reconocer a la mujer como ciudadana de pleno derecho pasando a ser política de Estado la promoción de las mujeres ; fue el primer Estado en establecer la jornada de ocho horas, el salario igual por trabajo igual, el derecho a elegir y ser elegida en todos los órganos de poder, el derecho a obtener tierra y los mismos derechos políticos y civiles que los del hombre; fue el primer Estado que permitió a la mujer participar en todas las esferas de la economía nacional y la cultura y, durante la Segunda Guerra Mundial, defendiendo su patria, las mujeres destacaron por sus hazañas en combate; fue el primer Estado que luchó por hacer cumplir las leyes y fomentar el avance hacia la igualdad ante la vida de las mujeres, y su independencia con respecto al hombre, siendo respetada por ello. Y por tal motivo y cumpliéndose el Centenario de la conquista del Poder soviético, las clase obrera y especialmente las mujeres obreras en este 8 de Marzo tenemos que sentirnos orgullosas y estar preparadas para llevar la lucha por conquistar nuestros derechos en el marco de la lucha contra el sistema social que nos explota y convierte en esclavas del hogar y la familia, del trabajo asalariado y de la sociedad por el hecho de ser mujeres.

El capitalismo sabe de la importante labor de las mujeres y su valía. Las mujeres burguesas también lo saben y, por eso, junto a hombres de su clase, dirigen Estados y Gobiernos, son gerentas y directoras de empresas y bancos, representan organismos oficiales y ejercen cargos de alta “cualificación”, etc. Por esto no compartimos el planteamiento de la Huelga Feminista que rehúye la confrontación de clases, aunque apoyemos sus reivindicaciones.

La Huelga es el instrumento de lucha contra quienes se apropian de una parte del valor de nuestro trabajo convirtiéndolo en capital de su propiedad. Con la Huelga de los y las trabajadoras se ataca la propiedad que se apropia el capitalista y que no es otra que la riqueza que genera nuestra fuerza de trabajo. Por eso, defendemos que la Huelga sea una Huelga General contra los burgueses y capitalistas, realizada por la clase obrera que está dispuesta a defender los plenos derechos de las obreras como miembros de la clase que produce las riquezas sociales. Riquezas que se apropian gobernantes y gobernantas, usureros y usureras, mafiosos y mafiosas. La Huelga no deber ser únicamente para quejarnos porque el Estado nos excluye de sus leyes, relega a las mujeres a un segundo plano o nos obliga a ser hetero, racistas o ir a la guerra. La Huelga General es la forma en que comienza la movilización de la clase obrera para enfrentarse a la esclavitud a la que somete la sociedad burguesa, y que es origen del sometimiento y esclavitud de la mujer como esposa o amante del hombre, como trabajadora que vende su fuerza de trabajo y como individuo social a la que empuja a vender su cuerpo como mercancía, exhibir sus cualidades como mujer y mercadear con sus necesidades y dotes de madre.

Con una Huelga que solo busca la visibilización del valor que tienen las mujeres en todos los campos de la sociedad, a la mujer trabajadora se le esconde que sus intereses están ligados a la lucha de todos los miembros de su clase y, con ello, imposibilita enfrentarlos a las contradicciones que genera el desarrollo de la sociedad capitalista y la incorporación de la mujer como fuerza productiva: solo cuando la mujer vende su fuerza de trabajo es consciente de que no solo sirve para ser madre, a la vez que enseña y demuestra al hombre sus capacidades como individuo mujer en la sociedad. Tenemos que evitar alargar y posponer la lucha por la emancipación total de la mujer ante la ley y ante la vida. Tenemos el deber, como miembros de la clase obrera, de emular a romper con la moral burguesa y construir una moral nueva.

Respetamos la iniciativa del movimiento feminista, iniciativa a la que se ven arrastradas miles de trabajadoras ante la falta de una organización verdaderamente revolucionaria, de sindicatos verdaderamente de clase y sin complejos. Para defender los derechos de la mujer trabajadora, se ven forzadas a luchar por sus intereses como mujeres en los movimientos que de forma constante mantienen una lucha contra el maltrato, el acoso y el abuso en la sociedad hacia las mujeres. Pero se ven impedidas de tomar conciencia de su lugar en la historia para luchar como miembros de la clase obrera contra el capitalismo y por el socialismo, único camino por el que podremos conquistar como mujeres nuestra emancipación total.

Las obreras somos como mínimo la mitad de la clase obrera, nuestra fuerza es imprescindible para la conquista del poder por nuestra clase . Formémonos, aprendiendo de nuestra historia, leamos a nuestras mejores dirigentes revolucionarias que apoyaron la defensa de nuestros intereses. Empujemos la lucha de clase en los sindicatos y hagamos fuerte nuestra presencia en ellos. Empujemos para recuperar la organización comunista: nos pertenece por ser la clase obrera la única clase capaz de conquistar con su lucha revolucionaria la emancipación de la mujer y la emancipación de la humanidad de todas las formas de esclavitud, así como la única capaz de preservar el medio en el que desarrollar su vida plenamente, la única capaz de salvar el planeta.

¡¡VIVA LA LUCHA DE LAS MUJERES OBRERAS Y TRABAJADORAS!! ¡¡ARRIBA LA REVOLUCION PROLETARIA!!